“El trabajo es una incesante lucha
Que temen y adoran a la vez
Las más poderosas organizaciones”.

Isócrates

 

Los antiguos Batallones Rojos, impulsados a favor del gobierno Constitucionalista de Venustiano Carranza por el incansable revolucionario y artista plástico Gerardo Murillo, se vieron abandonados y se sintieron traicionados tras la debacle y ejecución del Varón de Cuatro Ciénegas, el 20 de mayo de 1920 en Tlaxcalaltongo.

La nueva fase revolucionaria impuesta desde Sonora encontró en la Confederación Revolucionaria de Obreros de México, la CROM, el instrumento aglutinante de los trabajadores afectos a las disposiciones del nuevo régimen, entre ellas la urgente búsqueda del beneplácito del gobierno de los Estados Unidos a un gobierno emanado de los sonorenses.

Ese objetivo pasaba por la urgente búsqueda del apoyo de la poderosa Federación Americana del Trabajo, lidereada por Samuel Gompers, cuyo espaldo resultaba sustantivo para la nueva clase política mexicana, particularmente para el General Obregón, quien fincó en el reconocimiento del país vecino y el restablecimiento de relaciones económicas su programa de superación en  tiempos de guerra armada.

La entusiasta participación de muchos de los trabajadores forjados por los Batallones Rojos del Dr. Atl, garantizaron la creación de la Confederación General de Trabajadores (CGT), como una respuesta contundente “al entreguismo de la CROM a las disposiciones gubernamentales”.

En dicha fundación descollaron líderes de las industrias textil y de los tranviarios, vinculados a la línea anarcosindicalista, lo que definió una toma de acciones en contra de la burguesía, del capitalismo y, sobre todo, de la partidización de la vida sindical, a grado tal que se acordó la proscripción de cualquier integrante que formase parte de algún partido político, incluyendo al Partido Comunista Mexicano.

La popularidad de la CGT constituyó un riesgo para la política integral del régimen obregonista, lo que desató una constante represión a cualquier acción masiva o de propaganda de la UGT, y el fortalecimiento de la CROM como Central Obrera con todo el apoyo gubernamental.

Muy a pesar de esos obstáculos, la organización fundada por José Cayetano Valdés, Manuel P. Ramírez, Edmundo Solís y Alberto Araoz de León, por un lustro representó una opción real de lucha obrera y campesina hasta que Yunes, Velázquez, Amilpa, Sánchez Madariaga y Quintero se separan de la CROM y convencen a la CGT de fusionarse en la hegemónica Federación Sindical de Trabajadores del Distrito Federal, desde donde se impondrá la dictablanda obrera que arruinó a la clase trabajadora del México revolucionario.

Lo ocurrido con el sueño obrero mexicano fue vaticinado por el político griego Isócrates, quien  desde el siglo IV a.C. previó las tensiones que, en torno a las fuerzas laborales, se desatarían entre las organizaciones que pretenderían conducirlas.