El 1 de marzo de 2000, el Maestro Raúl Anguiano me regaló, dedicó y firmó (“Para mi amigo Enrique Zamorano. Afectuosamente. R Anguiano”) la memoria de la exposición Raúl Anguiano (72 Monotipos, 7 Linóleos, 1 Aguafuerte, 2 Punta seca, 1 Dibujo al bistre y 3 Litografías), montada en el Museo Nacional de la Estampa, el 4 de diciembre de 1992, México, D.F. Aparte de las fotografías de 30 Monotipos y una del Maestro, en su estudio, mirándonos (tomada por Daisy Ascher), viene el conciso comentario “LOS MONOTIPOS DE RAUL ANGUIANO” de Antonio Rodríguez que a la letra dice:
“Hace precisamente un año, por ocasión de la muestra de Raúl Anguiano en el Museo Nacional de la Estampa, tuve la grata oportunidad de hablar, acerca de este gran artista, en el Catálogo que sobre él entonces se publicó”.
Disponiendo de un espacio mínimo, necesario, queremos ahora recordar con verdadera emoción, algunos aspectos de su actividad como grabador, que en él nada deben al pintor de caballete, al muralista y hasta el escultor. En efecto, el aguafuerte de Leda boca arriba o boca abajo, solo se distinguen, en la técnica -no en la calidad estética del Retrato de Julia Crespo o de Alfa Henestrosa; así como el Nacimiento y muerte, de su época goyesca, no se queda atrás, en audacia creadora, de la Venus de Lespugne. Artista que tanto le atrae el constructivismo picassiano de la Música como la reinvención del hombre en las más remotas fantasías, Anguiano viaja de técnica en técnica a fin de arrancar, al grabado, sus más recónditos secretos como lo demuestra La Posesa (a manera de Los Caprichos, de Goya, El Campesino asesinado, tan fiel al expresionismo figurativo del Taller de Gráfica Popular (fundado por Anguiano, Méndez y otros, en 1937) o Las Dolientes, que tanto tiene de homenaje a Orozco. Hemos señalado que Raúl Anguiano es un verdadero grabador a quien esta forma de expresión debe el dominio de múltiples de sus técnicas. La litografía en blanco y negro y a color, el aguafuerte y el aguatinta, la punta, el linóleo y el grabado en madera, el buril y otras. En la exposición que actualmente presenta en el Museo Nacional de la Estampa, Raúl Anguiano exhibe varios monotipos con diferentes temas: El pintor u su modelo, Leda y el cisne. La Celestina, Sátiro y ninfas, El rapto de Europa, Desnudo, Salomé, y muchas otras. Estos grabados merecen una mención especial por lo que su técnica ofrece de particular y de limitativo. De limitativo, por el hecho de sólo permitir una reproducción.
Se trata de un grabado puesto que se imprime por medio de una lámina entintada (con tinta de grabar) y dibujado por un “palito” de madera afilado, pero, repetimos, sólo se puede imprimir una vez; porque, con una sólo impresión basta para alterar el dibujo.
De una manera muy general se puede decir que el acto de grabar, por este procedimiento, consiste, en cubrir la lámina metálica con la ya referida tinta de grabar; dibujar con el ya mencionado “palito” de madera e imprimir.
El resultado es la reproducción en negro de la parte entintada y en una línea blanca, muy pura y luminosa del trazo abierto con el “palito”, en la parte cubierta de tinta. Esto obliga a una gran fluidez del trazo que destaca como una línea blanca del conjunto poderosamente negro. El toro, por ejemplo, en el Rapto de Europa, o el cisne en el juego sensual con Leda aparecen, así, como el instante de luz y vida, captados para la eternidad por el gran artista. Como el nombre lo denuncia, cada uno de estos monotipos es único; pero justifica su unicidad por el tipo de belleza -luz en lo más cerrado de la noche y estremecimiento vital en el más apaciguado reposo del cuerpo humano- que el autor de la imagen metaforizada de La Tierra (el bello cuadro de caballete del artista) sabe encontrar para sus armoniosas paradojas estéticas. Con estos grabados, que en parte son la versión, en otra técnica (el aguafuerte) de Leda y el cisne reafirma Anguiano la capacidad, cada vez más notoria y evidente, de extender sus dotes de arista por los caminos más amplios y fecundos de la Creación, ya sea comprometida o libérrima.”
Después de leer el comentario de Antonio Rodríguez, encontré la siguiente definición de monotipo: “Impresión tomada de una plancha de metal en la que se ha pintado con colores al óleo, de tal modo que sólo se obtiene un ejemplar bueno. Este procedimiento fue usado ocasionalmente por G. B. Castiglione (1616-1670), William Blake (1757-1827) y Edgar Degar (1834-1917), entre otros.
Debo confesar mi fascinación por los monotipos eróticos de Raúl Anguiano, sobre todo los que tratan el tema Lada y el cisne. Según la mitología, Leda era esposa de Tindáreo, rey de Esparta. Zeus, el dios supremo, se enamoró de ella y se le apareció en forma de cisne y la poseyó. Leda puso dos huevos, de uno nacieron Clitemestra y Cástor, y del otro Helena de Troya Pólux. Las narraciones varían en cuanto a la paternidad de estos hijos, ya que se decía que Leda durmió con su marido la misma noche que con Zeus; con frecuencia se dice que el último par eran los hijos del dios. El bosquejo de Miguel Ángel y la pintura perdida, de 1530, que muestrea a Leda abrazando eróticamente al cisne, fueron la base de varias punturas. La pintura de Correggio del 1534, aproximadamente, enfatiza de manera similar la naturaleza sexual del encuentro. El tratamiento anterior del tema por parte de Leonardo da Vinci, que en la actualidad está perdido, pero existe en copias de otros artistas, muestra a Leda parada con el cisne, mientras sus hijos juegan en el suelo. Incubados en huevos.
El tratamiento del tema por Raúl Anguiano es más que sensual, es tremendamente erótico, en el que el impera el reino de la voluptuosidad, en toda su magnificente belleza. Los monotipos son único e irrepetibles.
Revisando la lista de las obras, que viene en la memoria, se mencionan 8 monotipos de la “Serie Leda y el cisne”, de los cuales sólo aparecen 3. Con ellos ilustro el presente comentario.
En la obra erótica del Maestro Raúl Anguiano, no nada más encontramos monotipos. Es tan extensa que podría publicarse un monumental libro, en el que se mostraran todas las técnicas a las que recurrió. Podría realizarse una Serie de Programas para la Televisión sobre el tema. El gran realizador Alexandr P. Dovjenko escribí: “No se puede pintar una gran tela disponiendo únicamente de un pequeño pincel. Para hablar en imágenes, un guion debe estar escrito con las dos manos: una que tenga un pequeño pincel para dibujar cuidadosamente los ojos, las pestañas; la otra un gran pincel para pintar con amplios trazos los inmensos espacios, las pasiones, los movimientos de masas”. Así era Raúl Anguiano.