Centenario de la SEP

Al triunfo de la Revolución, José Vasconcelos fue el primer Secretario de Educación Pública. Uno de sus logros fue la publicación de los clásicos que, estoy segura, fue idea y selección de Julio Torri. (Don Julio fungía como secretario particular, como él decía, “de Pepe”). Las Escuelas de Arte al Aire Libre, bajo la dirección de Alfredo Ramos Martínez, recreaban al natural paisajes rurales y rostros indígenas, por eso se establecen en lugares entonces apartados, como Chimalistac o Xochimilco. (La primera estaba en Santa Anita, pero fue en la época de Victoriano Huerta). Ahí surgieron artistas de la talla de Leopoldo Méndez, Gabriel Fernández Ledesma, Ramón Alva de la Canal o Fernando Leal. Las famosas “misiones culturales” estaban formadas por un artista, un maestro y un médico, estos dos últimos ahí se establecían, uno para alfabetizar, el otro, para curar. Según la región fuera agrícola, minera o de pesca etc., se enviaba un experto en cada menester para enseñar a los habitantes mejoras en su tipo de producción. María de Jesús, esposa de Pablo O´Higgins nos relató en mi seminario de la UNAM cómo fue a oír una conferencia de O´Higgins y finalmente se casó con el pintor para toda la vida.

 

Centenario del muralismo

El proyecto artístico más ambicioso de la SEP de Vasconcelos, fue, sin duda, el muralismo mexicano. Al menos, de sus arcas surgió el pago, casi nunca puntual, como se queja Fermín Revueltas, para los pintores. Adriana, hija de Vicente Lombardo Toledano, colaborador de la revista Siempre!, me dijo, y creo que tiene razón, que su padre era director de la Preparatoria cuando presentó el proyecto del muralismo que reunía varios pintores comunistas, que compartían la ideología de Lombardo, como Diego Rivera, Siqueiros o Fermín Revueltas. En efecto, lo que los millennials conocen como el Museo de San Ildefonso fue para las generaciones anteriores la Prepa Uno.

 

Ermilo Abreu Gómez

Guy, hijo de un hacendado, es un niño que destila bondad y a través de sus ojos azules, claros como los de Don Ermilo, conocemos a Canek, un indio. En este libro, que linda con la poesía, se cuentan episodios de la vida de estos dos personajes. El niño se siente un estorbo para su familia y el indio se ve igualmente marginado por los blancos. Abreu Gómez, y muchos con él, lo considera su mejor libro. Para él, la literatura no es sólo un arte, un logro estético, y prueba de ello es que ha escrito que en Canek manifiesta todo su dolor por el sufrimiento de los indios.

A nadie le queda duda que, aunque obra de un escritor culto, en sus palabras resuena la cosmovisión y la forma de los libros sagrados de los mayas: el Popol Vuh y los Chilam Balam. Se explica, por ejemplo, cómo las arenas de mar y las estrellas, que el niño no puede contar, conducen, propuesto por Canek, al concepto de la inmensidad. Asistimos a la caza de un venado que cuando Canek tensa el arco, el niño, por no dar muerte al animal, no trajo las flechas. Muerto el pequeño, Canek se convierte en rey de los indígenas y les declara la guerra a los blancos, de tal modo que el texto narra la leyenda y la historia de la rebelión de Jacinto Canek

Se cumplen 40 años de la muerte del autor de Canek, un clásico de la literatura nacional. Abreu Gómez sostiene que las mejores páginas se perdieron por culpa de Ninfa Santos, entonces su esposa. (Cuando sea el aniversario de Don Ermilo voy a contar lo que me relató (tal como lo recuerdo) Juana Inés Abreu, un personaje ella misma fuera de serie, sobre la historia de sus padres).