No hay plazo que no se cumpla y el que estaba pendiente entre el Reino Unido y la Unión Europea (que todo mundo conoció como el Brexit) finiquitó el 31 de diciembre de 2020, después de un largo matrimonio entre Bruselas y Londres de 47 años. El 1 de enero de 2021 los Veintisiete miembros restantes de la UE y el RU dieron paso a una nueva relación entre la capital británica y el centro administrativo de la comunidad europea. Los embajadores del bloque comunitario dieron el lunes 28 del mes pasado la luz verde por unanimidad al acuerdo de Nochebuena negociado por el ejecutivo comunitario con Londres y al día siguiente las capitales europeas formalizaron su aquiescencia antes de las 15 horas del mismo martes. Es esas jornadas de intenso estudio del documento de 1,246 hojas, nadie se opuso al trabajo realizado por el negociador europeo, el francés Michel Barnier y su equipo. De tal forma, el viernes primer día del nuevo año entró en vigor de manera provisional el tratado que regula la nueva relación entre las partes. El Brexit se había concretado.

Así las cosas, el United Kingdom comenzó el año como país “independiente” por primera vez en casi media centuria con nuevas reglas fronterizas, importantes desafíos económicos y profundas divisiones de toda clase. Por ejemplo, de ahora en adelante ya no habrá la libre circulación de personas entre las dos orillas del Canal de la Mancha. Los ciudadanos de los 27 países europeos necesitan visas para trabajar o estudiar en instituciones británicas, aunque quienes residían en el país antes de la separación conservarán mayoritariamente sus derechos.

El asunto es que el Reino Unido estrena salida de la UE sin estridencias, aunque con nubes en el horizonte, solo el 3 por ciento de las empresas admiten estar preparadas para el cambio. Los analistas advirtieron, sin embargo, que habría que esperar hasta el lunes 4 —exactamente cuándo se escribe este reportaje—, cuando el Eurotúnel y el puerto de Dover recuperaran su volumen de ocho mil camiones diarios, para comprobar el impacto del fin del periodo de transición del Brexit. La “cuesta” de enero serviría también para calibrar el efecto real de la salida de la UE para los británicos: el fin de la libertad de movimientos y circulación de mercancías.

Tan solo el 3 por ciento de las compañías afirman estar preparadas para la nueva situación y un 84 por ciento aceptan que hace falta “mucha más claridad” por parte de la administración británica sobre todo el papeleo necesario, de acuerdo con una encuesta de la plataforma del sector, Haulage Exchange.

Las dificultades pronto se hicieron evidentes. Poco después del primer ferry de la compañía Stena Line que partió del puerto de Holyhead en Gales rumbo a Irlanda. Además, por lo menos seis trailers tuvieron que emprender la travesía de vuelta a Reino Unido con toda su carga por no haber cumplido con los documentos necesarios para pasar por la aduana de la UE (además de pagar una multa de hasta 300 libras esterlinas o 337 euros). En Irlanda del Norte también hubo confusión sobre las nuevas reglas. Los supermercados lograron un “periodo de gracia” de tres meses para el envío de alimentos desde Gran Bretaña, extendido también a última hora para el envío de paquetería.

Como sea, al ser efectiva la separación entre el RU y la UE la confusión en los trámites fue evidente. No obstante que Irlanda del Norte forma parte del territorio aduanero británico, Belfast tiene que cumplir de facto con los requisitos de la UE en sus puertos de entrada, para proteger la integridad del mercado único e impedir el retorno a la frontera “dura” en la isla. Decena y media de funcionarios comunitarios estarán pendientes para que estas disposiciones se cumplan.

Las autoridades británicas marcaron, por su parte, hasta diez “puntos calientes” de posible disrupción tras el final del periodo de transición del Brexit y puso en marcha planes de contingencia para el trasladado urgente de alimentos y medicinas en caso de bloqueo de los puertos. Sin embargo, el colapso originado durante los primeros siete días por el cierre temporal del Canal de la Mancha, ante el temor desatado por la nueva cepa del coronavirus, sirvió de antídoto en el inicio del año cero del Brexit.

Por otra parte, en cualquier caso, se ignora cuántos de los 50,000 nuevos agentes de aduanas prometidos por Londres estén en sus puestos desde el 1 de enero. Los datos más recientes los dio hace tres semanas en el Parlamento Boris Johnson, que, como siempre, trató de no ponerse en evidencia: “Hemos invertido mil millones de libras esterlinas para preparar a este país para las futuras relaciones comerciales y 84 millones de libras de apoyo a los agentes de Aduanas en el Reino Unido”.

Como buen populista, Johnson ha tratado de aparecer, en todos los momentos, como el “salvador” de la crisis. Incluso, no pudo reprimir su triunfalismo —muy a la manera de su “amigo” Donald Trump—, en el periódico de sus preferencias (incluso trabajó en él hasta que no lo soportaron), The Daily Telegraph, en el que adelantó que la combinación del Brexit con la vacuna británica contra la Covid-19 de la Universidad de Oxford y AstraZeneca (disponible desde el lunes 4 de enero) servirían de “trampolín para la recuperación nacional”. Pero la realidad —que siempre pone en evidencia al populismo—, contradice los esfuerzos del primer ministro por vincular los dos temas. Los analistas, por el contrario, adelantan una recuperación más lenta de lo esperado, por la prolongación de la crisis de la Covid-19, que puede acabar con las supuestas “oportunidades” del Brexit tan cantadas por el gobierno derechista de Johnson.

Los números no mienten: la actual es la mayor contracción económica del Reino Unido en tres centurias. Por eso se pone en duda la recuperación del 5,5 por ciento del PIB para este año, según los cálculos de la Oficina de Responsabilidad del Presupuesto. Los pronósticos menos pesimistas hablan de finales de 2022 como la fecha en que la economía británica puede retornar a los niveles anteriores a la pandemia.

No obstante, en su primer mensaje del premier Johnson al iniciar 2021, se aventuró a afirmar: “Este es un momento asombroso para este país…Tenemos la libertad en nuestras manos y depende de nosotros sacar el máximo partido de ella”. Además, incitó a sus compatriotas a dejar atrás “la severidad de 2020” aunque advirtió que aún quedan “momentos duros” por delante. El hecho es que RU registra 2.7 millones de contagios y 75 mil fallecimientos. Y el lunes 4 inició una campaña con 530 mil dosis de la vacuna AstraZeneca y la Universidad de Oxford en su lucha por controlar una nueva ola de infecciones que amenaza con desbordar el sistema de salud pública. Hasta el lunes 4, había 26,626 pacientes Covid-19 en hospitales ingleses, un aumento de más de 30 por ciento respecto de hace una semana, y 40 por ciento por encima del techo de la primera ola en la primavera pasada. Y, para que no haya duda, Johnson tuvo que decretar el tercer confinamiento general ante el rebrote de la pandemia, con nueva cepa. La situación es crítica en todo el territorio británico. Por lo mismo alrededor de un millón de personas ya han recibido la primera dosis de la vacuna.

Mientras son peras o manzanas, y la pandemia siga su derrotero, y pese al acuerdo comercial que impidió el post Brexit “duro”, las empresas británicas se enfrentarán a un costo estimado de siete mil millones de libras esterlinas en nuevos tría mites burocráticos y controles desde el momento que llegó a su fin la transición a las 12 de la noche del jueves 31 de diciembre de 2020. Además, los trabajadores individuales y los viajeros también deberán enfrentarse a nuevos trámites. Los costos del divorcio entre Londres y Bruselas.

No obstante, el “divorcio”, aunque “divorcio”, no es el fin de las relaciones entre los británicos y los europeos. Las dos capitales —Londres y Bruselas—, maniobraron en el pasado para que el Brexit no fuese un completo desastre. Aunque todavía quedan asuntos en el aire, la “odisea” británica llegó a su fin. Solo falta por saber, si este es un punto final, o puntos suspensivos. La historia dirá lo procedente.

Bien sintetiza Fernando Belinchón el histórico paso: “Los compases finales de 2020 dejaron un nuevo momento para los libros de historia en un año ya de por sí prolífico en lo que a eventos reseñables se refiere. Con la llegada de 2021, la historia de Europa, la relacíón entre Reino Unido y lo que hasta hace un par de días eran sus socios más directos, se escribe en vivo y en directo. Una nueva etapa comienza después de que, por primera vez desde su fundación, un país haya materializado su salida de la organización que ha logrado garantizar con éxito la Paz en el Viejo Continente desde que nació su germen al calor de un pacto para el control del acero y el carbón, materias primas indispensables para la guerra”. Esa PAZ, valió la pena. Europa todavía recuerda la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Todavía haya huérfanos que lloraba a sus padres muertos en esas contiendas.

“La sombra de un divorcio traumático pesó sobre el Brexit —agrega Belinchón—, durante años, finalmente, incluso la salida de la Unión se ha producido en unos términos muy europeos. Ambas partes hicieron concesiones ya que concluyeron que lo mejor era nuevamente cambiar las espadas por los arados y llegar a un “entendimiento beneficioso para ambos”, o, al menos, así lo describieron en Londres y en Bruselas. A la luz de los hechos, tanto Reino Unido como la Unión Europea, debido a sus intensas relaciones en muchos niveles, estaban condenados a entenderse” … ”El acuerdo de salida de la UE… Garantiza el acceso británico al mercado comunitario sin aranceles, pero no exime a las empresas de una burocracia que, eso sí, los políticos se han comprometido a reducir a la mínima expresión”…Promesas de políticos, sí. Pronto, muy pronto, los británicos comprobarán en carne propia si su “divorcio” fue lo más acertado. VALE.