La semana que pasó nos trajo muchas noticias. Malas, buenas y pésimas. La mala: la muerte de Maradona. Qué pena. Para bien o mal era un referente en el futbol. Una buena, la publicación de la Guía Ética. La esperábamos con ansiedad. Ya puedo morir tranquilo. Las pésimas: la reforma al título cuarto de la Constitución Política: de la responsabilidad de los servidores públicos y la relativa al poder judicial de la federación.

Finalmente, la actual administración pública federal hizo algo positivo y tangible: Su Guía Ética para la Transformación de México. A partir de su publicación ya nadie podrá quejarse de que no hace nada. Los críticos de la Cuarta Transformación se quedaron sin argumentos.

Quienes no están contentos con nada la descalificaron; la tacharon de ser parte de la verborrea a la que ya estamos acostumbrados. Un refrito de lo que AMLO ha venido diciendo desde hace catorce años. A ellos les cae bien el dicho campirano: No hay grupera que les venga. Nada les gusta.

La Guía Ética, un refrito del catecismo del padre Ripalda, la Biblia, el Manual de Carreño, viene a llenar un vacío en el campo de la cursilería, el mal gusto y la intolerancia. A leguas se ve un dejo de la influencia que en sus autores tuvieron obras trascendentales como las de Corín Collado y la de Edmundo De Amicis, Corazón; diario de un niño.

Enternece que una autoridad civil hable de temas que son ajenos a su ámbito ordinario de acción:

“5.- Del amor. El amor al próximo es la esencia del humanismo.”

Qué buena idea. Nunca se me habría ocurrido. Veo un pero; no estoy seguro de que lo sea; advierto que ese manto protector y bondadoso que es el amor, que debía ser universal y ajeno a ideologías partidistas, no alcanza a los emisarios del pasado, a quienes tuvieron éxito al amparo del poder, a los encabezaron las administraciones pasadas o quienes las sirvieron. Para ellos la justicia a secas. Esto, en buen cristiano, es echar a los leones a quienes cayeron en desgracia. Sólo nos falta que toda disidencia se equipare a delincuencia organizada. En ese supuesto no sería necesario revivir el delito de disolución social.

Con la Guía Ética, la moral de un credo religioso: el cristiano, se ha incrustado en el estado mexicano; éste, desde las Leyes de Reforma de 1860, había sido laico. Está dejando de serlo; se encamina a convertirse en confesional. Sus apartados son señuelos para distraer a la opinión pública poco informada. En el fondo son sueños guajiros. Bien decía el profeta: “…vuestros viejos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones.” (Joe,l cap. 2, v. 28).

La Guía Ética es un contrasentido. Lo es de principio a fin. “Evitemos imponer ‘nuestro mundo’ al mundo de los demás. Eso es precisamente lo que pretenden hacer los autores de la Guía y quien los encabeza.

Se habla de que la edición consta de ciento ochenta mil ejemplares; si hacemos cuentas, a como están las cosas, si cada ejemplar salió, por lo bajito, en cincuenta pesos, estamos hablando de nueve millones de pesos tirados a la basura. Es un best seller que nadie va a leer.

De internis nemo iudicat nadie puede juzgar la intención interna. Cada quien ama u odia a voluntad, nadie puede obligar a otro a hacerlo. La acción del Estado no alcanza las cosas íntimas.

En el fondo, la publicación de la Guía es parte de lo mismo: no soltar el micrófono.

 

Presidente de la república e inmunidad

El otro tema, el de las inmunidades. Los legisladores nos salieron con la novedad de que el presidente de la república nunca podrá ser procesado. No lo dice así la letra, pero lo grita el trasfondo de lo aprobado. En una colaboración que publiqué hace algunos meses en Siempre!, aludí a los defectos de la iniciativa de la que derivó la reforma. En ella, por lo que toca al presidente de la república, dije

“El proyecto de reforma aprobado la semana pasada por le Cámara de Diputados es demagogia, pura y corriente; dice lo siguiente:

“Durante el tiempo de su encargo, el Presidente de la República podrá ser imputado y juzgado por traición a la Patria, hechos de corrupción, delitos electorales y todos aquellos delitos por lo que podría ser enjuiciado cualquier ciudadano común.

Para proceder penalmente contra el Presidente de la República, sólo habrá lugar a acusarlo ante la Cámara de Senadores en los términos del artículo 110. En este supuesto, la Cámara de Senadores resolverá con base en la legislación penal aplicable.”

Los autores de la reforma, aparte de ignorantes y serviles, son chistosos. Lo mismo puede decirse de los diputados federales que la aprobaron.

Son ignorantes por cuanto a que dado el principio de igualdad ante la Ley y de que, por el hecho de que México es una republica y no una monarquía, como irónicamente lo sostenía don Daniel Cosío Villegas, en nuestro país no hay ciudadanos comunes; tampoco hay ni se reconocen los títulos nobiliarios (art. 12 constitucional); todos somos iguales, incluso los mal llamados servidores públicos.

También son ignorantes por razón de que no supieron lo que aprobaron. Señores diputados de la oposición, por su irresponsabilidad, se han metido un autogol. ¿Tienen idea de lo que aprobaron? Lo que hicieron es exculpar al actual Presidente de todos los ilícitos en que pudiera incurrir durante su sexenio. ¡Nunca podrá ser juzgado!

Son serviles por razón de que incorporaron la terminología que el actual Presidente de la República ha venido usando en sus discursos y declaraciones; también por razón de que únicamente están queriendo quedar bien con su actual jefe y darle carta de inmunidad para la eternidad.

Me falta decir por qué considero que quienes elaboraron el proyecto y lo aprobaron son chistosos: lo son por que, en general, actúan como payasos. Saben perfectamente que un Presidente de la República en funciones, durante el tiempo de su encargo, cuenta en ambas cámaras con más de la mitad de los miembros de ellas; o, en el peor de los casos, con una tercera parte. De esa manera, difícilmente una denuncia podrá prosperar en la Cámara de Diputados y, si eventualmente prosperara, nunca alcanzaría las dos terceras partes de los votos de los senadores que son necesarios para aprobar una sentencia condenatoria. Una tercera parte es capaz de impedir la aprobación de una sentencia condenatoria de parte del jurado de sentencia.

Los senadores de Morena ahora y los de cualquier partido, antes y después, aunque el Presidente en funciones sea culpable, nunca emitirán su voto de manera imparcial; siempre lo harán por motivos políticos y en observancia de la disciplina partidista. Será declarado inocente a pesar de existir evidencias de las que derive su responsabilidad; no lo condenarán a pesar de que él mismo se declare culpable. Terminará por imponerse el principio de solidaridad. El caso reciente del impeachment seguido a Donald Trump lo demuestra.

Existe otra posibilidad, al no reunirse la mayoría de las dos terceras partes de los senadores presentes requerida, el Presidente de la República en ejercicio, sea quien sea, siempre resultará absuelto por más culpable que sea y, vista el principio de que nadie puede ser juzgado dos veces por el mismo delito, nunca más podrá ser encausado.

Lo que están proponiendo los legisladores es absolver al actual Presidente de futuras acusaciones para cuando abandone el cargo. Por más que se le pretenda enjuiciar, nunca va a prosperar un juicio.

Los diputados aprobadores de la iniciativa, nos quieren vender la idea de que a partir de la reforma todos seremos iguales ante la ley, incluyendo a los servidores públicos. Falso. La realidad es que con su proyecto están consolidando la irresponsabilidad como forma de gobernar.

Los hechos de corrupción pueden ser graves o leves; en el proyecto, sin distinguir, se establece una regla general inaceptable y no funcional. De aprobarse por el Senado y por las legislaturas de los estados, esa Cámara, a partir de que la fecha en que la reforma entre en vigor, se la pasará ejerciendo funciones de jurado de sentencia, con abandono de las facultades de cámara colegisladora y con desprecio de las responsabilidades que tiene conferidas de manera exclusiva.”

Ahora reitero: la reforma tiende un manto de inmunidad al presidente de la república y, de paso, a todos los servidores públicos. Los mexicanos nunca vamos a ver una. No se vale.