“El ser humano es un mero mortal con defectos y virtudes, y
no adquiere entidad divina por el hecho de desempeñar un cargo público.”

 Ibiza Melián.

 

Cuando se dice que a este gobierno le gusta situarse en el pasado, esto es así porque las iniciativas presidenciales tienen como antecedentes figuras que ya han sido rebasadas, aplicaban para aquellos viejos tiempos, pero querer reeditarlos en un mundo moderno, generan frustración, psicosis y esquizofrenia.

La realidad se impone, dejando al descubierto que se carece de una visión clara, moderna, acorde al mundo, a la globalización, México no puede actuar como si estuviera fuera del mundo y no requiriese el apoyo de otros países.

Las relaciones multilaterales no poder desdeñarse, y el gobierno mexicano lo hace una y otra vez, desdeña las energías limpias, imponiendo las energías fósiles; violenta Derechos Humanos con el discurso de defenderlos, pues se impone la visión particular, haciendo uso de instancias gubernamentales, recursos públicos para amedrentar y doblegar al adversario.

Acumular poder ha sido una de las constantes de este gobierno que, desde los inicios de su mandato, ha desmantelado múltiples instituciones, reformando normas para controlar espacios, funciones, facultades, personal y recursos públicos. Esa concentración de poder no es sana, constituye un peligro y afecta al Estado Constitucional Democrático de Derecho.

Obras de relumbrón que a pesar de los gastos desmedidos que una y otra vez se modifican para dar cumplimiento a los caprichos sexenales por encima de las reglas de transparencia y rendición de cuentas a las que están obligadas todas las autoridades en todos los órdenes y niveles de gobierno.

La autoridad federal, tiene la responsabilidad y obligación de conducir los destinos nacionales considerando la pluralidad de la integración social y política del país, pero la realidad es otra, el gobierno actúa como facción, como bando que genera divisiones, choques, confrontaciones para lograr la desestabilización y el ataque.

Se usan herramientas de guerra, que pretenden eliminar al adversario, al contrario, al que no actúa o no piensa igual que el gobernante en turno, tlatoani o aspirante a emperador, monarca absoluto, que piensa que todo debe someterse a su poder. Se dejan de usar las herramientas de la política, la auténtica: el dialogo, el acuerdo, el bien común, el interés general, la construcción, el respeto, la tolerancia, el cumplimiento del Estado de Derecho, de las reglas y las instituciones.

Cuando faltan esos elementos esenciales, todo se vuelve guerra de guerrillas, ganan los que más daño hacen y ello no es sano para el país, sus instituciones y mucho menos para los ciudadanos.

Es importante volver a hacer política. Viene un proceso electoral trascendente que puede usarse como un parteaguas, si no se logran los equilibrios, manteniendo los contrapesos al poder, este puede desbordarse, ahogando a la democracia.

 

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