Hay amigos a quienes se quiere. A otros se les aprecia y a unos pocos ni lo uno ni lo otro, pero ellos juran que lo son. Con los enemigos sucede lo mismo.

Les platico: En el oficio del periodismo, los amigos y los enemigos se ganan con la misma velocidad. Eso se lo escuché una vez a don Julio Scherer García, y hoy, a raíz de algo que quiero platicarles, le agregaría que con los “judas” sucede algo parecido. Arre:

Muy chavo, cuando me tocó cubrir como reportero de El Norte la invasión que ordenó Luis Echeverría en el Valle del Yaqui al final de su sexenio en 1976, al darle seguimiento a ese suceso me regresé a la CDMX en uno de los aviones de la Fuerza Aérea Mexicana que habían llevado a cientos de campesinos del sur, a apropiarse de las tierras de Ciudad Obregón, consideradas el granero de México.

En ese avión iba Guillermo Romero Martínez, sub secretario de la Reforma Agraria, que había sido enviado por su jefe Félix Barra García a atestiguar la histórica invasión.

Como el avión era un pesado Hércules de cuatro hélices, durante las casi cuatro horas del trayecto, Romero Martínez -que me tocó de compañero de fila- me dijo que solo los políticos hacen enemigos más rápido, que los periodistas.

Viene a cuento lo anterior porque a raíz de unos artículos que publiqué sobre los descarados sueldos, prestaciones, prebendas, concesiones y enjuagues que regala a su líder sindical y a su séquito, el otrora municipio modelo de México -San Pedro Garza García- me brotó de la nada un enemigo gratuito que sin siquiera ser parte de la nómina municipal, se aventó contra “el de la pluma” desde la tercera cuerda.

Sin preguntarle y sin que él tenga vela en el entierro, argumentó -para justificar la virulencia con que defiende a su cliente, el alcalde Miguel Treviño- que lo importante es la verdad y obvio, él se creyó que la ostentaba.

Es que a la maromeada nómina de ese municipio, le exhibí el COSTO REAL que representa para los contribuyentes, con sueldos nominales base en el promedio de la burocracia nacional, pero pagándoles el ISR (este impuesto debe pagarlo el empleado, no el patrón), 102% de su sueldo en prestaciones, 62 días de aguinaldo, pasivo laboral, previsiones para sus jubilaciones, servicios médicos privados distantes años luz del IMSS y del ISSSTE, gastos funerarios, lote en el panteón, becas de estudio; y regalándoles a los líderes sindicales: autos, trocas, tractores, un centro recreativo en el municipio de García, autorización para que el sindicato venda terrenos a empleados, concesiones de panteones, maternidades y el manejo del fondo de ahorro del personal para que con ese dinero de los contribuyentes, el sindicato les preste al 5% mensual de intereses.

El enemigo gratuito que DETONÓ envuelto en la bandera de la búsqueda de la verdad, es el mismo que habiendo sido mi alumno en la Universidad Regiomontana, quiso adornar su currículum diciendo que lo fue durante mis años de profesor en el Tec de Monterrey.

Ahí faltó a la verdad y esto me lo hicieron notar varios de mis alumnos y compañeros suyos en la UR: “¿A poco Pablo fue alumno tuyo en el Tec al mismo tiempo que dabas clase en la UR?”, me preguntaron.

Y les respondí: “Ni madres, ni que tuviera el don de la ubicuidad”.

Mi enemigo gratuito que según él busca la verdad, es el mismo que hace como tres meses me pasó el pitazo de que Oxxo estaba obligando a los dueños de los locales que rentan sus tiendas, a no pagarles debido a la pandemia. Usó la expresión “Oxxo está obligando”.

Hasta se dio el lujo de grabar a una empleada de esa organización sin pedirle permiso, aceptando que las tiendas de conveniencia de FEMSA estaban buscando negociar con sus arrendatarios.

Cuando le pregunté si podía mencionar su nombre, me respondió asustado: “por favor, no”.

Esa es la verdad -tirando la piedra y escondiendo la mano- con que se conduce el que exige la verdad en mis artículos sobre la nómina de SPGG.

Mira nomás que conveniencia la de mi ex alumno de la UR, que no del Tec de Monterrey.

Ese es el problema: Quienes le exigen la verdad a políticos, gobierno y periodistas, se conducen faltando a ese principio “escondiendo la mano con que tiran la piedra”.

Y al respecto, ¿saben qué hizo el alcalde de marras al leer mis artículos contra el bestial COSTO de la nómina que paga a su personal y a la forma chafa con que compra la seguridad del sindicato para reelegirse en SPGG?

Llamó al editor de uno de los medios que me publican y quiso frenar mis subsecuentes artículos sobre el tema.

A lo mejor lo consigue con uno que otro despistado que no acaba de entenderle al oficio periodístico, pero le tengo una noticia a Miguel Treviño:

Va a tener que buscar a los 57 editores de los medios que me publican todos los días en México y otros países, y rogarles que no suban mis temas sobre el desmadrito que se trae en el municipio. A ver cómo le va teniendo qué hablarles a unos en alemán, francés, coreano, italiano e inglés.

¿Qué le costaba buscarme para decirme en español su verdad sobre los hechos?

Esa petulancia de él y de su palero, los vuelve víctimas de un burdo intento por imponer su verdad.

El aprendizaje -para mí- es que los enemigos y los judas se venden gratis y se reproducen y DETONAN como gremlins en aguacero.

Exigen la verdad y maromean información para confundir. Alardean de lo que no son y no tienen. Y lo peor de todo, reitero: Esconden la mano con la que tiran las piedras.

Que Pablo honre la verdad que a mí me exige y diga su nombre en la denuncia mediática que quiso hacer contra Oxxo y FEMSA. Ups, ya casi lo digo…

Que Miguel Treviño no juegue doble; por un lado pidiéndole a uno de mis editores que me pare y por el otro enviándome mensajes a través de amigos mutuos, para reunirnos él y yo en privado. ¿En privado? ¿Para qué?

La verdad es pública y ni madres de que “off the récords”.

Último apunte sobre el tema: Pablo cierra una de sus peroratas “doctorales”, con esta expresión: “Lo hago por el gusto de honrar la verdad. Como siempre, un abrazo”.

Y desde aquí le respondo: Comienza por honrar tú la verdad que exiges; y sobre el abrazo, te diré, parafraseando lo que Dalí le respondió a Buñuel cuando éste le invitó a tomarse una copa de vino después del famoso desencuentro que tuvieron (“Qué lástima, pero no bebo): “Qué lástima, pero por la sana distancia, nada de abrazos”.

 

CAJÓN DE SASTRE

“Ya ves, por eso te digo que te cuides más de los que dicen ser tus cuates. Un amigo no tiene precio, pero los judas, sí”, me advierte la irreverente de mi Gaby.

placido.garza@gmail.com

Nominado a los Premios 2019 “Maria Moors Cabot” de la Universidad de Columbia de NY; “Sociedad Interamericana de Prensa” y “Nacional de Periodismo”. Forma parte de los Consejos de Administración de varias corporaciones. Exporta información a empresas y gobiernos de varios países. Escribe para prensa y TV. Maestro de distinguidos comunicadores en el ITESM, la U-ERRE y universidades extranjeras. Como montañista ha conquistado las cumbres más altas de América.