Soberbia, cinismo, prepotencia y autoritarismo pueden usarse como sinónimos, pero en forma separada son algunos de los calificativos para definir las elecciones parlamentarias preparadas por el régimen bolivariano de Venezuela para hacerse del control de la Asamblea Nacional el domingo 6 del mes en curso. Según la versión oficial chavista, el gobierno presidido por Nicolás Maduro Moros, “recuperó” el control parlamentario al “vencer” en dichos comicios –cuestionados por la mayor parte de la oposición venezolana y 60 países extranjeros–, en una jornada caracterizada por la alta abstención. Mientras que el Observatorio contra el Fraude del 6D (seis de diciembre) informa que la participación electoral fue del 18,33 por ciento –lo que significa que menos de cuatro millones de votantes acudieron a las urnas–, la autoridad electoral venezolana dio a conocer que ese índice fue apenas del 31 por ciento, lo que supone poco más de 5,2 millones de electores, de los más de 20,7 millones que estaban habilitados para sufragar.

Tal y como la oposición esperaba –y en decenas de capitales del exterior–, el chavismo se declaró vencedor con 67.6 por ciento de los escasos votos, de acuerdo con el reporte que dio Indira Alfonzo, presidenta del Consejo Nacional Electoral (CNE). Asimismo, según el juego de porcentajes, que da un panorama distorsionado del número exacto de votos, la oposición “tradicional” apenas alcanzó el 17.95 por ciento y la disidencia de izquierda no cruzó la barrera del tres por ciento. En la lectura de estos resultados, estuvieron presentes dos de los invitados de lujo del gobierno de Maduro, los ex presidentes Rafael Vicente Correa Delgado, de Ecuador, y Juan Evo Morales Ayma, de Bolivia. El primero prófugo de la justicia condenado a ocho años de cárcel por corrupción, y el segundo perdió el poder el año pasado por fraude electoral, y después de un rescate a la “Mexicana” orquestado por el Secretario de Relaciones Exteriores de México, Marcelo Ebrard Casaubón, fue acogido por el presidente Andrés Manuel López Obrador y, como agradecimiento, a los pocos días abandonó territorio mexicano para dirigirse a Cuba y después a Buenos Aires. Hace pocos días, el dirigente boliviano pudo regresar a su país de origen porque el nuevo presidente boliviano formó parte de su primer gabinete de gobierno. Sin duda, dos personajazos. En suma, de acuerdo con el Observatorio contra el Fraude, más del 82 por ciento de los venezolanos acreditados se abstuvo de ejercer su derecho al voto.

En pocas palabras, el derrotero político de Venezuela después de estos comicios continúa incierto. Este nuevo episodio de la bolivariana república se originó hace un lustro. Hace exactamente cinco años, el 6 de diciembre de 2016, hubo elecciones en Venezuela para renovar a la misma Asamblea Nacional. En dicha ocasión obtuvo la mayoría la coalición  opositora con 109 diputados contra 55 del movimiento oficial. El 5 de enero de 2016, la oposición asumió la legislatura, pero Nicolás Maduro promovió una denuncia por desacato porque juramentaron tres diputados opositores de Amazonas que habían sido impugnados.  El 11 de enero del mismo año, el Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela declara nulidad del órgano legislativo por desacato, y se retiran de la Asamblea Nacional los legisladores del oficialismo. El 23 de enero de 2019 el dirigente de la oposición, Juan Gerardo Antonio Guaidó Márquez, líder de la Asamblea, jura como presidente de Venezuela, en sustitución de Nicolás Maduro, pero no fue reconocido internamente, pero sí por más de 50 naciones extranjeras. El 7 de marzo del presente año, un incendio destruyó información electoral. El 2 de agosto, los opositores anunciaron que no participarían en las elecciones preparadas por Maduro, por irregularidades y manejos fraudulentos. El 21 de noviembre pasado se inició la campaña electoral, y el domingo 6 de diciembre se convocó a acudir a las urnas a 20,7 millones de votantes para elegir 277 legisladores, con los resultados que se comentan en esta crónica.

Cabe aclarar que los candidatos por el oficialismo incluyeron a ex ministros, ex funcionarios de todo nivel, “los sospechosos habituales” se les llamó popularmente, así como propagandistas culturales del heredero de Hugo Chávez Frías y hasta la esposa, Cilia Flores, y el hijo del primer matrimonio de Maduro, Nicolás Ernesto Maduro Guerra (“Nicolasito”). Además, para estos comicios, el régimen cambió el sistema electoral para ampliar la Asamblea Nacional de 167 diputados a 277, argumentando que así le daría “mayor pluralidad y participación” a pesar de que se trata de una violación de la Constitución. En esa “pluralidad” se incluyen 48 diputados de una “lista nacional” recién inventada que tampoco se contempla en la Carta Magna, por la que no se puede votar, pero que aumentará escaños por cociente de participación nacional de cada partido inscrito.

En esta lista es donde las figuras más prominentes del chavismo decidieron postularse. Al frente Diosdado Cabello, el “número dos” del régimen, cómplice y hombre fuerte del partido, seguido de la inefable Cilia Flores, la “primera combatiente” y la esposa en turno. Ambos ya han sido diputados antes. Ella entre 2000 y 2011, y luego desde 2015 hasta la fecha. Y él desde 2010. Los dos han sido presidentes de la Asamblea Nacional. Eso se llama “democracia izquierdista” y no tonterías. De sobra está decir que la época de Flores como presidenta camaral se recuerda como un periodo de autoritarismo y de nepotismo: incrustó en la burocracia parlamentaria a 37 de sus familiares sin pasar por concursos públicos. “Me siento muy orgullosa de que sean mi familia y los defenderé en esta Asamblea Nacional como trabajadores”, declaró en 2008.

Según los últimos datos electorales, en la mañana del martes 8, dos días después de los comicios, el oficialismo chavista obtuvo 240 de los 277 escaños, con lo que se reemplazaría a la mayoría opositora el próximo miércoles 6 de enero de 2021.

El rechazo internacional a las elecciones parlamentarias venezolanas fue inmediato, 60 países las cuestionaron. El primer grupo internacional en manifestarse al respecto fue el llamado Grupo de Lima aunque tres de sus miembros, México, Argentina y Bolivia no participaron en la declaración. Este bloque regional, creado en 2017, para apoyar en la búsqueda de soluciones al conflicto venezolano, en un comunicado advirtió que las elecciones dominicales del 6 de diciembre “carecen de legalidad y legitimidad porque fueron llevadas a cabo sin las mínimas garantías de un proceso democrático, de libertad, seguridad y transparencia de todas las fuerzas políticas ni de observación internacional”.

Esta postura fue ratificada por los gobiernos de Brasil,Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Guyana, Haití, Honduras, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana y Santa Lucía. Posteriormente, Uruguay dijo: la votación no tuvo “principios democráticos ni garantías de transparencia”.

Por su parte, Estados Unidos de América, por medio del secretario de Estado, Mike Pompeo, en un comunicado advirtió: “la comunidad internacional no puede permitir que Nicolás Maduro, que está en el poder de manera ilegítima porque robó las elecciones de 2018, se beneficie de robar una segunda elección”.

A su vez, la Unión Europea (UE), por unanimidad, se pronunció por rechazar el proceso electoral venezolano. Los 27 estados miembros de esta organización se negaron a reconocer el resultado de los comicios. La resolución fue leída por el máximo diplomático de la UE, el español Josep Borrell. De los desplantes de Rodríguez Zapatero, el ex presidente del gobierno del reino de España, ni ocuparse, ¿para qué?

Después de denunciar que los comicios habían sido un fraude, Juan Guaidó, líder de la oposición –que sigue reconocido como presidente de Venezuela por alrededor de 60 países–, hizo un llamamiento para que los venezolanos participen en una consulta ciudadana el próximo sábado 12 de diciembre: “Lo importante no es quedarnos en nuestras casas, es prepararnos para lo que viene. La dignidad que vale es el 12 de diciembre en las calles, unidos y organizados”. “Maduro está solo una vez más. Ahora las calles se van a llenar de esperanza”, agregó el dirigente de la oposición.

Cinco días antes de las elecciones parlamentarias, Guaidó –que en Francia es reconocido con el título que se le confirió en enero de 2019: Presidente interino de Venezuela, encargado de organizar elecciones libres, misión que un año y once meses después aún no pudo concretar–, por vía de una videoconferencia en la sesión del Senado de Francia pidió el rechazo de ese país al proceso electoral que se realizaría el domingo 6 de diciembre:”la OEA, la ONU, la UE han señalado en diferentes oportunidades que estas elecciones no son democráticas y por eso hablamos de boicot desde el principio. Por eso pedimos al Senado francés y al mundo nos acompañen para organizar elecciones libres que nos permitan salir de esta crisis no solamente monetaria sino también política”.

Por cierto, poco antes de la intervención de Guaidó en la cámara alta de Francia, la OEA publicó un informe de 145 páginas –cuyo autor es Jared Genser, prestigioso abogado de derechos humanos que reclamó a la Corte Penal Internacional cumpla con su cometido–, sobre las violaciones de derechos humanos en Venezuela que describe la situación como “calamitosa”. El informe incluye detenciones arbitrarias, tortura, violación sexual, persecución, desaparición forzada, ejecuciones extrajudiciales y una lista de crímenes graves que se habrían intensificado en los últimos dos años. Se registran 18,093 asesinatos perpetrados por las fuerzas de seguridad del Estado y los grupos paramilitares llamados “colectivos”, 653 casos de tortura y más de 15,000 detenciones arbitrarias. El documento señala especialmente la violencia política contra personajes de la oposición, lo cual coincide con las denuncias de Guaidó ante el Senado de Francia, donde afirmó que existen hoy 382 presos políticos en Venezuela. Este es el tipo de régimen que algunos gobiernos, como los de México, Bolivia y Argentina no son capaces de desconocer. ¡Viva la democracia del pueblo sabio!

Mientras tanto, el presidente Nicolás Maduro, eufórico por el triunfo electoral de sus huestes, aseguró que la república bolivariana avanzó hacia una “nueva etapa” –como dijera hace poco el fundador de la 4T–, que incluye una “Reforma” de la Asamblea Nacional: “Venezuela despierta con un nuevo amanecer de paz, alegría, reencuentro y fortalecimiento de la institucionalidad democrática. Ha iniciado una nueva etapa para la reconstrucción del Parlamento y la recuperación de nuestro país. ¡Me siento orgulloso de ser venezolano!”, escribió el heredero de Hugo Chávez. ¡Pobre país! Y luego dicen que no hay coincidencias con México. VALE.