Ya es clamor en la calle: López Obrador se va a convertir en el Presidente más rico de la historia.
Y efectivamente, López Obrador ha venido revistiendo de legalidad lo que es un vil asalto a las arcas públicas.
Ya logró robarse, a través de los legisladores de Morena, 300 mil millones de pesos de 109 fideicomisos y 33 mil millones del fondo para atender enfermedades como el cáncer conocido como Fondo de Protección contra Gastos Catastróficos.
Ha venido haciendo recortes constantes al gasto en aras de la austeridad y el ahorro sin tener que rendir cuentas a nadie.
Y ahora, también quiere irse sobre el dinero que corresponde a los estados. Por eso, diez gobernadores decidieron formar un dique de contención contra el abuso de poder del Presidente de la República.
Nunca antes, un grupo de mandatarios locales había tenido necesidad de agruparse para denunciar a un gobierno que reforma la ley para asaltar al pueblo de México y quedar impune.
Aunque los gobernadores de la Alianza Federalista acusan al Presidente de tener una visión centralista —lo que es cierto—, de insultar y de no escuchar a los estados —lo que también es verdad—, lo que hay en centro de la rebelión es lo que dijo Enrique Alfaro, gobernador de Jalisco: “Nos quita lo que nos pertenece”. O como también señaló Cabeza de Vaca de Tamaulipas: Se trata del agandalle de la lana.
Detrás del recorte histórico a los recursos de los estados hay la intención de asfixiar al federalismo para imponer un modelo presidencialista autoritario donde los gobernadores y presidentes municipales queden políticamente reducidos a la nada.
Cobra entonces sentido la frase de Enrique Alfaro: “Es momento de levantar la voz ante los atropellos cotidianos de una exacerbada visión centralista que borra las agendas locales”.
La verdadera intención de López Obrador es acabar con el federalismo. Reformar el artículo 40 de la Constitución para que la República deje de ser federal y convertirla en lo que soñó Hugo Chávez para Venezuela: una república de consejos comunales donde el único que manda es el Presidente.
Al presidente le estorba la soberanía de los estados y municipios, los gobernadores y alcaldes. Es más, no está de acuerdo con las división política territorial del país. Prueba de ello, es que en sus afectos hay dos “Méxicos”, el del norte donde viven los ricos y los del sur donde están los pobres.
Si estuviera en sus manos refundaría la república para convertirla en una extensión de su rancho “La Chingada” donde la única voz que se escuchara y obedeciera fuera la de él.
AMLO anda detrás de una nueva geometría del poder sin intermediarios. Quita recursos a gobernadores para entregarlos él directamente y hacer que la gente lo reconozca como único líder.
Los gobernadores de la Alianza Federalista seguramente están conscientes de que, después de haber cerrado filas contra el presidencialismo hegemónico, López Obrador no se quedará cruzado de brazos. Que la embestida apenas comienza, que no solo les quitará recursos sino que los perseguirá políticamente.
El país nunca había escuchado a diez gobernadores llamar autoritario, arbitrario, abusivo, divisionista, sordo, mentiroso y tirano a un Presidente de la República. Y la verdad, se les agradece, porque ha llegado la hora de llamar a las cosas por su nombre.
Diez gobernadores, más los que se sumaron de Acción Nacional, pueden hacer la diferencia para construir un frente opositor al que se sumen alcaldes y organizaciones civiles para poder salvar al país de una dictadura en ciernes.
Las diez voces sonaron como una alarma en tiempos de guerra. Y el país, queramos o no, ya lo convirtió el gobierno en un campo de batalla donde estamos obligados a ir por el ladrón que robó a México la democracia.


