Por testimonio del propio escritor, sabemos que su infancia transcurrió rodeada del cariño de su madre y su abuela. Ernesto Vargas Maldonado, el padre, los había abandonado y cuando Vargas Llosa es adolescente, reapareció en la vida de su esposa e hijo. Machista, le pareció que la vida del hijo rodeado de mujeres y la vocación de escritor del joven no era cosa de hombres. Lo manda a la escuela militar Leoncio Prado y sus experiencias se relatan, al pie de la realidad, en la premiada novela La ciudad y los perros.

Al cumplir 18 años, Vargas Llosa se casa con Julia Urquidi, hermana de su madre, y años después con Patricia Llosa, prima del escritor. Saldría de la familia cuando se convierte en pareja de Isabel Preysler, (ex esposa del cantante Julio Iglesias).

Su primer matrimonio se relata de forma muy novelada en La tía Julia y el escribidor, obra publicada en 1977. La señora Urquidi vive en Bolivia y cuando esta novela se convierte en telenovela y pasa en ese país, se decide a escribir un libro con el título de esta columna: Lo que se le olvidó a Varguitas. Un buen día un alumno, que por desgracia he olvidado su nombre, porque se lo agradezco en serio, me trajo una fotocopia.

Con una redacción excelente, un ritmo novelístico y una reconstrucción de los hechos, no exenta de amor y de rabia, la Urquidi nos entrega su versión de lo sucedido.

Julia conoce al futuro escritor a los nueve años, cuando ella tiene 19. Considera, quizá retrospectivamente, que es un manipulador y que con el cariño que le tienen saca adelante sus caprichos. Cuando se vuelven a encontrar, ella es una mujer divorciada y él un joven universitario con un brillante porvenir. Se fugan y adelantan la noche de bodas sólo una noche, porque al día siguiente los casa un juez borracho. Julia destaca que “Marito” la cela en exceso.

El escritor consigue una beca y se van a España. La siguiente parte es un recorrido turístico por varias partes de Europa: Holanda, Inglaterra  Bélgica, España. Él escribe y ella trabaja hasta que Vargas Llosa obtiene el Premio Biblioteca Breve por La ciudad y los perros. Finalmente se instalan en París. Su hermana Olga les manda a una de sus hijas, Wanda, que cumple los anhelos de Julia por ser madre. Se niega, pero termina por aceptar que le envíen también a Patricia que es “grosera” y “desafiante”. El relato alcanza un climax cuando Wanda se enamora de Juan, un compatriota, y viaja a Perú para avisar a sus padres. El avión de Air France se accidenta y Wanda muere. Lo siguiente, es la negación de Vargas Llosa (como todos los maridos) de su amor por la otra. Cuando se trasmite la telenovela, Julia le escribe a Patricia una carta, que se reproduce en el libro, en que ella, más que Mario, es la culpable de la traición. El libro ya no aborda, (porque se termina de escribir en 1983) ni el Premio Nobel ni los hijos que tiene con Patricia (y que antes se negaba a tener), ni la candidatura a la presidencia del Perú, ni su doble nacionalidad, ni su nombramiento como Marqués, ni su entrada a la Academia, ni el abandono de Patricia.

Como lo apoyó sentimental y materialmente, Vargas Llosa otorga a Julia los derechos de La ciudad y los perros. Ella se considera la proveedora del hogar y la creadora del escritor, y lo presenta como un ambicioso de la fama literaria. Lo curioso es que el retrato de Rita Macedo de Carlos Fuentes es idéntico. Se quejan de haberlos mantenido y que ellos ni las gracias, persiguiendo siempre la fama, el dinero y otras mujeres.

Un detalle que desmiente, por única vez, la ideología que todos conocemos de Vargas Llosa, es que en casa de Julia y él se aloja la hermana del Che Guevara. (En el próximo minicomentario Mujer en papel, memorias inconclusas de Rita Macedo).