Tocante a la relación bilateral México-Estados Unidos, el viaje del presidente López Obrador a Washington, en apoyo a la campaña de Trump para su reelección colocó en el vértice del análisis, el tema de las relaciones bilaterales y sus prioridades y, permite realizar prospecciones respecto de las acciones del actual gobierno en el tema y el énfasis que algunos aspectos tienen en ese contexto. En principio, pareciera que se optó por realizar en primer término una visita a Washington, para la firma del Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos Canadá y México para evitar críticas de corte nacionalista, y evitar verse inmiscuido en la política interna estadounidense por el proceso electoral en curso.

Al margen de consideraciones con tintes ideológicos, la realidad es que la relación bilateral con los Estados Unidos, es una prioridad política para el gobierno mexicano. La agenda por tanto de nuestro gobierno debe tener presente, que los Estados Unidos es nuestro mayor socio comercial y también nuestro mayor acreedor. Nuestras economías son interdependientes.  Y considerar que en su territorio viven y sobreviven un poco más de 18 millones de mexicanos, una buena parte indocumentados. Es por ello que para ambas naciones la relación bilateral es una cuestión de seguridad nacional.

Actualmente, el tema de la seguridad ha ocupado el lugar central de la agenda, desplazando los aspectos económico-comerciales y el de migración. Sin embargo, estos temas, deberán ser prioritarios para el gobierno si queremos salir del hoyo en el que la crisis por la pandemia nos ha arrojado, para modificar la política pública en materia de seguridad nacional y seguridad pública.

La colaboración y coordinación conjunta entre nuestro País el vecino del norte que en materia de seguridad ha sido estrecha y para muchos, subordinada a los intereses norteamericanos con la adopción de acciones conjuntas coordinadas de intercambio de información de inteligencia, de persecución de capitales negros en los circuitos financieros, de impedir el contrabando de armas y de un sellamiento en ambos sentidos de la frontera. El reconocimiento de que es un problema común, que ambos países deben atender y comprometerse en acciones coordinadas y conjuntas indicaría que se toma el camino correcto. Esos han sido los términos del discurso, la realidad, la terca realidad muy otra.

La colaboración en materia de recolección de información de inteligencia conllevó la creación de las oficinas de inteligencia binacionales (OIB) mismas que hemos venido a saber, espiaron al entonces titular del ejecutivo y al candidato del PRI, después, como seguramente fueron espiados todos los candidatos de todos los partidos y seguramente sigue siendo espiado el Presidente y todos los actores políticos principales, como los empresarios, académicos, periodistas y todo mundo, y no solo por agencias norteamericanas, sino que por los propios servicios de inteligencia mexicanos.

La subordinación del aparato de inteligencia mexicano, trajo un desorden total, ya que más de 14 agencias estadunidenses operaron libremente e incluso echaron a pelear entre sí a las instancias de inteligencia mexicana. En lo único que nuestro gobierno no cedió y no por falta de ganas sino por que generaría un rechazo tajante de la inmensa mayoría de la población fue en la actuación operativa en nuestro territorio de efectivos del Ejército estadunidense, adicionalmente que se requiere que el Congreso lo apruebe. Por eso hoy la santa indignación por el arresto del General Cienfuegos genera hilaridad dado que él mismo se entregó a las agencias norteamericanas y es de todo conocido que usó y abusó de espiar a todo mundo, incluso a su propio círculo cercano. Lo que derivó en el espía espiado.