!Uf! Lo que muchos dudaban es posible que se haga realidad: Donald John Trump, no solo perdió la reelección —por abrumadora mayoría—, sino que será sometido por segunda vez en el Congreso de Estados Unidos de América (EUA), al proceso del impeachment, caso único en la historia de la gran potencia. La Cámara de Representantes, de mayoría demócrata, liderada por la inquebrantable Nancy Pelosi, en histórica sesión vespertina del miércoles 13 de enero de 2021, hizo historia con el voto de 222 demócratas y 10 republicanos a favor, frente a 197 republicanos en contra del proceso, y cuatro abstenciones. En este proceso es evidente la división republicana.
Esta historia todavía no llega a su punto final. La moraleja de este truculento episodio es que nunca hay que menospreciar —mucho menos despreciar— al contrario, por más desvalido que parezca. Donald John Trump —que siempre presumió de no ser un político profesional, condición que muchos estadounidenses creyeron ideal para ocupar la Presidencia del “último imperio”— sin embargo, asumió que en su país el titular del Poder Ejecutivo era superior a los otros dos poderes. Se equivocó garrafalmente. En la Unión Americana, pese a sus evidentes deficiencias, hay un gobierno con pesos y contrapesos que ha funcionado democráticamente y que, se quiera o no, ha servido de ejemplo para muchos países de la Tierra. Por su cantada condición “antipolítica”, y por sus excesos personales, el magnate se sintió al margen de todas las reglas, no las respetó, amén de mentir a todas horas. En la lucha por el poder despreció a la incansable representante californiana Nancy Patricia D´Alessandro Pelosi (26 de marzo de 1940): suponiendo que no era un adversario de peligro. Nunca hay un enemigo pequeño. Ahora ya lo sabe. La abuela Pelosi le demostró al todavía hoy Presidente de EUA el peso del Poder Legislativo. La peor ofensa para el soberbio showman, el macho alfa (sobre el que pesan muchas acusaciones de carácter sexual por mujeres ofendidas) fue que lo “venció” una débil octogenaria, la abuela que se la jugó hasta el final. El pueblo estadounidense tiene una deuda con Nancy Pelosi.
El presidente Donald John Trump, que dejará la Casa Blanca en una semana, el próximo miércoles 20 de enero, será juzgado por “incitación a la insurrección” tras el salvaje asalto de sus huestes al Capitolio el miércoles 6 del presente mes. En la votación de la Asamblea de Representantes, diez republicanos hicieron causa común con la mayoría demócrata liderada por Nancy Pelosi. La era Trump termina con el cuarto impeachment en la historia de EUA. El magnate se convierte en el primer mandatario sometido dos veces a este proceso, pero a diferencia del juicio por el “escándalo” de Ucrania, en esta ocasión el caso abrió severas grietas entre los republicanos, “los suyos” que ahora lo abominan. Esta votación fue el paso previo a la destitución definitiva, que ahora pasará —en su momento— al Senado. Antes de que esto suceda, el (des)gobierno de Donald Trump fenecerá al mediodía del 20 de enero, el mismo día de la asunción de Joseph Robinette Biden Jr., Joe Biden, como 46 presidente de USA, y de Kamala Harris como vicepresidenta, la primera mujer que ocupa el cargo en la Unión Americana.
El único cargo contra el presidente Trump es el de “incitación a la insurrección”. La resolución afirma que “puso en grave peligro la seguridad de Estados Unidos y sus n instituciones. Amenazó la integridad del sistema democrático, interfirió en el traspaso de poderes y puso en peligro otra rama de gobierno. De ese modo, traicionó la confianza depositada en él como presidente, en perjuicio manifiesto del pueblo de EUA”.
Sin duda alguna, el Partido de Abraham Lincoln, el Republicano está en crisis nacional. Ningún otro de los mandatarios que han sido objeto de juicio político en el pasado había recibido tantos votos en su contra. Andrew Johnson, en 1868, y el propio Trump en 2019, no tuvieron ninguno. Bill Clinton, en l998, tuvo cinco. En esta ocasión, tras ocho horas de debate, y una semana de conmoción nacional (y mundial), una decena de representantes pusieron el hierro. Pasan a la historia.
Del 6 de enero, al día que se aprobó el juicio político, miércoles 13, EUA vivió jornadas imborrables, en medio de una mortal pandemia que no tiene fecha de caducidad. El mundo entero no olvida —ni mucho menos los estadounidenses—, que el Día de Reyes que celebran los católicos de la Tierra fue cuando las hordas dirigidas por Trump irrumpieron con sorprendente facilidad —que las autoridades ya investigan— en el Capitolio en los precisos momentos que los legisladores certificaban la victoria del demócrata Joe Biden en las elecciones presidenciales. Donald Trump las animó a irrumpir en la sede del Congreso y “luchar como un demonio” contra unas elecciones que les “habían robado”, sin que mediara prueba alguna. En el ataque murieron cinco personas, entre las que se encontraba un policía que recibió fortísimo golpe en la cabeza con un “fire extinguisher”, un apagafuegos que le lanzó uno de los “terroristas nacionales” que calificó Hillary Clinton. La sesión tuvo que suspenderse y los parlamentarios tuvieron que esconderse, porque eran blanco señalado por los atacantes. Si los llegan a tomar como rehenes quién sabe cuántas víctimas más hubiera habido. Dominada la invasión, la sesión se reanudó horas más tarde ya terminó en la madrugada. EUA sintió durante minutos infinitos la presencia del “fantasma de un golpe”.
Nancy Pelosi, la presidenta de la Cámara de Representantes, intervino en el pleno diciendo que “esos insurrectos no eran patriotas, pero no aparecieron de la nada. Fueron enviados aquí por el presidente con palabras como “pelear a muerte”. Las palabras importan. La verdad importa. Rendir cuentas importa”. Y, agregó: “el presidente veía a los insurrectos no como enemigos de la libertad que son, sino como el brazo ejecutor de un objetivo terrible, el objetivo de perpetuarse en el poder. El objetivo de anular la voluntad del pueblo. El objetivo de acabar, por medio de un enfrentamiento feroz y sangriento, casi dos siglos y medio de nuestra democracia”.
Cabe aclarar que, a diferencia del impeachment de 2019, abierto por las presiones de Donald Trump a Ucrania para que el gobierno de ese país interfiriera para investigar unos polémicos negocios millonarios de un hijo de Joe Biden, ahora la administración saliente no armó una defensa legal. Caso raro, la Casa Blanca está muda, sin haber preparado una ofensiva para proteger al que ya se va.
En una semana Trump ya no será presidente. Biden y Harris serán los titulares del Poder Ejecutivo. A decir verdad, todo lo que rodea este impeachment es fuera de serie, que ya de por sí es un proceso extraordinario. La fase en la Asamblea de Representantes votó solo una semana después de los sucesos del Capitolio, sin mediar una investigación previa, sin comparecencias ni testigos. Lo que sucedió en el escándalo de Ucrania tomó más o menos tres meses. En esta ocasión se resolvió en pocos días, en gran medida porque los delitos que se le imputan a Trump se cometieron a ojos de todo mundo, en una larga lista de mensajes publicados en Twitter o en discursos grabados y retransmitidos directamente en todo el planeta.
Trump ya está formalmente acusado. Falta por saber la fecha en que Nancy Pelosi llevará el caso al Senado, que es donde se realiza el juicio y se vota el veredicto. Ya que el Senado está en receso, es seguro que el proceso tendrá lugar con Trump ya fuera de la Casa Blanca. No tendrá lugar inmediatamente. Primero es que Biden aterrice y comience su administración en forma, aprobando los nuevos cargos del gobierno. Luego se atenderá el caso Trump. No será un asunto simple. Tampoco esrá muerta de entrada la destitución en la Cámara Alta. La razón es que en otra decisión insólita, en un tiempo ya de por sí sorprendente, el equipo del poderosos líder senatorial republicano, Mitch McConnell, ha filtrado a varios medios estadounidenses que no va a bloquear el juicio político, y que deberá leer los cargos con atención.
En este punto resaltan los malos tratos de Trump con los senadores republicanos a los que veía como sus “servidores”. McConnell no le perdona a Trump que les costara no sólo la Asamblea de Representantes y la Presidencia, sino también el Senado en la segunda vuelta de las elecciones en Georgia mantenida un día antes del ataque al Capitolio. En los corrillos republicanos circula la versión que Trump quería que los republicanos perdieran el Senado para decirles después que “conservar la Presidencia es más importante que nunca”, algo que de hecho dijo en redes sociales antes de que le suspendieran el servicio de las mismas.
El veredicto de culpabilidad no será sencillo, pues se requieren dos tercios de los senadores. El Senado está empatado: 50-50. El desempate lo dará ahora le vicepresidenta Kamala Harris. Así, los demócratas necesitarán ahora los votos de hasta 17 miembros del Partido Republicano. Pero, su líder, Mitch McConnell, ha expresado su satisfacción por el proceso como una oportunidad de purgar al partido de la influencia de Trump, de acuerdo con algunas fuentes citadas por The New York Times. Según algunos asesores del dirigente republicano, otrora incondicional del magnate, los senadores podrían votar acto seguido inhabilitar a Trump para no poder ocupar cualquier otro cargo público, lo que liquidaría su intención de volver a presentarse en 2024, como lo había insinuado hasta ahora.
A una semana de la toma de posesión de Biden, Washington se encontraba bajo altas medidas de seguridad. El ambiente es tenso, sobre todo porque la Federal Bureau of Investigation (FBI: Oficina Federal de Investigación) informó que había posibilidad de movimientos de protesta, incluso con gente armada, en varias capitales del país. Bloques de hormigón cierran los ejes principales del centro de la capital estadounidense, enormes barreras metálicas rodean muchos edificios federales, incluida la Casa Blanca, y la Guardia Nacional está desplegada en todas partes.
Todo el país y buena parte del mundo está a la expectativa de la toma de posesión de Joe Biden justo en las escaleras del Capitolio, como históricamente ha sucedido durante muchas décadas. Así terminará la nefasta era Trump. VALE.