Influyó en tres grandes escritores: Carlos Fuentes, Sergio Pitol y Carlos Monsiváis. Estoy segura que también influyó en un texto central de la filosofía mexicana: Fenomenología del relajo, de Jorge Portilla. Fuentes le dedica un cuento de Los días enmascarados y Monsiváis le llamaba “el mejor caricaturista verbal de México”.

La obra personal de Luis Prieto Reyes es breve: Un México a través de los Prieto y una larga entrevista con Gilberto Bosques con breves testimonios de los exiliados europeos que se asilaron aquí huyendo del nazismo.

Con Porfirio Muñoz Ledo, Mario Moya Palencia, Raúl Ortiz y Ortiz, además de Fuentes y Pitol, perteneció a la Generación de Medio Siglo de la Facultad de Derecho. Fue amigo (y cómplice) de mujeres fuera de serie: Ninfa Santos (esposa de Ermilo Abreu Gómez), Juana Inés Abreu, Selma Beraud, Berta la Chaneca Maldonado y de la familia Castro Leal, que eran sus vecinos: Don Antonio, Doña Rafaela Espino y sus hijas Marcia y Paloma. (Cuando Paloma murió en un incendio, Luis se internó entre el humo para intentar salvarla y los bomberos no podían creer que a su edad –más de 80– lo hubiera intentado).

Un México a través de los Prieto comienza con las memorias de su abuelo y termina con la muerte de su sobrina, quien murió como guerrillera en el Estado de México. Uno de los capítulos centrales es una entrevista con el conservador y anticomunista Prieto Laurens, quien fue especie de jefe de gobierno de la Ciudad de México y un rato gobernador de San Luis Potosí. Luis me comentó: “Como todos los pillos, mi tío Jorge era muy simpático”. (Prieto Laurens aparece con el nombre de Olivier Fernández en La sombra del Caudillo, de Martín Luis Guzmán).

Luis Prieto perteneció al Movimiento de Liberación Nacional, con Fuentes, Fernando Benítez, Alonso Aguilar, Fernando Carmona, Heberto Castillo y Cuauhtémoc Cárdenas. Nunca dejó de ser partidario de la URSS, y el 7 de noviembre (según nuestro calendario) llamaba a nuestra casa y nos dejaba el recado en la grabadora: “Viva la revolución de octubre, viva Lenin”. Fue el inventor del juego más popular de los intelectuales en los sesentas: la tarántula. (Rita Macedo menciona este juego en sus memorias). En plena Plaza Roja de Moscú jugó a una tarántula con Yuridia Iturriaga, cuando el padre de ella era embajador en la URSS. La tarántula china era caerse unos encima de otros, pero sin zapatos.

Dirigió el centro Lázaro Cárdenas de estudios de la revolución mexicana en Jiquilpan, Michoacán. Los libros ahí publicados tenían dos rasgos: ser testimonios orales y que los que los narraban no eran protagonistas, sino gente del pueblo. Un solo ejemplo: Jaripo, pueblo de migrantes.

Como su hermanastra Margot Hofman fue compañera de generación de Margarita de Gortari de Salinas, sus hijos jugaban en la casa de Luis, en Coyoacán, cuando eran niños. Margarita y Margot fueron amigas hasta que murió Margot, ahí estuvimos con Luis en el velorio, que fue en su casa: Margarita, mi mamá, mi hermana y yo.

Luis tenía tal sentido del humor (o del relajo) que en el homenaje a Raúl Álvarez Garín en la Sala Covarrubias se le acercó Luz del Amo y le preguntó “¿Cómo sigues? A lo que Luis contestó: “Tengo cáncer hasta en la pijama”.

En varias notas se ha repetido que Sergio Pitol lo convirtió en personaje de ficción. Hay una mujer en El desfile del amor que habla como Luis, pero está inspirado en una escritora adorable que no se merece la caricatura: las iniciales de ella son M. F. En cambio, sí aparece, en Los días y los años, de Luis González de Alba. Lamentamos su fallecimiento, además de la Secretaría de Cultura, Beatriz Zalce, (hija del pintor Alfredo Zalce y viuda de René Villanueva, de los Folkloristas), la historiadora Patricia Galeana, hoy embajadora en Colombia, Francisco de Hoyos, Luis Terán, Pável Granados, mi hermana y yo.