Estamos por terminar 2020, un año definitivamente caótico y que nos trajo múltiples enseñanzas, pero también muchos cambios en la vida cotidiana. Definitivamente esta es una era de incertidumbre, los eventos disruptivos como la pandemia que hemos vivido estarán cada vez más presentes, y habremos de tener herramientas para afrontarlos. Los próximos años prometen ser turbulentos, así que debemos pensar en ese futuro, anticiparlo y saber cómo debemos actuar.

Indudablemente, algo que se debe fortalecer en todo el mundo y, especialmente en México, son las instituciones, porque solo con ellas se podrá garantizar la democracia y la libertad de las personas. No hay que olvidar que contar con un Estado de Derecho sólido, es la clave para tener éxito y garantizar el desarrollo.

Los gobiernos que no se adapten a los nuevos cambios, y que no posicionen a sus instituciones, van a castigar a su población en diferentes ámbitos, y hoy más que nunca la gente no merece gobiernos que los obliguen a sufrir en términos de economía, de salud, y, sobre todo, que les impongan sus ideas y que no estén abiertos al diálogo.

El mundo está cambiando y estamos transitando a una nueva era: hoy lo viejo y lo nuevo están juntos, hay un acelerado desarrollo tecnológico, pues los avances se dan continuamente y nos debemos adaptar a ellos; tenemos ya una vida completamente digitalizada y esta tendencia no cambiará.

De hecho, en unos años seremos testigos de la explosión de la Inteligencia Artificial y su impacto en los humanos, pues la llamada singularidad tecnológica estará llegando en 2045 que, con lo rápido que pasa el tiempo, está prácticamente a la vuelta de la esquina. Es posible que en los próximos años podamos ver el surgimiento de tecnocracias, en las que aquellos que controlen la tecnología controlarán todo lo demás, con sus riesgos como la pérdida de la privacidad y la constante vigilancia.

Los jóvenes de hoy saben bien de esto: nacieron en una era digital, están aprendiendo de formas que nosotros no nos hubiéramos imaginado, desarrollan habilidades y capacidades nuevas porque la tecnología se los exige. Son, además, una generación que no ha visto guerras (pese a que aún existen en algunos confines del planeta), por lo que, en general, se han educado en un ambiente de paz. Su futuro será completamente distinto al nuestro.

Y ante esta nueva era, tenemos que adaptarnos para sortear eficazmente este tsunami de cambios, y no ser empujados a las rocas por una ola gigante. Esto significa que debemos evolucionar, y hacerlo rápidamente. Es una oportunidad increíble, de despertar a capacidades personales y sociales nuevas y extraordinarias, de quiénes somos y de qué podemos hacer.

Nuestro país tiene instituciones que se han forjado con muchísimo esfuerzo, con muchos años de trabajo democrático, con muchos años de conocimiento económico, mismas que deben ser intocables, como por ejemplo el INE y el Banco de México, pilares fundamentales en el desarrollo económico, político y social del país.

Debemos defenderlas y adaptarlas para que sigan persistiendo por muchos años más. Estamos iniciando un nuevo año y una nueva década, en la que debemos ser más resilientes ante los cambios, y en los que será prioritario trabajar en la construcción de un mejor México.