Nuevamente el día primero de septiembre como lo mandata la Constitución se llevó a cabo la presentación del Informe de gobierno del presidente, la ocasión es importante por muchos motivos, estimo que desde hace tiempo sería la ocasión de recuperar la esencia de este acto de gobierno republicano.
La obligación del titular del Ejecutivo Federal, de informar a su pueblo, a los gobernados, a los ciudadanos por conducto de sus representantes electos y que conforman el poder legislativo. El presidente de la Republica, asiste a informar ante el Congreso, del estado que guarda la administración, en un acto de rendición de cuentas del ejercicio del mandato del cual fue investido por el pueblo.
En la historia de México, este evento pleno de ejercicio republicano, se realizó con apego al mandato legal y constituyó en la época juarista ejemplo de colaboración entre poderes, llevando a tope los equilibrios entre poderes, sin simulaciones, ni subordinaciones de los legisladores al ejecutivo. Posteriormente, vino el vasallaje porfirista y luego en el siglo pasado, al imponerse un presidencialismo fuerte en el texto constitucional del 17, combinado con la Real Politik de un partido casi único, en donde la mayoría parlamentaria y el presidente en turno pertenecían a la misma formación política, se desvirtuó casi totalmente.
Algunos años debe tener el lector, que recuerde la liturgia creada por los últimos regímenes revolucionarios e incluso la necedad de aferrarse a ese ceremonial desgastado por los últimos gobiernos neo-liberales del viejo PRI.
El Informe anual del Presidente de la Republica, en el siglo pasado, se desarrollaba en un ambiente faraónico, donde el “tlatoani” tenía a bien dirigirse a la Nación, para hacerle conocer todas las acciones de gobierno emprendidas, las obras públicas realizadas, los desvelos y fatigas que por el bien de su pueblo había realizado el “Señor Presidente” en el maratónico acto, que solía durar horas interminables, se enumeraban, hasta el número de semáforos, metros de banquetas y jardineras construidas por el gobierno, la lectura del farragoso documento, se veía constantemente interrumpido por los aplausos del “todo México” reunido en el recinto parlamentario.
El evento, antes y después de la lectura del Informe, preveía que el presidente condescendiera a alternar con las masas y a bordo de un auto convertible, recibiera los vítores y aplausos de los acarreados de la clase obrera, los campesinos y clases populares corporativamente organizados por el partido oficial, sin descontar a la clase patronal, aunque esta acudía presurosa al besamanos posterior que tenía lugar en Palacio Nacional.
Los últimos años del siglo XX y los primeros del actual nos permitió testimoniar una descomposición de este acto de rendición de cuentas, en el cual, pendularmente, como somos los mexicanos, algunos actores políticos lo trastocaron en abuso de su fuero legislativo, y con total impunidad se dedicaron a insultar, faltar al respeto e incluso vejar al titular del ejecutivo federal en turno, hasta el extremo de negarle el acceso al interior del palacio legislativo.
En este sexenio el Presidente acostumbra denominar informe a cada acto masivo que realiza y comunica “sus logros” al pueblo por eso en este gobierno ya ha informado en múltiples ocasiones, y esta vez, debido a las crisis de salud, económica y de seguridad, se espera que tanto el Presidente de la Republica, como los legisladores, actúen con sobriedad y seriedad republicana, que respeten el luto de más de cien mil familias que han perdido a sus seres queridos por salud o por violencia, que honren sus cargos y que el pueblo de México, escuche los planteamientos del ejecutivo para salir de las crisis, los magros logros, si es que los hay, resultados de estos primeros 19 meses de gobierno y que después, los legisladores examinen, critiquen, cuestionen y en su caso resalten las acciones de Política Pública.
El régimen del presidente, estuvo en posibilidad de informar de la concreción de sus obras emblema sexenales, de la contención de la pandemia y, de los muertos y contagiados, de las víctimas de la violencia y de las dificultades en las finanzas públicas. Lo hace en un marco de polarización respecto de sus alcances y contenidos, pero debió evitar un tono triunfalista. Solo en el caso del sector agroalimentario, de un aumento en la producción, de la disminución de la balanza comercial agroalimentaria, de un crecimiento sectorial superior al promedio nacional.
Es quizá en el parte del desempeño económico, donde se encontraron los resultados más magros, aunque estos superaron el promedio del decrecimiento desde 1932, y que juegan en su contra las expectativas generadas al inicio de su gobierno. Y poco hemos de vivir, si no vemos y escuchamos, por un lado, los aplausos fáciles y por otro las críticas irreductibles sin fundamentos ni argumentos. Pero conviene tener presente, que todo lo que se opone, sostiene.