“Aquel que quiera construir torres altas,
deberá permanecer largo tiempo en los fundamentos”

Anton Bruckner.

 

El populista, demagogo, y autoritario gobierno de Donald Trump tuvo fecha de caducidad, el 20 de enero se cerró el ciclo para fortuna de la mayoría de los estadounidenses y para el mundo entero.

El presidente 45 de la Unión Americana es un personaje oscuro, muy predecible para muchas cosas, pero para otras resultó ser un auténtico camaleón.

Los diversos actores que tenían que relacionarse, dialogar y acordar con él, sufrían un verdadero martirio pues la palabra dada, muchas veces fue incumplida.

Según el capricho, berrinche, rabieta, interés visceral del momento, las cosas cambiaban de un extremo a otro, de portarse como el gran amigo pasaba a ser el peor enemigo.

Atacaba, denigraba, ofendía con gran ferocidad, con la intención de dañar, lo único que le importaba era su persona, su ego, su proyecto, sus intereses mezquinos.

Por fortuna de la democracia, las libertades y para la posibilidad de reconstruir, esto se acabó iniciando una nueva era de oportunidades.

Si bien es cierto que el gobierno de Joe Biden, como todo proyecto sustentado en ideologías concretas, como las que ejercen en el partido demócrata, tienen elementos coincidentes, pero también divergentes con los otros líderes políticos nacionales e internacionales.

Lo que importa es que estas acciones se lleven dentro de los márgenes de la democracia, las instituciones y el Estado de Derecho.

Se esté de acuerdo o no, con las determinaciones específicas de ese gobierno, estas serán dignas de reconocimiento si cumplen estos elementos.

Pero si no es así, como sucedió con Trump, entonces vendrá el descrédito, la resistencia, la lucha y la caída del tirano.  Por fortuna para los vecinos del norte, todo esto fue posible, gracias a la participación ciudadana, expresada en el voto en las elecciones.

Con ese gran respaldo ciudadano Biden se convirtió en el Presidente 46 de los Estados Unidos de Norteamérica, demostrando que el hartazgo social y el desencanto generado por los pésimos gobernantes, pueden hacer por la vía pacífica, de la participación ciudadana, la determinación de quien se queda y quien se va.

Queda también demostrado que las instituciones deben ser más fuertes que los gobiernos, para resistir a los tiranos y evitar que estos se enquisten en el poder.

Una nueva oportunidad para la nación cuna del constitucionalismo que reconoció en la igualdad, la libertad y la vida, los elementos esenciales de un sistema democrático determinando las responsabilidades de las autoridades y los derechos de los ciudadanos.

Para México es todo un reto, pues la realidad dicta que los estadounidenses procuran siempre primero su bienestar,  el de las otras naciones en muchos momentos les son ajenos.

Sumemos que nuestro gobierno federal ha errado en la relación con los gobiernos de la Unión Americana, decantándose totalmente por el anterior y desdeñando la relación con el actual, llevando al país a una encrucijada de la cual no se auguran buenas cosas.

La vida democrática de Estados Unidos se ha salvado, pero quedó lastimada, vienen tiempos de reconstruir.

En nuestro caso el descontento social crece, y el gobierno federal abusa del poder que se le confirió democráticamente, atacando a las instituciones democráticas.

Surgen varias enseñanzas, el gobierno debe observar lo qué pasó con su par populista y poner sus barbas a remojar. Los ciudadanos deben darse cuenta de que pueden sacudirse al tirano por la vía democrática.

Esperemos que pronto llegue el tiempo de reconstruir a México.

 

@perezcuevasmx

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