Amor ciego – Conversación con Jean-Luc Godard (Blind Liebe – Gespräch mit Jean Luc Godard, Alemania, 2001), a propósito de Elogio del amor (Éloge de l’amour, Francia-Suiza, 2001), en ese momento la última realización de Jean-Luc Godard (3 de diciembre de 1930, París, Francia). Producción (DCTV, Development Company for Televisión Programs, Kairos-Film), guión, fotografía y realización, de Alexander Kluge (14 de febrero de 1932, Halberstadt, Sajonia-Anhalt, Alemania), con Urike Sprenger, traductora de la conversación. Antes de la conversación se ven imágenes y diálogos de una secuencia de la película Pierrot el loco (Pierrot le fou, Francia, 1965) de Jean-Luc Godard, con Anna Karina y Jean-Paul Belmondo. “Dos creadores frente a frente, uno preguntando y el otro contestado. Dos desconstructores del lenguaje cinematográfico, unidos por su amor al Cine” (FilmAffinity).
Alexander Kluge (AK) —Descríbame que entiende Ud. por “amor ciego”. Jean-Luc Godard (JLG) —En Francia es una expresión. Se dice: “amar a alguien ciegamente”. Uno ama sin hacer preguntas. Y en “Historie (s) du Cinéma” dije que, nosotros, los de la Nouvelle Vague, amamos el cine antes de conocerlo. Porque las películas de las que hablábamos no se podían ver. No se distribuían. Ni siquiera el Acorazado Potemkin se exhibió, porque estaba prohibida. Eso significa que amamos esa película a ciegas. AK —Le muestro ahora una imagen (Se la enseña). Ud. ve aquí un camionero. Él es ciego desde hace medio año. No quiere ser un desempleado. De modo que conduce por las calles, y el niño… JLG —Sobre eso se podría hacer una linda película. AK —Él lo deja doblar a la derecha y… JLG —¿Por qué es una historia de amor? ¿Se hizo una película sobre eso? AK -No. JLG —Podría filmarse como poema de Goethe. AK —Pero eso forma parte de la enciclopedia imaginaria del cine. JLG —¿Quién viaja tan tarde por la noche? AK —Es el padre con su hijo. Trabaja en una enciclopedia imaginaria del cine. JLG -¿Yo? AK —El segundo camino de la película. El primero está destruido. Pero la película en subjuntivo existe. Le agradezco. Hacen falta 30 películas anuales para la enciclopedia imaginaria. Si alguna vez me describe esta imagen… (Se la enseña) Esto es un mapa del amor. JLG —Para eso necesitaría mucho tiempo. Más o menos dos años. AK —¡Una hermosa cartografía del amor que debería ser filmada! JLG —Sí. Sería una película costosa. AK -Una película costosa, sí. El amor es un concepto muy abstracto. Los esquimales tienen 180 expresiones para decir nieve. Los griegos conocían 60 expresiones para decir “amarillo”. Y nosotros, para el amor, tenemos “amour passion”, un concepto. JLG —Entonces hay que rodar películas. Primera parte: Los esquimales. Segunda parte. Los antiguos griegos. Entonces se sigue reduciendo hasta llegar a una sola palabra. AK —¿Cuál es su película más corta? JLG —Creo que “Le Plumes”. Las peores películas son aquellas en las cuales se podría suprimir todo. Esas serían las más cortas. Pienso en películas como “Banda aparte”, “Made in USA”, “Una mujer es una mujer”. Se podrían reducir mucho. AK —¿Cuál es la más larga que tiene? JLG —Diría que es quizá mi última. Porque no pude terminar. Como la segunda parte se sucede a la primera, la película termina donde ha comenzado. Pero como la película ha comenzado una hora antes. Es como los cuentos de Borges. AK —Dicen que los niños o jóvenes, y los ancianos, son verdaderas personas. Mientras se deba definir a una persona en la zona intermedia. JLG —Sí, he llegado a pensar en eso. AK —¿Y cuándo habla de Ud.? Tiene dos años más que yo. JLG —Apenas puedo acordarme de mi edad adulta, pero me acuerdo muy bien de mi niñez. Y ahora de mi edad actual. AK —Si a Ud. lo abrieran, ¿saldría un niño de adentro? JLG —Un niño viejo. O un anciano joven. Creo que, cuando se es viejo, cuando se tienen 60 o 70. Hace dos siglos era lo mismo, pero todo se encontraba en un lapso de tiempo más corto. Pero tengo el presentimiento de que a la juventud, que termina a los 25, no le alcanza el tiempo de conocer la edad de su propia juventud. Lo mismo pasa cuando somos abuelos o envejecemos. Es la edad de los 70 hasta los 95, si todo marcha bien. 25 años es la etapa de la juventud. Uno no tiene casi tiempo de conocer la juventud de su edad. En cambio sobre la edad adulta no se puede decir nada parecido. Uno existe como adulto sólo a nivel social. Uno existe realmente, pero la edad adulta nunca es contada. Ni siquiera en las grandes novelas. AK —Todos mueren a los 35 o 37 años, Mozart. Fassbinder, la princesa de Clèves… JLG —También los personajes de las novelas. Sí, los personajes. En las novelas de Proust pulula la gente joven. Y de repente, al final, uno los vuelve a encontrar viejos. Pero lo que hicieron entremedio no se sabe. AK —¿Son los oídos más antiguos que los ojos? JLG —A nivel físico no lo sé. Eso depende de cada uno. Pero creo que envejecen con la misma rapidez. Más o menos. Quizás, el sonido se torne más importante y los ojos descansen más seguido. AK —¿La piel? JLG -Con respecto a la piel, no sé. AK -El órgano más grande. JLG -Ah no sé. Eso es conocido. AK —Nuestra cualidad de elefante. ¿Es joven o vieja? Seguro que es susceptible. JLG —Sí, es sensible. Pero en los franceses. Cuando comienzo con una película, a menudo tengo problemas de piel. Y me podría imaginar que eso pasa porque se habla de la “sensibilidad de una película”. Eso es un juego de palabras. Puesto que la piel también es una superficie sensible, la excitación se representa en mi piel. AK —Cuando realizó su primera película o “Sin aliento”. JLG. Yo había visto muchas películas y había escrito sobre muchas películas. Para nosotros, era lo mismo escribir sobre películas, ir al cine o rodar una película. Empezamos muy tarde a rodar películas. En la edad adulta. AK —Si pudiera llevar siete películas a una isla desierta o a Marte en el momento del peligro, ¿cuáles llevaría? JLG —No puedo decirlo. No sucedió todavía. Yo creo que elegiría al azar. AK —Las películas que están en su cabeza, ¿las llevaría de todas formas? JLG —No. Hay tantas. Entre los textos o las novelas hay sólo muy pocas. Me llevaría un libro que no haya leído todavía. Quizá un clásico. “La Odisea”, o “Don Quijote”, que nunca he leído. Porque siempre me convencí de que era muy joven para hacerlo. Pero hay muchas películas que todos hemos adorado sin darles una jerarquía. No distinguíamos entre una pequeña película americana y una gran película alemana. Eso no existía para nosotros. Una película de Murnau es más grande que una pequeña película policial de Aldrich, pero no hay realmente una jerarquía. Convivían todas en la misma casa. Con referencia a la literatura, crecí con la idea de que los grandes viven en esta casa y el resto no cuenta. AK —Ha hecho una muy linda película sobre la Reunificación: “Allemagne neuf zéro”. JLG —Sí, esa es una película que yo mismo aprecio mucho. Es una buena película. AK —¿Haría una continuación? JLG —No, la película tiene que ver con mi adolescencia, durante la cual yo descubrí que mi padre amaba mucho a Alemania y que viajó una vez. Pero en aquel entonces no lo sabía. Entonces, de joven, conocí el romanticismo alemán. He leído incluso libros que hoy ya no se leen. Novalis, Jean Paul, Lenz, Brentano. En suma, todos. Los románticos alemanes movieron algo en mí, más que los franceses. Creo haber saldado así una deuda con Alemania. Y esa historia totalmente desconocida de Alemania del Este me ha fascinado mucho. AK —Si viniera un visitante de SIRIO, así como lo ha descrito Voltaire. ¿Cómo explicaría a ese extraterrestre, que no sabe nada de nosotros, lo que es el cine? ¿Describiría el cine, la película o el contenido de la misma? ¿En concreto, qué diría? Un libro no es. JLG —Trataría de explicarle que existe un aparato especial, la cámara, que es una metáfora de algo antiguo. Le diría que necesitamos ese aparato para ver a la humanidad, así como necesitamos un telescopio para ver a lo lejos, o un microscopio, para ver de cerca, o lentes, para ver mejor. Diría que es un aparato que se inventó a comienzos del siglo XX y de cuyos fieles seguidores surgieron algunos artista. Pero creo que el cine ya no es ni lo que fue una vez ni lo que debería ser. Se le ha enajenado. Se le ha robado su juventud. No se ha seguido desarrollando, como si tuviera padres sobreprotectores que no quieren que sus hijos crezcan. La televisión y las comunicaciones de hoy son ese tipo de padres que en realidad no quisieron tener ese hijo. Cuando en aquel entonces, descubrimos el cine en la cinemateca, no hicimos ninguna diferencia entre los primitivos y las últimas películas. Vimos una película de Murnau o de Griffith y salíamos después a la calle. No notamos ninguna diferencia. Hoy en día, un adolescente nota una diferencia. Incluso un cineasta joven. En cambio, nosotros no vimos ninguna diferencia. ¡Vimos “Tartufo” de Molière, en cine mudo! Nosotros, que somos franceses, conocimos el texto de Molière, y vimos una película alemana muda. Y no hizo diferencia. No hacíamos diferencia entre una película muda o sonora. No es más que una diferencia técnica. Hace poco, algo me llamó la atención. Nací en 1930. Y un día me di cuenta de que, antes de mi nacimiento, mi madre sólo había podido ver películas mudas. Sobre eso nunca había reflexionado. AK —En 1945 tenía Ud. 15 años. JLG -Sí, 15 años. AK —¿Cómo vivió eso? JLG —Recuerdo muy bien la firma de los acuerdos de paz. Jugaba al fútbol, cuando alguien vino y gritó. “¡Se terminó la guerra!” Era golero y cuando en ese momento me di vuelta, me metieron un gol. AK —¿Dónde estaba Usted en junio de 1940? JLG —En Francia, en la Bretaña. AK —¿En la Bretaña? Todo el gobierno debía ir allá a construir una fortaleza. JLG —Sí. AK -Todos los franceses reciben la ciudadanía inglesa. JLG -Ninguno fue. Pero hubo un instante muy curioso, cuando Winston Churchill le propuso a Paul Reynaud crear una única nación, pero la amante de Paul Reynaud se negó. AK —¿Hubiera podido imaginase Ud. que, en 1989, en lugar de la reunificación alemana, se hubieran unido Francia y la RDA? JLG —Sí, ¿por qué no? AK —¡Los dos estados modelo de Europa! El sueño de Federico II de Prusia. JLG —Ah, sí. Es verdad, el cine no piensa históricamente. Nunca se logró que el cine transmitiera lo que es la Historia. Hubiera podido hacerlo, pero en el cine no resulta claro. Cuando, por ejemplo, se lee “Los tres mosqueteros”, uno no piensa en que una ciudad al norte de Francia fue ocupada por los españoles. Incluso cuando se habla de María Antonieta, nadie se imagina que fue austriaca. Es una vergüenza, pero uno no se la imagina así. Eso tiene motivos psicológicos. El cine no es un buen historiador. A lo sumo es un historiador sensacionalista. Para eso debería haber madurado. Y ahora es demasiado tarde.


