Con cada inicio de año, también llegan las predicciones para los siguientes 12 meses por venir. Las hay de todos los tipos, desde las que repiten algunos temas –a pesar de que no se han cumplido–, pero los autores y sus entusiastas difusores buscan que con base a la repetición éstas se cumplan, hasta las que buscan ser originales y anunciar algo grandioso que no llega a darse.

Pero hay otros elementos que se presentan de manera constante en las predicciones que se presentan al cierre de año, uno de estos es el vaticinio de un terremoto –que siempre incluye la palabra “devastador”– en alguna región poblada, de preferencia cerca de una falla geológica como la de San Andrés.

Otra constante, es el aviso de la muerte de alguien famoso, ya sea del ámbito de la música, el cine o el arte, algo que sin duda se dará dada la costumbre de los seres humanos a morir al cabo de algunos años de vida. Que atinen al nombre y el mes preciso, es otro cantar.

Otra más es la que relaciona con algún accidente, preferentemente de aviación, con muchos muertos, aunque también puede ser en alguna carretera o en tren, pero se trata de algo que muy probablemente suceda de acuerdo a las estadísticas, algo que no recuerdan los entusiastas de las predicciones.

Otra constante, que ha tomado impulso en años recientes, es la llegada de seres de otros mundos, algo que en teoría cambiaría nuestra concepción del mundo y de las religiones, pero que no se ha dado a pesar de los vaticinios en este sentido y del entusiasmo que despierta la idea entre muchas personas.

El gran aliado de buena parte de estas predicciones es la corta memoria de la gente, quienes olvidan lo vaticinado un año antes o que se dan a conocer luego de que algo sucede, como gustan hacer algunos autocalificados videntes.