Hace más de un mes el doctor Jaime Cárdenas Gracia renunció al cargo que le había confiado la 4T. Dijo las razones que lo llevaron a tomar esa decisión extrema; ellas fueron del conocimiento del público en general.
Fue una pena. Lo fue por muchas razones. Se trataba de un profesional altamente calificado; ha sido un luchador social, no de ahora, de siempre; estuvo identificado con las luchas e ideales del actual presidente de la república. En suma, se trata de una persona plenamente comprometida con los principios ideológicos de lo que actualmente es Morena. En derecho público y, en especial, en constitucional, es una autoridad.
El hecho ameritó comentarios. Fueron elogiosos a su persona. También hubo voces de censura; se enderezaron hacia quienes, en su momento, no dieron importancia a sus advertencias, curso a su denuncia o que no rechazaron su renuncia al cargo.
Espere, en forma deliberada, a que pasara algo de tiempo para formular estos comentarios. La espera tuvo razones de ser: una, ver cuál era la reacción, inmediata y mediata, del presidente de la república que lo había nombrado para el cargo; dos, observar la reacción del dimitente; y tres, ver la naturaleza, alcance y duración de las críticas o apoyos a la actitud presidencial.
Don Jaime Cárdenas dijo las razones que lo llevaron a dimitir. No amenazó con formar un nuevo partido; tampoco se va a adherir a otro ya existente. Vuelve a la academia.
Las renuncias presentadas por algunos servidores públicos denotan descontento, inconformidad o decepción. Nunca pueden ser menospreciadas recurriendo al expediente de afirmar que los abrumó el trabajo, hubo falta de entrega o incapacidad para desempeñar la función. No se puede afirmar lo anterior en ninguno de los casos presentados hasta ahora.
Tomando en consideración los méritos del dimitente, que había estado identificado con el movimiento del que derivó Morena y su partidario desde los tiempos de persecución, esperaba se le concediera un premio de consolación o, en el peor de los casos, una despedida airosa y con agradecimiento. Me equivoqué. No hubo ni una ni otra. Sobró la maledicencia, hubo tacañería en el elogio y parquedad en el reconocimiento.
Otros, con menos méritos que él, ocupan posiciones de mayor importancia y merecen la confianza y apoyo de su jefe. Al parecer AMLO sigue viendo a los abogados como algo nefasto; o. en el mejor de los casos, como un mal necesario.
La nueva renuncia es una llamada de atención, una voz de alarma que está diciendo que algo anda mal en la actual administración pública federal. El principal preocupado y quien debe afrontar la realidad es el presidente de la república.
Si hizo una mala elección o designación de un servidor público, es su responsabilidad; si no apoyó al servidor público cuando alertó de la existencia de delitos, deficiencias o malos manejos, es una negligencia grave.
Por qué no reconocerlo, la renuncia fue un nuevo motivo de descontento. Censurar a AMLO y a la 4T, se ha convertido en el nuevo deporte nacional. Ha desplazado al futbol.
Para el presidente de la república la renuncia fue un buen pretexto para seguir hablando. Lo hace a la mínima provocación. Le restó importancia; habló de la falta de compromiso del dimitente con el encargo. Las críticas que recibió fueron las de siempre y sus autores los mismos. No duraron más de una semana. El tema no dio para más. Ya son cosas del pasado.
La renuncia puso de manifiesto algunos problemas:
Que la Fiscalía General de la República, por el exceso de trabajo, falta de recursos o por la razón que sea, está colapsada. Al parecer no cuenta con el personal para ejercer sus funciones; está imposibilitada para atender el cúmulo de denuncias que recibe.
Que según lo hizo saber el dimitente, algunos servidores públicos que trabajan en el Instituto para devolver al pueblo lo robado, tomaron en serio el nombre y, como pueblo que son, se apropiaron, para su beneficio personal, de parte de los bienes, que tenían en custodia; al parecer fueron los más valiosos. Lo mismo pudiera estar pasando en otras dependencias.
Que sobre los bienes requisados se debe tomar en consideración lo que disponen dos preceptos constitucionales: uno, el artículo 14 constitucional, que en su primer párrafo dispone: “Nadie puede ser molestado en su persona, familia, papeles o posesiones, sino en virtud de mandamiento escrito de autoridad competente, que funde y motive la causa legal del procedimiento.”
Y dos, lo mandado por el artículo 22 constitucional, por lo que hace al decomiso de bienes en los casos de enriquecimiento ilícito y de los que están sujetos a proceso de extinción de dominio; en ambos casos la competente para ordenarlos es la autoridad judicial.
Los bienes incautados, entre ellos están los dólares asegurados el chinito “Copelas o cuello”; las joyas, automóviles y demás bienes asegurados a la delincuencia organizada, no pasan, en automático al patrimonio nacional. En el caso se requiere de una declaración firme de una autoridad competente. Mientras eso no suceda, siguen perteneciendo a quienes fueron privados de ellos. Entiendo que ha habido muy pocas sentencias o resoluciones que dispongan esa aplicación de bienes.
Que, al parecer la escoba presidencial, de la que nos habló en su toma de posesión del cargo, no existe; y, si existe, todavía no entra en funcionamiento.
Que cuando el presidente dijo que iba a comenzar a barrer desde arriba, no se refirió a su gabinete, a la gente cercana a él y que ocupa posiciones importantes; nada de eso; se trataba de los ex presidentes. Supone, por alguna razón, que siguen arriba. La amenaza de enjuiciarlos reditúa bonos políticos y allega votos. La gente poco informada se deja llevar por cualquier golosina política y se espanta por la mínima humareda propagandística.
Los líderes del 68, salvo una que otra excepción, son los que usan y abusan del poder; los que se han enriquecido bajo el pretexto de ser de izquierda y velar por el bienestar de los débiles y oprimidos. Ellos, como no saben más que grillar, llegaron para quedarse. Esa es la tragedia de México.
Los priistas, en su larga estancia en el poder, no tuvieron una voz de sus propias filas que les dijera que estaban haciendo mal; que les untara sus errores. Optaron por agacharse, por guardar silencio. La 4T sí tiene voces que se oponen a sus errores y a sus excesos. Luchamos por cambiar el estado de cosas; nunca pensamos en que estábamos comprometidos para que todo siguiera igual.
Algunos nos dimos cuenta de la farsa antes de que Morena tomara formalmente el poder. En octubre de 2018, cuando vi la cadena de violaciones a la Constitución Política, me opuse a la farsa. Dije a través de Proceso: Así no se va a hacer la Cuarta Transformación.
Mi querido Jaime Cárdenas, tu cometiste el error de creerles. Jaime, hasta ahora, la 4T es más de lo mismo. Lo seguirá siendo a menos que haya un cambio radical, un golpe de timón. Aún hay tiempo para que eso suceda. Tu eres relativamente joven; tal vez a ti sí te toque ver el cambio. Yo estoy seguro de que no lo veré. Soy demasiado viejo.
Mi querido Jaime, comprendo que lo que más te ha de preocupar, no indignar o molestar, es ver que terminaron por triunfar los arribistas, los busca chambas, improvisados y oportunistas. Tu malestar es explicable, tu decepción fundada y el final, el de siempre: terminaron ganando los burócratas de la política.
Mientras no se opere un cambio radical nada bueno se puede esperar. Habrá que reconocer que no hay esperanzas. Mi querido Jaime, tanto tu como yo tendremos que hacer nuestro el dicho de Bolívar: Hemos arado en el mar.