Ahora que se está discutiendo, por no decir autorizando, el consumo de la mariguana no sólo para uso medicinal, sino incluso lúdico, vale la pena hacer un breve recuento de su paso por la cultura nacional. No cabe duda de que, al menos los niños en mi época, crecimos cantando lo de: “La Cucaracha, la Cucaracha/ ya no puede caminar,/ porque no tiene, porque le falta/ mariguana que fumar”. Ya mayorcitos aprendíamos que se trataba de una canción política y que la Cucaracha era el asesino de Madero, Victoriano Huerta. En el 68, Óscar Chávez, quien falleció de Covid al principio de la pandemia el año pasado, cantaba: ”Mariguana ya no puedo,/ ni levantar la cabeza,/ con los ojos rete colorados/ y la boca reseca, reseca”. Era el principio de lo que vendría después, los grupos musicales, sobre todo Los Beatles reivindicaban como una forma de ampliar los sentidos, el derecho juvenil a consumir drogas. Los precedieron un grupo de escritores de primera línea, los Beats, con la poesía de Allen Ginsberg y las novelas Almuerzo desnudo, de William Burroughs, y En el camino, de Jack Kerouac, obras todas tan excelentes como iconoclastas. Y todas eran un panegírico de sexo, ( diversidad incluida) y drogas.

 

Upa y apa

Cuando la expropiación del petróleo, surgió una agresiva campaña contra México, orquestada por las compañías petroleras encabezada por los escritores Evelyn Waugh y Graham Green. En ese momento, Celestino Gorostiza, como director del Departamento de Bellas Artes, le propone al Presidente Cárdenas contestar con “una contraofensiva artística”. Colaboran Silvestre Revueltas, Candelario Huízar y Gabriel Ruiz; Carlos Mérida,  Agustín Lazo y Gabriel Fernández Ledesma; Octavio G. Barreda, Rafael F. Muñoz y Julio Bracho, entre otros. Resulta Upa y apa, una revista musical con más de cien bailarines y otros tantos músicos, que consta de varios cuadros, entre ellos, según el investigador Miguel Capistrán: Tehuanas, Piñatas, Patio de vecindad, Velorio, y lo que compete a estas notas y  siempre me ha sorprendido, uno de los cuadros es: Paraísos artificiales y se refiere justamente a las drogas. Se presentó en Broadway y se suspendió la elogiada temporada por la entrada de EU en la guerra.

 

José Agustín y Parménides

Pero, sin duda, fue en los sesentas y setentas cuando proliferó la mariguana. La novela de José Agustín Se está haciendo tarde (final en laguna), de 1973, recorre Acapulco, se consumen drogas y, por supuesto, recupera formas de hablar y de sentir de los jóvenes de entonces. Pasto verde impactó a tantos lectores que fue lectura infaltable en colegios de bachilleres y cchaches. (No la he leído, pero, aunque nunca se lo dije, le debo una disculpa a Parménides García Saldaña, que pienso pagarle con una lectura atenta de esta obra suya). Por cierto, Margarita Dalton, esposa por un instante de Jose Agustín, escribió Larga Sinfonía en D, lo que en buen cristiano debe leerse por sus siglas LSD, la droga de moda en esos años.

 

Salvador Elizondo

Una alumna, que por edad podría ser mamá del resto de los estudiantes, se acerca al escritorio de Salvador Elizondo: “Maestro, usted no se ha dado cuenta, pero unos alumnos están fumando mariguana”. Y él responde: “Los que estén fumando mariguana, colóquense en las bancas junto a la ventana y ábranla porque a la señora le molesta el humo”. Cuando persiguió a Michel Albán, su primera esposa, con un cuchillo e incendió las cortinas de su departamento, lo que cuenta en su autobiografía,  ocurrió, nos aclaró a mi hermana y a mí: “No fue porque estuviera loco, simplemente es que me crucé”.