Vienen de todas las universidades; de todas las especialidades; con todas sus habilidades, buscando en medio de las nuevas realidades plagadas de adversidades, una de las pocas oportunidades que existen en este pandémico nuevo orden mundial.

Y todos —salvo honrosas excepciones— se parecen en una sola cosa: traen en sus alforjas el producto de un modelo educativo caduco, donde sus maestros les siguen “enseñando” como si el bicho no hubiera llegado a México y al mundo para quedarse por un largo tiempo.

Les platico: Ninguna de las llamadas “máximas casas de estudio” —por ser universidades— se libra de la quema, porque me ha tocado entrevistar a chavos de todos lados: De la UANL, de la UNAM, del Tec de Monterrey, de la UDEM, la U-ERRE, la UDLA, de la de Poncho Romo (la Metropolitana de Monterrey), ¡madres!, hasta de una que otra texana.

La bronca comienza desde el momento en que me doy cuenta de que los candidatos se sientan frente a sus computadoras, tablets o celulares para sostener sus entrevistas de trabajo, como si estuvieran en uno más de los muchos zooms de “esparcimiento” que toman como remedo de las clases que les imparten sus profesores a distancia.

Es que raros son los casos de universidades que se hayan tomado la molestia de capacitar a sus docentes en la —esa sí— nueva realidad de las clases a distancia. Y a sus alumnos, menos.

Hubo una chica que cuando tuve que convertir la entrevista de trabajo en interrogatorio, me confesó que andaba de vacaciones y las preguntas que le hacía las estaba respondiendo con un polifacético —por decirlo así— kaleidoscopio donde aparecían lo mismo baños, que calles, cafés y cuartos de hotel.

A pesar de que decía “morirse” por una oportunidad, no tuvo el tino de hacerse del tiempo necesario para abordar con seriedad la que se le daba en esos momentos.

La mentada “entrevista de trabajo” se volvió un desmadre porque terminé mareado de tanto fondo que se movía atrás de ella.

Este es el tema de la forma y al referirme al del fondo, el asunto se puso más patético, porque estoy viendo que el modelo de respuesta de los entrevistados —todos entre 25 y 32 años— adolece del síndrome de la generación “Y” o de la del milenio, cuando el bicho no aparecía en el horizonte.

La clásica respuesta de estos chavos (y de otros no tan chavos) es que lanzan por delante el estribillo de que el “talento merece ser bien pagado”.

“Por eso, papá” —terminé diciéndole a uno que me tapizó con esa frase-—“¿no te has dado cuenta de que el talento abunda en estos días de pandemia como ha abundado en todos los tiempos?”

“¿No te sabes la frase de Albert Einstein de que el genio es 1 por ciento talento y 99 por ciento trabajo? O dicho de otra manera: El genio es 1 por ciento inspiración y 99 por ciento transpiración”.

La neta, después de una pasarela de decenas repitiendo como loros eso de que “el talento cuesta”, desistí de mi intento y enfoqué las baterías hacia otro segmento de aspirantes.

¿Cuál? El de aquéllos que aguantaron a pie firme la devastadora pregunta de ¿cómo te ves más, como emprendedor o como empleado?

Este fue un excelente filtro para pasar a la siguiente ronda a los pocos que eligieron la segunda, y les voy a decir por qué:

Cuando Alfa enfrentó su peor crisis en los años de 1981 a 1983, lo dirigía el ingeniero Rafael R. Páez, que en paz descanse. El presidente del mismo grupo era otro ingeniero, Bernardo Garza Sada —también que en paz descanse— y ambos se parecían en algo que les distinguía de todos los demás de su estirpe:

Buscaban empleados para sus empresas, no emprendedores, porque decían que en tiempos de vacas gordas y de flacas, los negocios necesitan de gente que aderece de sudor su talento.

Gracias a ese enfoque, ambos lograron sacar a Alfa de uno de los peores baches de su historia y entregaron a sus descendientes y a los ejecutivos que se formaron en aquél ambiente de chinga, un conglomerado de empresas que fueron referentes mundiales… durante un tiempo, hasta que sus riendas fueron tomadas por quienes revirtieron aquella filosofía y volvieron a Alfa lo que es hoy: un negocio achicado, donde el acero emblemático en que se formaron, terminó siendo vendido a los ítalo argentinos de Ternium.

Se acabó la casta formada en el sudor aderezando al talento, para convertirse en un mar donde todos se sienten que son capitanes dando órdenes —antes del bicho— desde sus aterciopeladas oficinas con pisos de alfombras de medio metro de grosor, y hoy desde sus palaciegos jales de Total Home, desde donde dan instrucciones a distancia, con fondos de libreros tras de sí, escenografiando sus sesiones de zoom.

No hace poco, en una junta de consejo de las que formo parte y que ahora se han vuelto un carnaval por aquello de que son “virtuales”, le pregunté a uno de los accionistas con apellido de pedigrí, que dónde estaban los amigos de los que tanto presumía, en estos momentos de vacas flacas en los que pocos quieren comprar.

Se quedó viendo al monitor de su pantallota de computador y el moderador entró a su rescate cambiando de tema.

Es que, amigos, ese es el tema, muchos creen que éste mundo sigue siendo el mismo, y no lo es.

Muchos piensan que los sueldotes les están esperando a la vuelta de la esquina, y no es cierto.

Muchos creen que en medio de esta pandemia, el talento salva, y no es cierto, si el talento no se adereza de sudor.

De manera un poco irreverente, a los candidatos que se han animado a buscarme en pos de una oportunidad, les digo: Si antes había qué chingarle, ahora más.

Aquel empresario que contrata y elige entre los candidatos a “espíritus emprendedores” que quieren volverse socios del negocio en el corto tiempo, se va a quedar sin chamba cuando su Consejo de Administración le pida los resultados que solo genera el que le mueve a los fierros, no el que quiere pasarse medio día en su Total Home dando instrucciones desde su Mac de lujo o desde su Iphone 12 de tres ojos.

 

CAJÓN DE SASTRE

“Amén”, dice la irreverente de mi Gaby, todavía desde su reducto en R14”.

placido@detona.com

PLÁCIDO GARZA. Nominado a los Premios 2019 “Maria Moors Cabot” de la Universidad de Columbia de NY; “Sociedad Interamericana de Prensa” y “Nacional de Periodismo”. Forma parte de los Consejos de Administración de varias corporaciones. Exporta información a empresas y gobiernos de varios países. Escribe todos los días su columna IRREVERENTE para prensa y TV. Maestro de distinguidos comunicadores en el ITESM, la U-ERRE y universidades extranjeras. Como montañista ha conquistado las cumbres más altas de América.