Nos duo turba sumus (Nosotros dos somos una multitud)
Ovidio.
El país atraviesa momentos difíciles, La crisis de salud pública con más de 90 mil muertes, la inseguridad con cada vez más homicidios dolosos, las recurrentes fosas clandestinas donde arrojan por centenares a ejecutados sólo es comparable con la barbarie del nazismo en la Segunda Guerra Mundial o a las guerras étnicas de los Balcanes, y ciegos de poder, quienes gobiernan buscan un sinfín de distractores, que la cotidianización de la violencia sea asimilada y aceptada sin protestas sociales y cuando se enfrentan a movilizaciones de la sociedad con torpeza buscan descalificarlas, expresando que obedecen a intereses inconfesables de la ultra derecha o de los conservadores, o a la falta de información. Se equivocan, la sociedad ha reiterado su hartazgo, quienes gobiernan tendrán que escucharla y atenderla o decidir recorrer la peligrosa ruta de la tentación autoritaria.
Las crisis cuando afectan a las Instituciones y golpean a la sociedad en su conjunto sin que desde el poder se encuentre una salida política consensuada que permita sortearla, se convierte en un problema irresoluble tal y como plantea lúcidamente JJ Linz, en su ensayo “La quiebra de las Democracias”, que leído en clave mexicana nos permite desentrañar el precipicio a que nos ha conducido el régimen vigente.
De la crisis de inseguridad es cierto no puede imputarse su génesis al actual Gobierno, pero sí sin duda alguna, reprocharle su agravamiento y una equivoca estrategia para enfrentar a la delincuencia organizada y en especial al narcotráfico, priorizando el diálogo y “los abrazos no balazos”, al conducir la política de seguridad del país. La “guerra” la está librando el Ejército violentando la Constitución; y cuando las Fuerzas Armadas son sacadas de sus cuarteles sin un marco jurídico y una planeación adecuada, sin tener claro el qué, el cómo, el dónde, el cuánto y durante cuánto tiempo, afirma Linz, se quiera o no, los Ejércitos comienzan a ejercer poder y los desenlaces suelen ser trágicos para los Gobiernos.
En la teoría, un desenlace para sortear las crisis con el Ejército ejerciendo poder en combinación con un Gobierno fallido es un golpe de Estado, lo cual en las circunstancias actuales de México resulta poco probable sobre todo por la tradición de lealtad de nuestro Ejército y que nuestro país desde el lejano 1929, no ha vivido una intentona golpista, esta opción habrá que desecharla básicamente porque nuestra Fuerzas Armadas mantienen una lealtad institucional.
Preocupa que frente al debilitamiento del Estado, crezca la posibilidad de una salida autoritaria por parte del régimen, que en su empecinamiento de no construir una hoja de ruta para regresar a los cuarteles al Ejército, sin que lo haga derrotado y que la ahora llamada Guardia Nacional integrada con policías de élite que el Gobierno mexicano tiene 19 años construyendo, lo sustituya paulatinamente y haga de una vez el trabajo que le corresponde con los 104,695 mil efectivos que la conforman y contando con un presupuesto aladinesco del cual un día tendrán que rendir cuenta. Preocupa que, en el empecinamiento de no modificar la estrategia, arribemos a los comicios del ya iniciado proceso electoral del 2021, con las Fuerzas Armadas en las calles y nos vayan a salir con que no existen las condiciones para realizar la votación en todo el territorio o en regiones importantes y, de aprobarse la malhadada Ley de Seguridad Nacional posiblemente con una declaración de estado de sitio y suspensión de garantías en varias zonas del país. Esta posibilidad de cesarismo, es la que hay que atajar e impedir.
La otra vertiente, es la insurrección popular, no una insurrección armada, sino una movilización social masiva como la que viven las naciones árabes denominada por algunos la “revolución del jazmín”, en nuestra patria, pese a movilizaciones importantes como la de 2004 o la encabezada por el poeta Javier Sicilia, o FRENA que permanece el zócalo de la ciudad de México, no parece -y es sólo apariencia- existir el suficiente fermento o levadura social que la haga crecer masivamente con una fuerza tal que le permita una remuda de Gobierno. Lo cual no quiere decir que en caso de un nuevo suceso, las cosas se galvanizan y una vez despierto y encabronado el “México bronco”, no lo para nadie.
Por todo ello, es urgente que retornemos a la ruta de la transición democrática trunca, en la cual el eslabón de la alternancia falló lastimeramente y no pudimos hacer un reequilibrio institucional. Ese nuevo arreglo institucional quizá requiera de nuevo Pacto Federal y de ser necesario hagámoslo. Somos más los ciudadanos que queremos una salida pacífica y democrática. La violencia sólo la necesita y se regodean en ella los autoritarios. Cerremos el paso a la tentación autoritaria cesarista que se vislumbra desde el poder.