Entorno turbulento

Estas últimas semanas ha habido un exceso de noticias internacionales. Las de la campaña electoral estadounidense, por supuesto; y numerosas, provenientes de todos los confines de la tierra. Las primeras son objeto de múltiples comentarios, hasta la saciedad, de manera que es difícil añadir algo de interés.

Sobre el resto de las noticias, una buena parte de ellas no interesa al ciudadano común en México mexicano, por lo que, aunque haya temas que a mi sí me interesan, solo mencionaré algunos para ubicar el entorno turbulento de Occidente -de uno y otro lado del Atlántico- y de las otras potencias mundiales: China y Rusia.

En Asia el futuro político de Afganistán, ante el retiro de las tropas estadounidenses asentadas en el país —una estrategia de repliegue incluso anterior a Trump— y las negociaciones que el gobierno y los talibán llevan a cabo actualmente en Doha, no tendría mayor relevancia salvo por el hecho de su vinculación a Pakistán que es —a decir de los expertos— una pieza importante en el enfrentamiento de Estados Unidos y China por la hegemonía mundial.

Otra información internacional, que despierta poco interés en México, se refiere a la guerra entre Azerbaiyán y Armenia, en Eurasia, la región del Cáucaso. Al lado del suceso concreto y de la frágil paz que se negocia, Azerbaiyán adquiere importancia porque su gas llegará Grecia, Albania e Italia a través de un gasoducto de 4000 kilómetros, que cruza Anatolia pero no corre a través de Ucrania y el Báltico. Lo que debilita al Kremlin como abastecedor del fluido y fortalece a Turquía. Lo cierto es que la guerra, atizada por Erdogan, es -dice el periodista Luc de Barochez, experto en la región- un desafío del sultán otomano al zar ruso.

En Medio Oriente Israel es noticia “de todos los días” porque las alianzas en marcha de Tel Aviv con monarquías del Golfo estarían modificando radicalmente el escenario regional, aunque no está claro hasta dónde llegarán los compromisos judío árabes bendecidos y dragoneados por Trump, y tampoco la evolución y el desenlace del tema palestino. Sin contar con la creciente oposición y protestas contra Netanyahu, corrupto; y los problemas que le plantean los ultraortodoxos que desobedecen las reglas para contener la pandemia.

Este Oriente Medio que sigue siendo escenario de la interminable guerra civil en Siria, de la tragedia de Líbano y que -ampliado geográficamente- es también escenario de los apetitos imperiales de Erdogan, actuando como sultán otomano, con las manos metidas en Siria y en el Mediterráneo, donde provoca la furia de Chipre y Grecia, interviene en Libia y negocia con Europa —que a veces es su rehén— el tema migratorio. Escenario, por último, de una verdadera agresión económica de los Estados Unidos de Trump a Irán, con graves consecuencias para los políticos del régimen de los ayatolás.

De África también hay malas noticias: ostensibles en Mali, cuya endeble democracia sufrió en agosto un golpe de Estado, aunque la junta militar que gobierna ha ofrecido reencaminar al país por la institucional. Pero además, de hace un año para acá, hay un rebrote de grupos yijadistas que dicen obedecer al Estado Islámico o a algunas de sus franquicias en el Continente. Recuérdese, entre otros grupos a los terroristas islámicos de Boko Haram, ahora integrados en el Iswap (acrónimo del Estado Islámico en África Occidental).

¿Y Latinoamérica y el Caribe? Comienzo por la desagradable noticia de que es la región más afectada en el mundo por el coronavirus, con más de 10 millones de contagios, de los que 367,358 se tradujeron en muertes —según datos de AFP—. Estamos, además, en vísperas de las elecciones presidenciales en Bolivia, el 18 de octubre, en un ambiente de tensiones, en el que tanto el MAS, de Evo Morales y Luis Arce, su candidato, como los líderes de los otros partidos expresan temores de que haya violencia cuando se revele el resultado de los comicios. Temores que comparten la Iglesia Católica, la ONU y la Unión Europea.

Latinoamérica es igualmente noticia con motivo de la decisión de una juez en Colombia que libera al expresidente Álvaro Uribe de la prisión domiciliaria a la que estaba sometido durante el juicio en su contra por presunta complicidad con paramilitares durante el largo período de lucha del Estado contra la guerrilla de las FARC y el ELN. Uribe, un político popular, que ha boicoteado el proceso de pacificación, es favorito de Trump, y ha apoyado, a través del gobierno colombiano actual, la apropiación, por parte de un cubano estadounidense que patrocina Estados Unidos, de la presidencia del BID.

 

Utopía geopolítica 2020

La estrategia estadounidense de repliegue militar -y también político- de las regiones y temas candentes, durante el mandato de Obama, ha sido escandalosa con Trump y, según los analistas, continuaría con Biden. Lo que nos hace preguntarnos por el relevo de Washington en el papel de árbitro de los asuntos del mundo, que ha jugado desde la debacle de la Unión Soviética.

Tal situación da lugar a discusiones y análisis sobre el “relevo” y permite, incluso a los legos en la materia, hacer una prospección, proponer una utopía. Aunque no sin antes pasar una breve revista a los últimos sucesos de la campaña electoral de Estados Unidos.

Con el presidente candidato a su reelección recién salido del hospital, al que ingresó contagiado de coronavirus, sin que se tenga la certeza de estar curado, dándose baños de pueblo y echando bravatas. Ahora en un mitin multitudinario en Florida, en donde acuso al Biden de ser “socialista” y pretender favorecer a Cuba, Nicaragua y Venezuela, mentiras que compra su público —el 20% de la población con raíces en Venezuela, Cuba y otros países latinoamericanos— y también sostuvo que México pagará por el muro en la frontera. Todo esto ante el beneplácito de sus proveedores de votos, como Marco Rubio, el senador de origen cubano, protestante y rabiosamente anti Cuba.

Por otra parte, los partidarios de Trump, supremacistas blancos, blancos de modesta situación económica y bajo nivel de escolaridad y evangélicos, se hacen presentes, enfervorecidos, apoyándolo en una competencia que, si hacemos caso a las múltiples encuestas electorales y en bien del país -y del mundo- habrá de perder. Los evangélicos, según la investigación de André Gagné, profesor universitario de teología en Montréal, consideran a Trump un “elegido de Dios”.

Respecto a Biden, resulta interesante que un grupo de cristianos destacados haya decidido crear un comité de acción política con el fin de contrarrestar el apoyo que la comunidad cristiana está dando al presidente, haciéndole notar que utiliza a los cristianos “de una forma depredadora”. Interesa también señalar lo que dice The Washington Post sobre las campañas, contrastando el estilo rijoso del mandatario con lo que hace el candidato demócrata, quien el lunes 12 propuso en Ohio un plan sólidamente estructurado, de creación de empleo, energía verde e infraestructura.

El mismo Post señala, por otro lado, que por ironía, la respuesta a las alarmas de Trump sobre la no confiabilidad de las votaciones por correo, ha sido un nivel sin precedentes de votaciones anticipadas: cerca de 10 millones devotos para las elecciones presidenciales, del Senado y de la Cámara de Representantes.

En fin, que la suerte está echada.