La vida de los muertos está depositada
en la memoria de los vivos.

Cicerón

 

El magnicidio de Madero y Pino Suárez durante la Decena Trágica, al contrario de lo planeado por “El Chacal” Huerta, dio origen a un espontáneo homenaje popular realizado en el Panteón Francés de la Piedad con el fin de honrar, el 20 de noviembre de aquel funesto año de 1913, la memoria del Apóstol de la Democracia.

A partir de ese momento, los maderistas organizados en la Asociación Pro-Madero se dieron a la infructuosa tarea de buscar por todos los medios la consagración del 20 de noviembre como la fecha cívica que rememorara el inicio de la Revolución Mexicana.

El inocultable desinterés de Carranza por obsequiar tal pedimento no sorprendió ni a coahuiltecas ni a los maderistas de la Agrupación Pro-Madero, la cual tuvo que conformarse con celebrar veladas culturales y homenajes fúnebres ante la tumba del presidente asesinado.

La muerte del presidente constitucionalista en 1920 alentó a esa organización a planear un evento “oficial” en Palacio Nacional, el cual quedó desangelado al no acudir el presidente interino, Adolfo de la Huerta, demostrando una vez más el poco interés de los revolucionarios norteños hacia la figura del demócrata sobre el cual se gestaron desde el huertismo infinidad de conjeturas que pronto fueron del dominio público: perversa acción que intentó desprestigiarlo ante la historia aduciendo su interés en corrientes filosóficas y científicas muy en boga en la Francia en la que fueron educados los hermanos Madero.

La leyenda en torno a su profundo interés por lo esotérico había desprestigiado a Madero ante los mismos revolucionarios que retomaron el rumbo del país, y tal vez por ello decidieron ver más hacia el norte del continente y alejarse completamente del Viejo Continente y de “todas sus depravaciones” exhibidas desde 1917 por los bolcheviques en el más vasto imperio de aquella época.

Será hasta 1936 cuando el Congreso de la Unión integre al Calendario Cívico oficial la fecha del 20 de noviembre, reconociendo con ello la memoria del promotor del Movimiento Antirreeleccionista: Don Francisco I Madero, y la de los hermanos Serdán como precursores de la lucha armada que desembocó en la Revolución Mexicana de 1910.

En aquel contexto, el presidente Cárdenas decretó que al año siguiente se rindieran honores a dichos héroes y se organizara un desfile deportivo que destacara la calidad ciudadana de los precursores del movimiento democrático quienes, como última solución, acudieron al levantamiento armado ante la negativa porfirista de reconocer el triunfo obtenido en las urnas por Madero.

Con ello el cardenismo reivindicó la figura de Madero y reconoció a su movimiento como el detonador del proceso revolucionario mexicano, cumpliendo así con la sentencia ciceroniana de rescatar en la memoria la vida y trayectoria de nuestros ilustres héroes demócratas.