La pandemia asesina

El acontecimiento central, terrorífico e interminable, de 2020, es el coronavirus con sus millones de víctimas y su mutación, como está sucediendo en Reino Unido. Con sus héroes como Li Wenliang, el médico chino que tempranamente advirtió sobre el virus, fue silenciado por la policía y falleció contagiado por la enfermedad, y los esposos Ugur Sahin y Özlem Türeci, médicos alemanes, hijos de inmigrantes turcos, cuyas investigaciones fueron clave para fabricar la vacuna que nos salve. Y desde luego, con sus muchos héroes anónimos: los médicos y el personal de los hospitales que luchan contra la pandemia y, a riesgo de su vida, auxilian a los enfermos.

Hay, asimismo, villanos: las legiones de irresponsables entre la población de múltiples ciudades del mundo, que, al no guardar regla alguna para evitar contagios, se contagian y contagian a otros. También los ignorantes, malvados o no, que diseminan información falsa sobre el virus y la vacuna, y los gobernantes cuya imprevisión, desorganización o soberbia, les está impidiendo atacar con éxito a la pandemia: No solo Trump, sino otros gobernantes del continente y de otras latitudes lo ejemplifican.

Por fortuna hay también gobernantes que se destacan por su estrategia frente a la pandemia, que se traduce en rápida atención a enfermos, capacidad de servicios hospitalarios y cifras de contagiados y de fallecidos sustancialmente menores a las del resto de los países. Al referirme a tales gobernantes, aludo nuevamente –ya lo hice en mi artículo del 3 de mayo– a Jacinda Ardem, primera ministra de Nueva Zelanda, a Tsai Ing-wen, “la Pequeña Ing”, presidenta de Taiwán, y a la canciller alemana Ángela Merkel. Mujeres que han conjugado una extraordinaria eficacia para enfrentar al virus, con la cercanía personal a sus gobernados: “no predican, están con ellos”.

Como sabemos, la vacuna, que ya está aplicándose en el Reino Unido y Estados Unidos, desde este 27 de diciembre en los países de la Unión Europea y muy pronto también en México. Al tiempo que se desdobla –por así decirlo– en múltiples marcas producidas por laboratorios estadounidenses y de Canadá, europeos –Reino Unido, Suecia y Alemania, por ejemplo– chinos, rusos y hasta alguno de India. La Deutsche Welle enlista las marcas Janssen, Oxford/AstraZeneca, Beijing Inst. Wuhan Inst. Sinopharm, CanSino, BioNTech/Pfizer, Gamaleya Sputnik –la rusa que tiene acuerdos de cooperación con AstraZeneca– Novavax, Medicago, Sinovac, Moderna, CAMS, CureVac, AZLB, Bharat ICMR e Inovio–.

Las vacunas chinas, que han sido ya autorizadas en diversos países, entre ellos los Emiratos Árabes Unidos y otros Estados musulmanes, así como de África negra, se producirán en terceros países, conforme a convenios de transferencia de tecnología, como el de China CoronaVac con Joao Doria, gobernador del Estado de Sao Paolo, que lleva además veneno político, porque el gobernador es adversario del presidente Jair Bolsonaro, quien hace mucho “declaró la guerra” a Pekín. Aparte de que el acuerdo es una “cabeza de playa” en América Latina.

Es que las vacunas son, particularmente para el gigante asiático que las vende a bajo precio en los países de recursos modestos o que le son prioritarios estratégicamente, un arma diplomática para ampliar su influencia política y fortalecer sus intereses económicos. Ha sido el caso de los países de África negra y de los países del Mekong: Birmania, Laos, Tailandia, Camboya, Vietnam y la propia China, cuyos intereses se enfrentan a los de Estados Unidos.

En síntesis, la vacuna producida para enfrentar con éxito la pandemia asesina que, además, daña gravemente las economías nacionales, es también instrumento del soft power de China y también de Rusia, que les da prestigio, influencia política y dividendos económicos. Aunque conspiracionistas de todas partes afirmen que no sirve, hace daño y hasta que es letal, falsedades que, lamentablemente, cree más de uno.

 

No más Trump

Al ser confirmado Biden por el colegio electoral, este 14 de diciembre, como presidente electo, las pretensiones de Trump de echar atrás la elección dejan de tener el más mínimo sustento, aunque este rabie y siga maniobrando para conseguir sus objetivos. Ahora más bien, con la mira puesta en el control del partido republicano y en la elección presidencial de 2024; y para continuar azuzando a su núcleo duro, supremacistas blancos, contra su sucesor. Quizá, como dice Gérard Araud, ex embajador de Francia en Estados Unidos, una vez electo Biden, “la guerra civil americana continúa”?

El futuro inmediato en el escenario político estadounidense es la elección, el 5 de enero, de los dos senadores de Georgia en la Cámara alta, de cuyo resultado depende el control, demócrata o republicano, del Senado. De ganar aquellos, cada partido tendrá 50 representantes y en caso de empate en cualquier decisión, la vicepresidenta Kamala Harris tendrá el voto de desempate. De ganar los republicanos uno de los escaños, tendrán el control de la Cámara y Biden gobernará en condiciones muy duras, obligado en todo momento a negociar con los adversarios.

La noticia de última hora relacionada con Biden, es su conversación con el presidente López Obrador, en la que ambos abordaron el tema migratorio, haciendo énfasis en lo que yo he venido señalando “desde siempre”: el imperativo del desarrollo del sur mexicano y de Centroamérica, el Triángulo del Norte: Guatemala, El Salvador y Honduras, ¿más Belice?

Otra cuestión que ha sido –y está siendo– objeto de comentario es la de la supervivencia política del mandatario saliente, ferozmente empeñado en seguir presente y omnipotente en el escenario político estadounidense. Apoyado en el cúmulo de mentiras, comenzando por la del “fraude masivo en las elecciones que le arrebató la presidencia”, que se han tragado millones de ignorantes, resentidos y racistas, blancos mayoritariamente.

Hay quienes dicen que Trump seguirá presente acaudillando a los millones de resentidos que creen en la conspiración contra su caudillo; en cambio, hay quienes creen que el personaje, cuando ya no tenga el poder, se irá diluyendo hasta la insignificancia. Tengan razón unos o los otros, lo que pervivirá es la fractura social en la que el racismo divide al país entre los blancos, “sus propietarios originales” y las minorías multiétnicas y multiculturales que también son estadounidenses.

 

El mundo en el agonizante 2020

Los acontecimientos en el 2020 son muchos y sus protagonistas –héroes y villanos– abundan, así que me resigno a tocar solo una parte de lo sucedido y a destacar a unos pocos de sus protagonistas. En una selección arbitraria.

 

Ruido de sables en las democracias

Ruido de sables, expresión que se hizo usual desde hace un siglo para referirse a rumores o acciones que indican la posibilidad, incluso la inminencia de un golpe de Estado militar, se oye frecuentemente en Asia y África y fue realidad permanente en Latinoamérica durante más de la mitad del siglo XX, pero sería insólito hoy en Europa y los Estados Unidos.

Sin embargo, últimamente se ha oído en esos espacios: Cuando Michael Flynn, el laureado militar estadounidense, que se había coludido con los rusos en sabotajes cibernéticos a favor de Trump durante la campaña de 2016, pidió recientemente al presidente que suspendiera la Constitución, decretara la ley marcial y encomendara al ejército supervisar nuevas elecciones.

También en Europa, en Francia, el antiguo jefe del Estado Mayor de los Ejércitos, ex general Pierre de Villiers, peleado con el presidente Emmanuel Macron, se siente el general de Gaulle o Napoleón Bonaparte, con aspiraciones presidenciales; y ya contaría con el apoyo del 20% de sus compatriotas. Pero no solo Francia, sino España, ha sido escenario de críticas castrenses –altos oficiales retirados– al gobierno acusándolo de “comunista, golpista catalán y proetarra vasco”, y afirmando en un chat, que “la manera de detener esto es un nuevo alzamiento”.

Este “ruido de sables oxidados”, como califica Enric Juliana, director adjunto de La Vanguardia, a la asonada verbal de los militares españoles, y vale también para las acciones del francés y del estadounidense, no ponen en peligro al Estado, pero abona a la crispación que se respira en las sociedades de los países democráticos y puede convertirse en la perversa solución de la que echen mano los pueblos. Ejércitos y militares, cuya importancia y respetabilidad en los países democráticos es grande, no deben gobernar ni administrar el Estado.

 

Más allá de Occidente

En mi último artículo me referí brevemente a China y a Rusia, país este último que está siendo acusado por el secretario de Estado Mike Pompeo de llevar a cabo ciberataques a los sistemas políticos estadounidenses. Como también me referí, de manera un poco más amplia, a Medio Oriente: la alianza “impía” de Trump, Netanyahu y Mohamed Bin Salmán, y la carrera hacia la normalización de relaciones –las relaciones diplomáticas– de Emiratos Árabes Unidos, Baréin y Sudán con Israel.

Me referí a la estrategia de Washington y los gobiernos sunitas contra el Irán chíie y al abandono de los palestinos, dejados a su suerte frente a Israel. No amplío, por ello, mis comentarios y me concreto a informar que Marruecos se ha unido a los países que establecerán relaciones diplomáticas con el Estado hebreo, después de que Estados Unidos reconociera la soberanía marroquí sobre el Sahara Occidental.

 

El “Extremo Occidente”

Llamada así por Alain Rouquié, el diplomático francés que fue embajador en México y ha escrito interesantes estudios sobre la región, América Latina y el Caribe finalizan el 2020 en circunstancias de las que estas me parecen destacables:

Cuba en donde hoy que artistas y creadores que exigen el cese de la censura y el hostigamiento, y que haya diálogo y libertad de expresión, han podido reunirse con autoridades. Mientras Trump, que agoniza políticamente, impone sanciones a empresas turísticas de la Isla. Esperemos, como ya escribí en otra ocasión, que el gobierno de Biden reviva las iniciativas de Obama para presionar al gobierno de la Isla y ayudarlo a dar el paso definitivo a la economía de mercado y a la apertura política.

Venezuela también amerita un comentario, después de las elecciones parlamentarias, cuestionadas internacionalmente por su falta de limpieza y que, a fin de cuentas, han significado que Juan Guaidó, el último líder de la Asamblea Nacional legítimamente electo, y además reconocido como “presidente encargado” de Venezuela por unos 60 países, habría finalizado su mandato.

En tales circunstancias, la Unión Europea explora fórmulas que, sin reconocerlo como “presidente encargado”, cuente con el respaldo de Bruselas, como “el último alto cargo salido de unas elecciones democráticas”. España es uno de los países que negocian posibles fórmulas con el resto del Club comunitario; a la espera, además, de explorar iniciativas comunes con el gobierno de Biden para apoyar el retorno de Caracas a la normalidad constitucional.

 

Y el sol brilla en Europa

Mientras el absurdo del Brexit sigue amenazando con graves consecuencias económicas, de imagen para el Reino Unido, y hasta con molestias cotidianas en el tránsito entre países de la Unión Europea y las Islas británicas; y mientras los negociadores de una y otra parte buscan desesperadamente las fórmulas jurídicas para salir del tonto embrollo y de la “gran estafa al pueblo británico”, diría el recién fallecido John Le Carré, la Unión Europea da un gran paso que la fortalece como la iniciativa visionaria que es.

En reuniones maratonianas, el 11 y 12 de diciembre, que enfrentaban por lo pronto el bloqueo de dos de los países miembros del exclusivo Club, Europa aprobó un presupuesto de 1,8 billones de euros, sin precedente tanto por su volumen como por su naturaleza, pues se trata de la creación de deuda común; es decir, un presupuesto solidario. Lo que, coinciden expertos y defensores de esta Europa comunitaria, muestra que “la construcción europea ha dado un salto cualitativo”.

Los 27 Estados miembros se comprometieron, además, a reducir sus emisiones de gas de efecto invernadero, por lo menos en un 55% de aquí a 2030. Ello en vísperas del 5º aniversario del Convenio de París. Asimismo, los 27 negociaron arduamente a fin de llegar a consensos para sancionar las “acciones y las agresiones de Turquía” en el Mediterráneo. Pudieron, finalmente, llamar al orden a Polonia y a Hungría, para evitar el veto al presupuesto con el que amenazaban.

Hay que decir que, si el mérito por lo alcanzado, se debe a muchos, quien ha sido nuevamente el artífice final de estos logros sin precedente, fue la canciller alemana Ángela Merkel, mujer excepcional, que conjuga habilidad política y conocimientos y experiencia de estadista con generosidad y una moral, en congruencia con los valores europeos.