“La poesía de todo se nutre, y de la indignación
se pueden componer versos”.

Cervantes

 

Este 11 de octubre se cumplirán tres décadas del otorgamiento del Nobel de Literatura a Octavio Paz por su obra “Piedra del Sol”, poema escrito en 1957 en quinientos ochenta y cuatro versos endecasílabos en los que el mexicano demostró su capacidad versificadora, su enorme elocuencia y su profundo conocimiento del crisol histórico de una nación en constantes debates y tensiones.

La elección del jurado sueco para galardonar con el más prestigioso premio universal al poeta mexicano se fincó en el reconocimiento al proceso poético de Paz, de sus capacidades analíticas y de su profusa traducción del pensamiento en versos y en poemas.

La vida de Paz es un rico mosaico de experiencias y posturas: es el niño de difícil infancia, el rebelde apoyador de la II República Española, el intelectual disidente, el diplomático dimisionario ante la masacre de Tlatelolco y el escritor cuya madurez le alejó de todo escenario de riesgo político a fin de dedicarse de lleno a la edición, a la traducción y a la escritura.

El verso atrapado en “El laberinto de la soledad”, magistral ensayo sociohistórico sobre el pueblo mexicano, escrito en 1950, estallará vigoroso en “Piedra del Sol” (1957) y será fundamento del volumen poético “Libertad bajo palabra” (1960).

Emulando a Sor Juana, Paz organiza los versos de “Piedra del Sol” en función al número de días que para los antiguos el planeta Venus (nuestro Tlahuizcampantehcutli) transita en el firmamento anunciando, cada alba, la llegada de Tonatiuh, el Sol que hace vivir a una nación que reconoce en su fuerza el aliento de la vida y el armónico transcurrir de un tiempo sorprendente.

Paz se nutre de vivencias simples, de amores, calles y ciudades intangibles que se constriñen a habitaciones cerradas y a voces que remiten a amores permanentes y furtivos, a tiempos pasados y presentes que de forma permanente el sol recrea y revitaliza:

 

“…y el sol entraba a saco por mi

 frente,

despegaba mis párpados

cerrados,

desprendía mi ser de su

envoltura

me arrancaba de mí, me

separaba

de mi bruto dormir siglos de

piedra…”

 

La inmortalidad y potencia de “Piedra de Sol”, hacen de la escritura de Octavio Paz un legado de alcances universales, y prueba de ello fue la entrega del Nobel en 1990 a este mexicano excepcional cuya vida y obra, congruencia y divergencias, son parte fundamental de su sólida y constante recreación poética e ideológica.

Acreditando la certeza del epígrafe cervantino: Paz poeta se nutrió de todo México y su indignación fue poéticamente encauzada a favor de nuestra inmortal patria literaria.