En 1945, Estados Unidos decidió lanzar un par de bombas atómicas en contra de las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, esto como una forma de dar por terminada la segunda guerra mundial en el pacífico, calculando que una invasión a Japón podría costar un millón de bajas estadounidenses.

Este año se cumplen 75 de que los artefactos nucleares sorprendieron al mundo con la potencia y devastación que causaron.

Así el temor a la energía atómica se ha mantenido a pesar de los esfuerzos para que esta opción se convierta en una fuente de energía para la humanidad.

Claro que Chernobyl y Fukushima no han ayudado en esta meta, ni los ensayos nucleares con bombas cada vez más capaces de destruir a la humanidad varias veces.

La literatura o el cine nos mantienen en alerta con historias de lo que podría suceder si la hecatombe nuclear se desata, en medio de llamados a confiar en una opción que cada vez mejora sus sistemas de seguridad y podría ser una alternativa ante los crecientes requerimientos de energía del mundo.

Así, este aniversario debería servir para reflexionar acerca del significado de la energía nuclear y los usos que le hemos dado.