En razón de que por la inclinación del eje de la Tierra estamos llegando a los días en que el hemisferio norte recibe menos luz del Sol, para aprovechar al máximo la disponible, se ha dispuesto que los relojes sean atrasados una hora.

En esta etapa del año la luz del Sol dura menos; de ello deriva el absurdo de afirmar que en invierno los días son más cortos; la duración de ellos es exactamente la misma. Quienes así lo afirman, aluden a la circunstancia de que el lapso de actividad con luz natural es menor.

Ese fenómeno es más notable en las regiones que se encuentran próximos a los polos del globo terráqueo. Los griegos, que lo investigaban todo, incluso la naturaleza de sus Dioses, ya se habían dado cuenta de este fenómeno; hablaban de que entre más se caminaba en dirección del norte, más cortos de hacían los días.

En nuestro país, los habitantes de Baja California, Chihuahua, Sonora dan testimonio de que lo anterior es una realidad; lo es para ellos. Mucho más necesario es el cambio de horario si se toma en consideración que sus economías están estrechamente relacionadas con la de los estados limítrofes de la Unión Americana. Son economías interdependientes. Por ello Debe existir coincidencia de horarios entre ambos y no depender de lo que se disponga en el centro del país.

El fenómeno de poca o mucha luz es casi imperceptible para los habitantes de Yucatán, Campeche, Quintana Roo o Chiapas. Para ellos las horas de luz casi son idénticas durante todos los días del año. Además, la economía de los estados colindantes como lo son Guatemala o Belice, no son determinantes para aquellos.

En el año de 2001, el actual presidente de la república Andrés Manuel López Obrador, se opuso el cambio del huso horario en el entonces Distrito Federal que el gobernaba. No dio razones, pues las que invocaron no lo fueron; cuando mucho llegaron a pretextos para pelear. Con su negativa a adelantar una hora el reloj, se dio uno de los primeros enfrentamientos que tuvo con el presidente Vicente Fox y su administración.

En aquél entonces, sin que él me lo pidiera, como un buen partidario de él, procedí a elaborar una demanda de controversia constitucional para defender su posición. En la demanda afirmé que los husos horarios son una medida, en el caso de tiempo y que el presidente de la república de la república, por sí, carecía de competencia para regular la materia. Con vista a esa fracción, mientras no existiera una ley que reglamentara la materia, no podía asumir la facultad de hacerlo. La acción presidencial era una invasión al ámbito de facultades confiadas el Congreso de la Unión.

Fundé el punto de vista sostenido en la demanda en la fracción XVIII del artículo 73 constitucional; éste determina que es facultad del Congreso de la Unión “… adoptar un sistema general de pesas y medidas”. El sistema de horas y minutos es una forma de medida. En razón de ese precepto, el único que podía determinar el cambio de horarios era el Poder Legislativo y que, mientras él no lo hiciera, el presidente de la república no lo podía hacer en su sustitución; por razón de ello no podía disponer por sí el adelantar o retrasar los relojes

La Suprema Corte de Justicia, en las controversias 1/2001 y 5/2001, declaró infundada la oposición de las autoridades del Distrito Federal, pero reconoció que era el Congreso de la Unión el facultado para legislar en la materia y que la función del presidente era simplemente la de aplicar la ley, pero no la de sustituir la voluntad del Poder Legislativo.

Todo lo anterior viene a colación en razón de lo siguiente: nuestro actual presidente de la república, tan renuente al cambio de horario en el año de 2001, en la actualidad no ha dicho nada al respecto, siendo que él, con base en la ley, goza de la facultad para hacerlo. Ahora es cuando debía de oponerse al cambio, al retraso de los relojes. Pudiera haber llegado al convencimiento de que el cambio es necesario tanto por razón de ahorro de energía, como para facilitar el intercambio comercial.

Su proceder de antes y de ahora parecen demostrar que para llegar al poder existen dos vías: una, el aspirante le juegue la gatita mansa al titular del poder en funciones; que a todo diga: sí señor. La otra, estando al margen de la clase política detentadora del poder, llevar la contra a todo aún en lo más racional o necesario. Decir no a todo, oponerse absolutamente a todo lo que haga el gobernante en funciones, sea o no racional, también suma y gana votos.

Una ciudadanía poco informada se deja convencer fácilmente por líderes intransigentes.

Lo que disponen las autoridades, en cuanto a adelantar o atrasar el reloj, es un imperativo que sólo repercute en aquellos que desempeñan una actividad o un trabajo sujeto a horario: empleados de oficinas, escuelas, fábricas o centros comerciales. Existe gente ajena a los cambios en esta materia. A los jubilados los tiene sin cuidado esa “modita”. No sólo a ellos, en alguna ocasión, al realizar una obra de albañilería en un inmueble, al reclamar al “maistro” el retraso de sus “chalanes” que no llegaban a tiempo a iniciar su jornada; con toda calma, sin voltearme a ver, me respondió: “Para los albañiles no existe el cambio de horario”.

Hay personas que llevan una vida atemporal, que no viven en función de horas o minutos, sino de tiempos de claridad o de oscuridad. En el fondo, eso pudiera ser vivir en forma auténtica y plena.