Cinco veces lo hizo repetir esta frase Luis Buñuel, y las cinco la dijo exactamente igual. Eso le valió a Roberto Cobo quedarse con el papel que inmortalizó su carrera cinematográfica: “El Jaibo”, de la célebre película “Los Olvidados”, filmada por el genio aragonés en el México del año 1950.

Les platico: Conocí a Roberto exactamente el 20 de febrero del año 2000 en un café de la Colonia Roma, en México.

Estaba celebrando ese día sus 70 años y después de haber cruzado con él unos cinco minutos de conversación, sin que se diera cuenta me salí y fui a parar a otro café una cuadra más adelante, donde estaba Alejandro Jodorowsky leyendo el Tarot de Marsella y dando sus consultas gratuitas a las que se comprometió de por vida una vez por semana, a todo aquél que se lo pidiera.

Buscando al chileno di con el mexicano. Me había confundido de café y gracias a eso, en una misma tarde estreché la mano de dos celebridades.

De mi encuentro con Jodorowsky me ocupo en tres artículos que DETONARÁN próximamente en un portal noticioso que verá la luz primera el 30 de este septihambre. Ya les platicaré dónde leerme.

Dos años después de mi encuentro con él, Roberto moría a causa de un cáncer de esófago que lo flageló sin haberse dado cuenta cabal y oportunamente del mal que lo carcomía.

Ligo a esta celebridad y su famosa frase que lo lanzó al estrellato, con lo que le ocurrió a quien yo llamo uno de los percherones de la IP a nivel nacional, con el que tengo una cercana amistad desde hace tiempo.

Sucede que cierto día, un panista anquilosado de la viejísima guardia que trabajó unos cuantos meses en el equipo de Vicente Fox, le hizo saber a mi amigo el percherón, su disgusto y diatriba por la crítica de mis columnas hacia el alcalde del otrora municipio modelo de México, San Pedro Garza García. (El alcalde de SPGG es —hasta que Mauricio Fernández disponga otra cosa— hijo del panista de marras).

¿Y tú que le respondiste? Lo desafié.

“Le dije que eres medio vengativo y que, por eso, mejor llevara las cosas en paz contigo”, respondió.

No sé si se lo advirtió en broma o en serio, a lo mejor ni se lo dijo, pero ahí quedó la cosa… al menos eso pensé.

El panista anquilosado no le hizo caso, pues por otros conductos me llegaron sus insultos y amenazas y entonces vino a mí la famosa frase de Roberto: “A mí, el que me la hace, me la paga”.

Podría no engancharme, pero cuando la ocasión lo amerita, hasta me divierte hacerlo.

Si a los 6 años cuando tuve mi primera y única piñata de cumpleaños, me paré en la puerta de la casa y solo dejé pasar a quienes llevaban regalo y les paré el alto a los que me jugaban trampa a las canicas y con el trompo, uta madre, ¿cómo no lo voy a hacer ahora?

Entonces, proclamo urbi et orbi con todo lo que eso implica, que, a mí, el que me la hace, me la paga, porque estoy consciente y asumo la gran verdad que pronunciara uno de mis héroes: Julio Scherer García, fundador con una pléyade de celebridades del periodismo nacional, la revista Proceso: “yo hago enemigos con la misma velocidad y facilidad con que hago amigos”.

A algunos vengativos que lo son y bien consumados, les da pena admitir que lo son. A mí no, porque creo que es un deber advertírselos a los que se me acercan con una intención esbozada tras la espalda.

Si como dicen, la venganza se sirve fría, yo agregaría que se vale también de una buena memoria, y yo la tengo de sobra.

Hubo uno que en el 2016 me la hizo artera y fea y cuando pasó el tiempo sin verme reaccionar, comenzó a confiarse de tal modo, que se olvidó de la afrenta proferida.

Es que, a los dos ingredientes anteriores —frialdad y buena memoria— le agregaría un 3º: Paciencia. “Siéntate en el dintel de tu puerta y verás pasar el funeral de tus enemigos”.

Algunos enajenados por sus aduladores —cadetes destripados por la vida— se creen con la libertad de pensar que la confianza que les tengo, es inocencia o debilidad.

Y cuando su rastrero instinto los pone en evidencia, disparan sin saber que lo anunciaron tanto, que como el personaje del “Topo” —la película de Jodorowsky— me colgué la medallita del cedro que siempre traigo, justo donde pega la bala de su traición o de su agandalle.

Y mientras se quedan sorprendidos al verme aún de pie después de su tiro, con toda tranquilidad apunto y les suelto el mío justo a donde debo de pegar para darles en su madre.

Esa es la sublimación de la venganza y se las dedico a todos aquellos que deberían pedir perdón por el simple hecho de existir.

Creo que la capacidad de imaginar, es la verdadera libertad del ser humano. El aprovechado y gandalla se cree un ser divino, y a quien escoge como víctima lo ve como a un mortal. No imagina, solo ve.

El DETONANTE de la creatividad es la imaginación. Bueno, pues a mí los años y los daños me han enseñado a imaginar, mientras que otros solo ven. Eso me permite anticipar el movimiento del que se me acerca con una doble intención. Que me perdone el Dios de Spinoza, pero sobre ese hago que caiga la venganza del agraviado o del potencialmente agraviado.

Los gandallas son así porque se creen los PRO de un deporte. Cuello con ellos. Si no me libro hoy de la malignidad de los ventajosos, me libraré mañana. Si no en un mes, será en dos meses o máximo tres.

 

CAJÓN DE SASTRE

“Ciegos están los ojos de quienes debiendo ver al lobo, lo toman por cordero”, remata la irreverente de mi Gaby.

placido.garza@gmail.com

Nominado a los Premios 2019 “Maria Moors Cabot” de la Universidad de Columbia de NY; “Sociedad Interamericana de Prensa” y “Nacional de Periodismo”. Forma parte de los Consejos de Administración de varias corporaciones. Exporta información a empresas y gobiernos de varios países. Escribe todos los días su columna IRREVERENTE para prensa y TV. Maestro de distinguidos comunicadores en el ITESM, la U-ERRE y universidades extranjeras. Como montañista ha conquistado las cumbres más altas de América.