De cómo enfrentar las epidemias, desde la antigüedad ha sido común observar la presencia de dos elementos: uno, tomarlas como un castigo de los Dioses, cualesquiera que ellos sean; y el otro, la necesidad de que sea el gobernante en turno quien busque el remedio o procure la solución.

Se presenta una variante. En algunos reinos, para poner fin al mal, se consideró necesario un sacrificio expiatorio; durante algún tiempo sirvieron de víctimas los miembros de alguna minoría religiosa o racial. Con el tiempo, al avanzar la civilización, las costumbres se suavizaron, el ser humano susceptible de ser sacrificado se cambió, se recurrió a un substituto: un animal; de ahí la frase chivo expiatorio. La obra de James G. Frazer: La rama dorada refiere el proceso seguido y las formas en que se presentaba.

En el caso del Covid-19, fueron pocos los ministros de los cultos que atribuyeron a causas divinas al mal o que predicaron el arrepentimiento como solución. Por lo general no pretendieron llevaron agua a su molino. Estamos en plena secularización. Lo que es una buena noticia.

Existe un cambio en la mentalidad de la gente. Con sorpresa, pero con alegría, vimos que en el caso del Covid-19 que nos afecta, la ciudadanía no atribuyó su causa a la ira divina; tampoco buscó la solución para aplacar su ira a través de un sacrificio o de actos de expiación. En un principio fueron los chinos el objeto de nuestra maledicencia. Al ver la gravedad de la situación, más que buscar culpables, optamos por ponernos a salvo del mal mediante el aislamiento; se exigió el uso del cubre boca y se buscaron vacunas para prevenirlo y remedios para curarlo.

A pesar de que existe una nueva organización política y de que la presencia de los órganos del Estado se ha reducido, en algunos países, en menor o mayor grado, subsiste el segundo elemento, el que impele a los habitantes a esperar que sea el gobernante en turno el que procure una solución a la epidemia. En esto no han cambiado mucho las cosas; seguimos dependiendo de la acción de los órganos del estado. Es a los titulares del poder a quienes se pide y exige una solución.

Los que predijeron el fin del Estado/gobierno o, cuando menos, la disminución de su acción, se equivocaron. El poder político sigue tan vigente como hace tres mil años, por decir una cifra.

Lo anterior es cierto a pesar del papel preponderante que en el mundo moderno tienen algunos particulares influyentes o poderosos y las organizaciones internacionales. Han hecho acto de presencia para auxiliar y financiar acciones las grandes empresas y los filántropos.

La literatura y la historia nos refieren historias interesantes.

Según lo narra La Ilíada en su canto I, los aqueos plantaron un sitio frente a Troya; este hecho, en parte mítico y en parte histórico, tuvo lugar en el siglo XII antes de la era actual; en ese caso, quien provocó la ira del Dios Apolo, el que con sus flechas llevó la peste que diezmó a lo sitiadores, fue Agamenón, el comandante de las huestes aqueas; él mismo, obligado por sus soldados, fue quién buscó la solución y procuró una cura. Satisfecho que fue el agravio, el Dios se aplacó y la peste desapareció.

Como comenté otra colaboración (Diotima de mantinea, del amor y de la peste), ante el primer brote epidémico que se presentó en Atenas en el 440 antes de la era actual, fue Pericles, autoridad de la ciudad quien recurrió a Deotima de Mantinea para diferir, no acabar con la enfermedad.

Anteriormente, en el siglo VI, los atenienses habían recurrido a un poeta cretense de Gnosos, de nombre Epiménides para que pusiera fin a una epidemia. Ese es el mismo a quién se cita en una carta atribuida al apóstol Pablo, dirigida a Tito; es ese poeta quien, refiriéndose a sus paisanos, dijo “Los cretenses son siempre mentirosos, malas bestias, vientres perezosos.” (cap. 1, v. 12). Este pasaje también ya lo comenté en otra colaboración anterior (Siempre! 3432: Cretenses y milesios, p. 38).

El termino epidemia también ha evolucionado; en un principio “Epidemía: significa en realidad <<llegada o estancia en un lugar>>. Es, por tanto, el viaje y residencia del médico en una ciudad extranjera.” (Tratados hipocráticos, V Epidemias, nota 1, p. 45, Gredos). Es con posterioridad que el término adquirió el significado que actualmente tiene (Idem, nota 91, p. 65).

Volviendo al tema de la responsabilidad que recae en los gobernantes de hacer frente a una epidemia y de encontrar una solución, el texto de la antigüedad más conocido, es el que aparece en la tragedia Edipo rey de Sófocles.

La obra tiene como escenario las gradas que se hallaban frente del palacio del rey de Tebas; en él habitaban Edipo y Yocasta, su esposa y madre. Una epidemia diezmaba a la ciudad; acababa con la vida de seres humanos, animales e, incluso, de plantas. Frente la tragedia, un coro de ancianos y jóvenes, en actitud suplicante, se presentó ante su rey. Hizo uso de la palabra el sacerdote de Zeus. El texto de la petición es claro y terminante.

“La ciudad, como tú mismo puedes ver, está ya demasiado agitada y no es capas todavía de levantar la cabeza de las profundidades por la sangrienta sacudida. Se debilita en las plantas fructíferas de la tierra, en los rebaños de bueyes que pacen y en los partos infecundos de las mujeres. Además, la divinidad que produce la peste, precipitándose, aflige la ciudad. ¿Odiosa epidemia, bajo cuyos efectos está despoblada la morada Cadmea, mientras el negro Hades se enriquece entre suspiros y lamentos! …

Pero ahora ¿oh Edipo, el más sabio entre todos, te imploramos todos los que estamos aquí como suplicantes que nos consigas alguna ayuda, bien sea tras oír el mensaje de algún dios, o bien lo conozcas de un mortal. Pues veo que son efectivos, sobre todo, los hechos llevados a cabo por los consejos de los que tienen experiencia. … Que de ninguna manera recordemos de tu reinado que vivimos, primero, en la prosperidad, pero caímos después; antes bien, levanta con firmeza la ciudad. … Pues, si vas a gobernar esta tierra como lo haces, es mejor reinar con hombres en ella que vacía, que nada es una fortaleza, ni una nave privada de hombres que la pueblen.” (Sófocles, Edipo rey, 24 a 57, Gredos).

Edipo, como una autoridad responsable, informó a los suplicantes que ya había adoptado las medidas que según los tiempos eran las pertinentes (58 a 77).

En esta materia hemos evolucionado poco. Seguimos considerando que es la autoridad civil la que debe procurar una solución a las epidemias. Las variantes son el papel que la Organización Mundial de la Salud tiene, la existencia y papel que en la investigación y elaboración de vacunas tienen de los grandes laboratorios y las aportaciones que en efectivo hacen los filántropos.