Desde finales de marzo el candidato a la presidencia, Joe Biden, tomó la decisión más importante con miras a la elección, no realizar campaña al viejo estilo. No actos multitudinarios, sí a una campaña digital multiplataformas y con algunas cuantas apariciones públicas, pocas y todas ellas con no más de un centenar de personas. Fue una apuesta arriesgada, hasta peligrosa, pero a un par de semanas del día “D” parece haberle dado resultados, bueno por lo menos marcha al frente en las encuestas.

El sótano de su casa en Wilmington en Delaware se convirtió en su centro de operaciones desde ahí comandó sus operaciones por teléfono, internet y computadora.

En cuarentena desde más de 7 meses sin ver a sus principales asesores y acompañado por su esposa Jill, Joe Biden diseña, implementa y desarrolla una atípica serie de acciones para intentar derrotar a Donald Trump en las elecciones presidenciales del próximo 3 de noviembre.

En un tiempo sin Coronavirus, en el que la vida no se hubiera convertido en una película de ciencia ficción, la campaña electoral para elegir al próximo presidente de Estados Unidos estaría en plena ebullición, repleta de actos y mítines políticos con los candidatos saltando de un rincón a otro del país para hacer llegar su mensaje. Sus rostros en las portadas de los diarios, en los espacios de noticias televisivos. Campaña, campaña, campaña.

Sin embargo, la pandemia del Covid-19 ha transformado al mundo en una distopía con resultados difíciles de adivinar respecto a esta carrera electoral sin precedente. Al paso de los meses y ante los alarmantes efectos de este mortal virus se habló de mover la fecha de las votaciones e incluso hasta de cancelarlas hasta nuevo aviso.

Donald Trump, en su doble función de presidente y candidato republicano a la presidencia fue dando más tiempo e importancia a las actividades electorales, a las que le representaran un mayor número de votos. Sin embargo, su cuestionado manejo por la pandemia se levantó como un muro difícil de superar por todo el equipo que lo acompaña en busca de un segundo periodo en la Casa Blanca.

Los tropiezos en el manejo sanitario, el acelerado número de fallecidos y el imparable contagio actuaron en su contra, Joe Biden y sus apoyadores poco tuvieron que hacer, su mayor acierto fue haberse mantenido en un bajo perfil permitiendo que los fracasos, dificultades y errores de la administración Trump, actuaran en contra del candidato, del candidato Trump.

Biden ha transitado rumbo a la cita política de mayor importancia en su vida desde la soledad del sótano de su casa, sin sacar ni siquiera asomar la nariz físicamente, sólo y sólo hacerse presente en la gran red digital. Igual se le ve en Twitter, que en FaceBook, en Instagram o YouTube, ahí es donde ha actuado y claro sin olvidar los espacios televisivos, pero de eventos masivos ni hablar, uno que otro encuentro público y con todas las medidas preventivas para evitar un contagio o propagación de Covid-19.

Criticado, sin duda, acusado de miedoso, igual hasta de ya no querer ganar también, pero a pesar de todo Joe Biden se dice listo para el gran martes, ese día que de ser favorecido por los votos puede cambiar el rumbo y destino de 320 millones de personas.

El equipo digital que apoya a Biden en esta lucha por los votos está conformado por tan sólo 50 personas, entre creativos, desarrolladores, ilustradores y operadores. Se han enfrentado a los retos técnicos que a diario se viven en la red, a los ataques cibernéticos e incluso a los hackers que han buscado apoderarse de su espacio promocional, sin embargo, hasta el momento han superado todo. Incluso algunos expertos de campaña describieron las grabaciones en el sótano de Biden como demasiado “estáticas y acartonadas.

Esto preocupa a los estrategas porque Biden quedó peligrosamente detrás de Trump en métricas clave que engloban plataformas como: Twitter, Facebook, YouTube e Instagram.   “Es una batalla por el alma de internet. Y es una batalla que intentamos ganar”, dijo el sábado en Twitter, Rob Flaherty, director digital de la campaña de Biden al anunciar varias nuevas contrataciones, entre ellas se encuentra la asesora digital, Caitlin Mitchell, una importante integrante del equipo de campaña presidencial de Elizabeth Warren.

El argumento de la campaña de Biden es que los estadounidenses desean tener un líder con habilidades y experiencia para hacer el trabajo. “Él está listo para dirigir en un momento de crisis como éste y tiene la compasión y la empatía que a Trump le han faltado”, dijo Mike Gwin, director de respuesta rápida de la campaña de Biden.

El mundo del marketing político se ha redirigido a las redes sociales, al internet y en un muy bajo porcentaje a la llamada campaña por tierra.

Pero la forma en que Biden difunda ese mensaje puede ser la cuestión que defina la campaña. “Los discursos desde su sótano no serán suficientes”, alertaron los veteranos del equipo de campaña de Barack Obama, David Axelrod y David Plouffe, en un artículo en The New York Times. “Para abrirse paso y ser escuchado, (Biden) tendrá que aumentar el ritmo de su campaña, utilizar plenamente su ejército de poderosos sustitutos y adoptar un nuevo conjunto de herramientas virtuales, basadas en datos y tácticas creativas”.

La estratega demócrata, Lis Smith dijo que Biden debe dominar el género digital. “Ha habido una idea convencional durante mucho tiempo de que Joe Biden está jodido porque está atrapado en su sótano” durante la crisis del coronavirus, dijo Smith. Pero, con el colapso de la campaña tradicional, se ha visto forzado a pasar a lo digital “podría ser lo mejor que le ha pasado a Joe Biden”.

La estratega digital, Lori Coleman, del grupo DemCast, dijo que está “extremadamente preocupada” por el tardío comienzo en línea de Biden pero cree que aún podría recuperarse. “Antes del coronavirus la campaña tradicional iba a ser muy buena para Joe y no creo que estuvieran realmente bien posicionados para cambiar a una campaña más digital”, dijo Coleman.

Lo cierto es que a poco más de 15 días la ventaja de Biden sobre Trump parece ser definitiva, claro con lo definitivo que pueden ser las encuestas a pesar de los casi 13 puntos que en promedio parece llevar.