Por Paulina Axotla Flores

El pasado noviembre, las empresas Pfizer y Biontech anunciaron que su vacuna contaba con el 95 por ciento de efectividad para prevenir la enfermedad del COVID-19. Muchos vimos este anuncio como la primera noticia que nos daba esperanza para superar la pandemia global que sufrimos en la actualidad. Sin embargo, muchos otros vieron este anuncio como un movimiento claro en el tablero geopolítico que representa el sistema internacional. Las vacunas contra el COVID-19 no solo son un instrumento de procuración de salud pública, dentro de los contextos nacionales de los países del mundo, sino que representan una herramienta que cambiará el flujo del poder.

Entre campañas universales de vacunación, cuestionamientos éticos y la consolidación de la segunda ola de la pandemia, los países viven la pandemia desde perspectivas políticas profundamente contrastantes. En primera instancia, vemos que el presidente Donald Trump presionó a la FDA para la aprobación de la vacuna de Pfizer en medio de la definición del ganador de las elecciones de Estados Unidos. Dicha estrategia nos hace pensar que el presidente actual está buscando cambiar la opinión pública ante un escenario político complicado. Sin embargo, los resultados de esta acción aún están por definirse. Estados Unidos sigue siendo unos de los países más afectados por el COVID-19, no solo en el aspecto de salud, sino que también en los ámbitos social y político.  Cada vez son más prominentes las protestas de diferentes grupos conservadores en donde se niega la gravedad de la pandemia, pero también se ha consolidado  la fuerza de la oposición demócrata ha retomado su poder frente un escenario electoral a su favor.

En caso de Brasil, la pandemia también se ha convertido en una coyuntura política. Siendo el país más afectado en Latinoamérica, no hay claridad respecto al plan del presidente de inmunizar a las del 70 por ciento de la población brasileña. Varios periódicos nacionales calificaron al mandatario como incompetente ya que durante el transcurso de la crisis se ha dedicado a desestimar los riesgos de la enfermedad y de sus efectos económicos en la población. Esto ha tenido un gran impacto frente a la contienda electoral que tienen el presidente con João Doria, gobernado de São Paulo. Entre ensayos clínicos guiados por la compañías chinas, la muerte de voluntarios y los muchos comentarios de presidente respecto a la pandemia la población brasileña no tiene confianza en su gobierno y una profunda incertidumbre por lo que vaya a suceder.

Del otro lado del mundo, Australia se ha convertido, junto con Nueva Zelanda y Singapur, en ejemplo de control del COVID-19. Si bien, el gobierno impuso medidas estrictas para la mitigación de contagios, los ciudadanos australianos cooperaron fueron ejemplo de cooperación y resiliencia. La ciudad de Melbourne impuso a sus 5 millones de habitantes un confinamiento de 110 días para controlar la segunda ola de contagios, permitiendo que en el mes de octubre se registraran días en donde no hubo ninguna incidencia que reportar. Este tipo de iniciativas se les sumó que la Universidad de Queensland incursionara en la elaboración de una vacuna australiana, sin embargo, este esfuerzo se vio sumergido en polémicas y desconfianza ya que algunos voluntarios que recibieron la dosis durante ensayos clínicos dieron falsos positivos en pruebas que VIH.

Finalmente, Japón también ha presentado contrastes en el manejo de la pandemia. Por un lado, la alcaldesa de Tokio, Yuriko Koike, mencionó recientemente que, con la vacuna, se prevé que se puedan realizar los Juegos Olímpicos en junio de 2021 ya que se podrá vacuna a la mayoría de la población para ese mes. Contrastantemente, Japón se encuentra en medio de su tercera ola de contagios y con el registro del mayor número de contagio por jornada.

gran lección que nos ha dejo la pandemia del COVID-19 es que el poder no se ha detenido a pesar de las circunstancias que afecten a la población. Frente a diferentes adversidades que exigen su urgente resolución, los mandatarios de los países que conforman el sistema internacional ha cambiado las reglas del juego. Dentro de este gran tablero de ajedrez que representa el mundo, el que tenga la primera jugada serán quien defina toda la partida. A pesar de que algunos países han sabido confrontar la pandemia mejor que otros, no se puede negar que quien se lleva el peor castigo de este juego son las poblaciones que sufren de esta enfermedad. Ante este escenario, las siguientes jugadas definirán al mundo.

 

La autora es profesora y egresada de la Facultad de Estudios Globales, Universidad Anáhuac México, Campus Sur.