El Estado es un hombre en grande, esto es, un organismo perfecto;
en él es encarna la más perfecta unidad.
Platón

 

Un lunes 19 de octubre nuestra vida estudiantil se conmocionó al enterarnos de la muerte del presidente Lázaro Cárdenas del Río; para muchos alumnos y alumnas del Colegio Madrid la imagen del General estuvo siempre vinculada a la fundación de nuestra institución educativa y al gran apoyo que desde siempre brindó a la República Española y a las mejores causas de la humanidad.

En la memoria de muchos de nosotros, la figura del michoacano se relacionaba con eventos de premiación, de visitas esporádicas al plantel de Mixcoac, pero sobre todo al amor que nuestras maestras y maestros generaron entre el alumnado hacia él y hacia México como país hospitalario y, entonces, libertario.

Cárdenas y su política como estadista de talla universal, moldeó la figura del quehacer político para muchos de quienes tuvimos la enorme oportunidad de educarnos y compartir una vida fincada en principios libertarios, expresados tanto en el quehacer cotidiano de la vida como en las más ejemplares acciones de aquellos seres humanos que recrearon en nuestras mentes los principios democráticos y nos alertaron ante los fracasos que provocaron la caída de esa revolución pacífica de las urnas que derrocó, a base de votos, a una monarquía desde entonces sumida en el descrédito.

Mi generación encontró en el General al hombre lúcido, siempre crítico, siempre solidario con las luchas populares, lo que nos hermanó en esos difíciles procesos que con la misma convicción, rectitud y compromiso asumió a lo largo de toda su vida hasta sus últimos días, en que en su libro de apuntes nos dejó un profundo análisis sobre dónde perdió el rumbo la revolución social y democrática que él auspició desde el poder político.

Una de las páginas más vibrantes de la historia de Cárdenas se ubica en aquel histórico grito del 15 de septiembre de 1936, cuando desde el balcón presidencial, en voz del presidente de México, espontáneo surgió su grito solidario “¡Viva la República Española!”, asumiendo en ese acto la histórica responsabilidad que su gobierno contrajo en contra de los golpistas del 18 de julio, en contra de los franquistas, y su trasnochada ideología clasista, y en contra de todos los regímenes fascistas.

Del apoyo mexicano a la República Española destacan, por su brillantez y congruencia, las acciones diplomáticas que en todos los frentes y en todos los foros él presidió, desde la protección con nuestra Insignia Patria al cadáver del Presidente Azaña hasta la atención de refugiados en campos franceses y el alquiler de buques para trasladar a los republicanos a tierras americanas.

A salvo de muerte y violencias, los refugiados españoles, judíos, gitanos y liberales de todo signo perseguidos por el mundo, encontraron siempre en México un corazón abierto a sus causas.

Coincidiendo con la definición que Platón dio al Estado, Cárdenas es ese gran hombre que encarna la unidad a favor de los mejores sentimientos de los seres humanos.