Aquel Alejandro Galindo
Como ya comenté en la Segunda Parte de la presente entrega: “no quiero ser macabro, pero debo decir que la muerte de Don Alejandro Galindo me llamó a verlo. En la agencia funeraria conocí a su hijo Alejandro, quien comentó el hecho de que media hora antes de morir, Don Alejandro se fumó un cigarro. Placer último de los condenados a morir inevitablemente, como le ocurrirá a todos nosotros”. Creo que fue una muerte tranquila.
Gracias a Martha Roth (29 de mayo de 1932, Padua, Italia-7 de octubre de 2016, Ciudad de México), quien ganó el Ariel por su coactuación en la película Una familia de tantas, logré acompañarlo hasta su última morada. En el trayecto de la agencia funeraria al panteón, la bella actriz (a sus 67 años, y pese a la tristeza que la embargaba, se veía hermosa), entre sollozo y sollozo, con sus ojos enrojecidos, repetía: “Se murió mi viejito”.
Martha Roth ya no era aquella joven mujer de 25 años que en la película Una familia de tantas se enamora de un simpático vendedor de aspiradoras (David Silva) y con quien se escapa y se casa, rompiendo moldes familiares porfirianos.
En definitiva, Alejandro Galindo, para la crítica implacable, es el precursor de la tendencia hacia un cine instintivo (todas sus películas). La crítica implacable escribía que “es el cine de las ‘bestias’ del cine, de los realizadores formados dentro de la industria que sin poner por delante su bagaje son capaces de pensar en términos de cine, de imaginar y animar hechos cinematográficos. Es el cine en que se descubre una auténtica simpatía por el público y por los gustos del pueblo, en todo lo ambivalente que pueda resultar. Es el cine sometido a las urgencias industriales, a la oferta y a la demanda, a las convenciones fílmicas (muchas veces genéricas), pero que sobrenadan gracias al entusiasmo y el sentido de la narración. Es el cine que elude recrearse en la búsqueda estética, un cine de una imagen necesaria, el cine para quien el ejemplo hollywoodense es menos un prototipo perseguido que una vivencia pre-consciente. Límite superior: un cine espontáneo, ingenuo, tradicional y con un notable dominio técnico” (Jorge Ayala Blanco).
Se impone, transcribir un ejemplo de ese cine precursor del cine instintivo, usando el juicio de la crítica implacable: “El personaje central de la película (Una familia de tantas) es Maru (Martha Roth), la hija destinada a confirmar la autonomía de sus decisiones. Pero para alcanzar esa libertad, la joven deberá erguirse contra la autoridad familiar y contra sus propias deficiencias de adolescente a un tiempo. El argumentista y director (Alejandro Galindo) ha otorgado a Martha Roth una interioridad translúcida y sensitiva. En todo momento, Maru debe combatir las mutilaciones de que ha sido víctima desde niña; ganar terreno entre treguas y defecciones. No es trivial la angustia que siente por no poder regalarle a su novio una campechana del pan contado o emitir acertadamente el concejo que le solicita. Dentro su reducidísimo campo de acción, Maru es un personaje heroico y emotivo. Acecha una vida diferente. Sufre porque le empieza a importar muy ‘poco que la virtud es hija del sacrificio’. Quiere asegurar su felicidad en algo indefinible… (La aventura del cine mexicano, de Jorge Ayala Blanco, Ediciones Era, México, 1968).
Hay otra crítica, no tan severa que en su imparcialidad objetiva trata a Don Alejandro, como un realizador admirable. En su artículo Gente como uno, Gustavo García afirma que “la riqueza de la obra del cineasta Alejandro Galindo se explica, en parte, por la vibrante sensibilidad con que registró y expresó momentos históricos, discursos culturales, influencias estéticas afinadas por una percepción fuera de serie”. Hace un comentario sobre lo que él denomina “Hacia un método Galindo”. Quiero entender, leyendo el artículo, que el método consiste en “enfrentar personalidades opuestas en una situación límite”. Gustavo García, pone como ejemplo a los personajes de la primera película de Alejandro Galindo (Almas rebeldes), en la que “un grupo de rebeldes busca sobrevivir en el desierto, esquema, tan funcional y abierto a la exposición de todo tipo de males sociales e individuales, que “será uno de los preferidos por Galindo en sus posteriores 74 películas…” (Revista Intolerancia No. 07, Nueva Época, página 78-83, noviembre-diciembre de 1990).
Esa otra crítica, no tan severa, lo entrevistó (Francisco Martín Peredo) para encontrar en el cine de Alejandro Galindo temáticas entretejidas, como la delincuencia y el hombre, retablos de su irreverencia, complejidades familiares, su relación con los productores y la censura que lo ponían muy nervioso, cuando de quitar algo en el montaje de sus películas se trataba, de narcisismos y posiciones anti iberas, del pasado y el presente: sentimientos con imaginación, de premios sin misterio y una renuncia que fue pleito, de puertas cerradas (Revista Intolerancia No. 07, Nueva época, páginas 85-98, noviembre-diciembre de 1990).
No podía faltar la crítica de la crítica-crítica o la crítica a la crítica-crítica del realizador, a la “crítica” de todos los matices. En el libro ¿Qué es el cine?, 6 trabajos de Alejandro Galindo (Editorial Nuestro Tiempo, México, 1975), Don Alex, en La crítica y los críticos (cuarto trabajo), cita a Henley, en Magazine of Art, Londres: “El Crítico tiene que educar al público, y el artista tiene que educar al crítico”.
Don Alex escribe del cine como del invento que mostraba al hombre en movimiento dentro de la problemática que encierra sus relaciones con el mundo, que después de todo y antes que nada, tal es el objeto, el fin de toda investigación y de toda crítica. Critica a la intelligentsia de críticos y comentaristas que no mencionaban las películas que advertían sobre las sombras retardatarias que amenazaban el mundo, en el siglo XX. Olvidando que la crítica no es otra cosa que el ejercicio del criterio, citando a Martí. Calificándola de criminal, por ser cómplice de quienes afirmaban que el cine nada tenía que ver con la política, sin percatarse de que la política si tenía que ver con el cine. Don Alex se formula las siguientes preguntas, para determinar el valor artístico y axiológico de una obra cinematográfica: ¿Qué sensación, qué sentimiento me despertó ante su contemplación? ¿Está el filme contemplado al alcance de todos? ¿Lo entiende cualquiera? ¿Los motivos que suscitan los hechos y la acción del filme, están clara y convincentemente narrados? ¿Cuál es el saldo emocional: de alegría, de tristeza, de vergüenza, de contrariedad, de rebeldía, de ansias de vivir, de crear, de hacer, de saber, de conocer…? Don Alex antes de proponer las reglas para ejercer la crítica cinematográfica (Imposible de mencionarlas aquí) arremete contra la intelligentsia y el stablishment mercantilista. Criterio teórico que quizá él no cumplió, en buena parte, al dirigir películas para el consumo y la diversión evasiva.


