“Es un perpetuo sueño de mi oído
el escuchar el eco de tu voz”

Ramón de Campoamor

 

 

Este 13 de febrero de 2021 el país conmemoró el centenario de la primera emisión radiofónica registrada en su territorio, efeméride que corresponde a un paso trascendental para una nación en pleno proceso de recuperación socioeconómica, tras más de una década de guerras de revolución.

Si bien es cierto que la paternidad sobre la introducción de la radio se la disputan entre la Ciudad de México y la de Monterrey, no es menos cierto que los últimos estudios apuntan a avalar a la transmisión efectuada desde el pequeño y afrancesado Teatro Ideal por el grupo conformado por los hermanos Adolfo Enrique y Pedro Gómez Fernández, quienes, junto al empresario teatral Francisco Barrera Villeda, equiparon el pequeño recinto del número 8 de la calle de Dolores, con un transmisor Forex de 20 watts y su red de bocinas colocadas en la inacabada estructura del no lejano Teatro Nacional (hoy Palacio de Bellas Artes) en la Alameda Central, desde donde los asombrados capitalinos escucharon al joven tenor José Mojica y a la infantil soprano María de los Ángeles Gómez Camacho quienes deleitaron con sus voces al variopinto público unido en torno al “milagro de la ondas hertzianas”.

El descubrimiento de la radio generó más curiosidad que interés, y tal vez por ello la experiencia del Ideal quedó simple y llanamente en anécdota de sobremesa hasta que tiempo después el gobierno federal, particularmente el General Obregón, le apostó a la radio para conmemorar el centenario de la consumación de la Independencia con un programa más acabado e ideológico que despertó el apetito de productores y promotores comerciales para su explotación imaginaria en el público capitalino.

Nadie puede restarle el mérito al propietario de la Tabacalera El Buen Tono, a Don Ernesto Pugibet, por haber integrado a la radio, en los audaces procesos promocionales, sus diferentes marcas de cigarros, y sobre todo hay que reconocerle el mérito de haber puesto al servicio del público jornadas musicales ampliamente disfrutada desde el Estudio de la B Grande de México, ubicado en las calles del Buen Tono y Delicias, en el tradicional barrio de San Juan Moyotla de la capital, o en el cuadrante de las radios que pronto se transformaron en el epicentro de la vida familiar y vecinal.

Por décadas la radio se consolidó como parte del proceso educativo extraescolar de muchas generaciones, quienes a través de las ondas hertzianas tuvimos acceso a una extraordinaria cultura musical forjada, especialmente, por Francisco Gabilondo Soler, Cri-Cri, quien a través de sus composiciones nos introdujo en los diversos géneros musicales y generó un aprendizaje de letras y ritmos que aún resuenan en nuestra memoria con la misma claridad con la que las aprendimos.

Así mismo, la radio forjó esa patria sentimental que nos caracteriza, patria radiofónica en la que nos recreamos cada vez que la escuchamos, pues, como afirmó el poeta español Don Ramón de Campoamor, son esos ecos de sus voces los que hoy a mi oído acuden.