Estamos en una época en la que todo el conocimiento acumulado por la humanidad se hace a un lado por una serie de creencias. Un ejemplo es el grupo que defiende que la Tierra es plana, sólo porque creen en esa teoría y a pesar de que uno de sus más conocidos defensores murió al intentar demostrar su creencia.

Otro grupo es el de los antivacunas, quienes se oponen a esta medida de salud por una creencia en aspectos que se ha demostrado científicamente que no son ciertos.

Pero no se puede dejar de lado a quienes creen que no se llegó a la Luna, que los OVNIS son de origen extraterrestre o de otra dimensión o del futuro, que nuestros cuerpos vibran, que hay tratamientos milagrosos que curan enfermedades, que un grupo secreto domina al mundo y un largo etcétera de creencias que se han vuelto conocidas gracias a los medios de comunicación y redes sociales.

Una de las causas para que este tipo de creencias avancen y se mantengan en la mente de muchas personas, es que se trata de ideas simples que suelen ser compartidas con facilidad entre mucha gente, en contraste con la explicación científica, que regularmente necesita de mucha información y tiempo para surtir efecto y ser comprendida.

Es claro que entre creer y conocer hay un abismo de diferencia, pero a muchos esto no les importa y basta con que un conocido les diga algo para que empiecen a creer, incluso a pesar de que la idea pueda ir en contra del sentido común.

En un mes en el que se pide a todos creer que vendrán tiempos mejores, también es necesario que se pida conocer mejor lo que nos rodea, pues no basta con un simple acto de fe para cambiar la realidad, sino del conocimiento para hacerlo.