Divino amor (Brasil-Uruguay-Dinamarca-Noruega-Chile, 2019) de Gabriel Mascaro.
Una joven mujer, al mismo tiempo que tiene un puesto en una oficina del Estado, en la que se tramitan divorcios (posición que aprovecha para persuadir a las parejas para que no lo hagan), también es integrante, con su marido, de un grupo religioso de autoayuda para mantener la armonía matrimonial, incluso si dentro del grupo hay, se supone, no abiertamente, relaciones sexuales extraconyugales (una moral un tanto criticable). El relato distópico ocurre en 2027, cuando el cristianismo evangélico, parte de la forma de la conciencia social religiosa, ha menguado, al cristianismo católico, otra parte de la forma de la conciencia social religiosa dominante, en la sociedad brasileña contemporánea, propensa a la ideología política populista conservadora. Un conflicto surge entre la pareja y se agudiza cuando ella le confiesa, ambiguamente, a su marido que el fruto de su amor no es de él, ni de nadie del grupo al que pertenecen. La ambigüedad es aún mayor, cuando una voz infantil, fuera de cuadro (como ha ocurrido a lo largo del relato) explica que la esperada llegada del Mesías ya no es creída por nadie, mientras vemos el alumbramiento de un niño que podría ser el nuevo Mesías, nacido en una comunidad donde la familia es comunal. ¿Golpe futurista libertario exagerado, a lo Mascaro, a la familia patriarcal brasileira?
Beanpole: Una gran mujer (Dylna, Rusia, 2019) de Kantemir Balagov.
Es la posguerra en Leningrado (1945). Dos mujeres: Iya y Masha (las extraordinarias actrices Viktoria Miroshnicheno y Vasilisa Perelygina), que han combatido en el frente, contra la invasión nazi, ahora enfermeras en un hospital de rehabilitación de los sobrevivientes de la guerra, padecen severas secuelas físicas y psíquicas, difíciles de superar, impidiéndoles adaptarse, rápidamente, a la vida normal. Un drama de intensa solidaridad humana, narrado no linealmente, nos hace reflexionar sobre lo casi imposibilidad de volver a la “cotidianidad” de la paz, cuando se han padecido horrores de todo tipo, principalmente las mujeres que los resistieron, heroicamente. Nuevamente, el cine Ruso, bajo la visión de su representante en turno (Katemir Balagov) nos conduce hacia un realismo intimista, en el que la vida es tan precaria que hay quienes prefieren elegir la muerte, a seguir siendo una carga para los demás.
Gloria Mundi (Francia-Italia, 2019) de Robert Guédiguian.
La mirada de Robert Guédiguian tiene la particularidad de tratar temas sociales, con cierta libertad temática intimista, sobre las condiciones de vida de la clase media de la sociedad francesa que vive al día, con empleos temporales, desempleo, conflictos familiares, rupturas y soluciones desesperadas. Apoyado por la excelente actriz Ariane Ascaride (su mujer en la vida real) Guédiguian se da el lujo de inventar historias en las que la familia, célula de la sociedad y encarnación de la unidad orgánica de las más diversas relaciones entre los seres humanos, es el núcleo principal. En Gloria Mundi, el padre excarcelado, regresa al seno familiar, ya como abuelo, para salvarlo, sin tener idea de que se daba una oculta disfuncionalidad. Lo hace por el bien de su nieta Gloria.
Hasta siempre, hijo mío (Di jiu tian chiang, China, 2019) de Wang Xiaoshuai.
Odisea existencial de dos abnegados matrimonios de la clase obrera que pasan, sin pena ni gloria, por el devenir histórico (tres décadas) de la formación de la República Popular China, sorteando todo tipo de problemas familiares, desde su relativa juventud conyugar, hasta su triste y solitaria vejez, de uno, su alegre y acompañante vejez, del otro, pero salpicada de momentos felicidad, cuando entre ellos hay un encuentro en el que los fantasmas del pasado quedan aclarados. No se trata de testimonios heroicos, ni de exaltaciones a la grandeza, con pompas y campanas, del pueblo chino, sino de la vida común y corriente de la gente, usando una narrativa no lineal, en el que el pasado y el presente se conjugan, para darle al relato relativa ligereza (la película dura tres horas). Hay un momento de “serio humor” cuando uno de los dos matrimonios, invitado por el otro matrimonio, viaja a la Capital del País, y al recorrer la Ciudad en un Taxi, ven una estatua de Mao saludando; saludo que es respondido por el varón del matrimonio de manera sencilla y respetuosa.
Pastor o impostor (Bose Cialo, Polonia-Francia, 2019) de Jan Komasa.
No cabe duda que los polacos tienen arraigado el dogma católico hasta los huesos. Ahora, el realizador Jan Komasa, poniendo en escena un guion de Mateuz Pacewicz, replantea el asunto con advertidas variantes, que al fin y al cabo, también terminan cuestionando la condición individual frente a las condiciones sociales, frente a las reacciones de la conducta social ante la conducta individual. La moral cristiana es retada por la violencia imperante en un reformatorio, para jóvenes delincuentes y la violencia es retada por la moral cristiana imperante en un pueblo, no sujeto a la modernidad socialista (estricto control ateísta del Estado) o postsocialista (pensamiento liberal, dentro y fuera del rito eclesiástico). Queda muy claro que los conflictos de conciencia, perdón y redención no pueden ser expiados tan fácilmente, en una sociedad violenta y contradictoria, condición de la sociedad polaca, que como el dogma católico, también la trae hasta los huesos.
Lazos de familia (Sorry We Missed You, Reino Unido-Francia-Bélgica, 2019) de Ken Loach.
El veterano y admirado realizador Ken Loach continúa manteniendo la línea que siempre lo ha caracterizado: trabajar en el uso del cine social y político, para concientizar a la sociedad inglesa, principalmente, criticando a las instituciones capitalistas que inventan formas modernas de explotación del trabajo, aun cuando se diga que los explotados son gente que no es asalariada, sino que es poseedora de franquicias y que son sus propios jefes, administradores de su propios negocios, lo que no es cierto, ya que se tienen que sujetar a los tiempos y formas de conseguir dinero, al ritmo y procedimientos que les impone la casa matriz. El asunto se complica más cuando, tanto un padre como una madre, necesitan trabajar para conseguir el ingreso necesario, que solvente los gastos de la familia. Una familia que tiene un hijo rebelde, como son todos los hijos en proceso de maduración, quien provoca que la crisis económica familiar, como parte de la crisis económica en general, se acentúe más. Hay que admirar la labor de Ken Loach, quien, a sus 83 años, c:on el apoyo de su guionista de cabecera, Paul Laverty, sigue golpeando, con su cine de denuncia, al sistema capitalista de producción que se desentiende de las condiciones, sin prestaciones y sin seguridad social, en que vive buena parte de la clase trabajadora británica y mundial.


