El fallecimiento de la juez Ruth Bader Ginsburg la semana pasada abre la posibilidad de que Donald Trump nomine a un nuevo jurista de corte conservador para el Tribunal Supremo antes de que se celebren las elecciones del próximo 3 de noviembre, situación que Joe Biden y los demócratas en general pretenden impedir. En estos momentos, la corte cuenta con cinco jueces conservadores y tres progresistas. Al tratarse de un cargo vitalicio, un nuevo juez conservador podría inclinar la balanza de la corte de ese lado ideológico durante al menos dos décadas, quizá más.

En un clima político tan complejo donde la polarización es lo de hoy sumado a un incierto futuro económico y sanitario, esta elección cobra una relevancia que puede marcar el futuro estadounidense.

La Constitución estadounidense dice que un presidente debe nominar a un candidato y el Senado debe aconsejar y confirmarlo. Como los republicanos tienen el control del Senado, Trump podría nominar a un juez en los próximos días y el líder de la mayoría republicana en la cámara alta, Mitch McConnell, podría presentar esa nominación a voto frente al resto de senadores antes de las elecciones. Los demócratas no podrían hacer nada para impedirlo.

Trump y McConnell ya han dicho que están dispuestos a llevar ese proceso a cabo en las próximas semanas.

Sí, la jueza Amy Coney Barrett suena desde hace años para ser una de las nominadas de Trump al Supremo. Su historial conservador, su género y su edad, 48 años, la convierten en una elección idónea para los republicanos que sueñan con una Corte consistentemente conservadora.

También ha sonado el nombre de Barbara Lagoa, jueza federal de apelaciones cubano-estadounidense.

La política ofrece revancha y hoy parece ser el tiempo de los demócratas, me explico, en 2016 a la muerte del juez Antonin Scalia se abrió una vacante en el Supremo Tribunal y el entonces presidente Barack Obama nominó al juez Merrick Garland, pero los republicanos del Senado se opusieron porque argumentaban que era año de elecciones y debían ser los votantes los que decidieran qué presidente elegiría al próximo juez de la corte. Con la victoria de Trump en 2016, el actual presidente pudo llenar la vacante de Scalia con el juez Neil Gorsuch.

Ahora, McConnell asegura que la situación es diferente porque los republicanos controlan tanto el Senado como la Casa Blanca, una situación distinta a la de 2016 cuando los partidos se dividían el control de ambos cuerpos de Gobierno.

Por esta nueva postura los demócratas han acusado a los republicanos de hipócritas, los republicanos reaccionan y como el partido conservador con una mayoría de 53 senadores republicanos contra 47 demócratas, hubieran bastado cuatro senadores republicanos en contra de confirmar a un nuevo juez antes de las elecciones para que se estropearan los planes de McConnell, pero el respaldo de los senadores; Mitt Romney y Cory Gardner a que se elija a la sustituta de la fallecida jueza Ginsburg antes de las elecciones, garantiza la mayoría necesaria para una votación histórica.

Todo indica que con el fallecimiento de la Juez Ginsburg, el tema de la Corte va a estar en el centro de las elecciones de noviembre próximo, la politización del Supremo Tribunal es un hecho. Las primeras encuestas hechas desde el fallecimiento de Bader Ginsburg, sugieren que una mayoría de votantes cree que Trump debería esperar al resultado de las elecciones antes de hacer una nominación. Según una encuesta de Reuters/Ipsos hecha este mismo fin de semana, el 62% de los encuestados piensa que el ganador de las presidenciales debería decidir quién elige al relevo de Bader Ginsburg. Cinco de cada 10 republicanos piensan lo mismo.

Y según otra encuesta de YouGov, el 51% de los encuestados cree que Trump debería esperar a la inauguración presidencial de enero de 2021 antes de hacer ninguna nominación.

En estos momentos, la Corte cuenta con cinco jueces conservadores y tres progresistas. Al tratarse de un cargo vitalicio, un nuevo juez conservador podría inclinar la balanza de la corte de ese lado ideológico durante al menos dos décadas, quizá más.

Quién ocupará la vacante de la Suprema Corte todavía es difícil saberlo, una mayoría conservadora pondría en riesgo, entre otras cosas, la legalización del aborto en todo el país tal y como se logró con la decisión de, Roe v. Wade que el Supremo tomó en 1973.

Ruth Bader Ginsburg era, es y será una de las voces más importantes en la lucha por los derechos de la mujer y la igualdad de género en Estados Unidos, el matrimonio entre personas del mismo sexo, sin duda uno de sus grandes logros.

Bill Clinton la nominó al cargo en 1993 y desde entonces ha sido una de las juezas más progresistas de la corte siendo indispensable en casos como la aprobación del matrimonio entre parejas del mismo sexo en 2015.

“Era una voz que fue capaz de observar que existen muchas barreras para lograr la igualdad verdadera, algo que cada vez se hacía más evidente conforme mujeres y hombres intentaban ocupar posiciones profesionales y de influencia de forma más igualitaria” asegura Gillian Lester decana de la Facultad de Derecho de Columbia University.

Lester también cree que Bader Gisnburg llegó a ser tan prominente gracias a su historia personal: “Su historia de probable perdedora peleona tiene un inmenso atractivo como narrativa sobre las posibilidades del individuo y el cambio social”.

Esta será una batalla más antes de la contienda del 3 de noviembre entre Donald Trump y Joe Biden.