Consumación de la Independencia

Al terminar la guerra contra el dominio español, muchas son las tareas, todas titánicas, que el país en formación tiene que emprender. La primera, quizás, es impedir que varias entidades jalen por su lado y se desintegre o merme la patria. La segunda, arrebatar al clero grandes extensiones de tierra y, por si fuera poco, sus funciones administrativas. Comienza, entonces, por su condición de país colonial, la búsqueda de la expresión nacional.

Como la novela era un género prohibido por la Corona española, surge la primera novela mexicana: El Periquillo Sarniento, del sin par José Joaquín Fernández de Lizardi. Le siguen varias novelas excelentes. Hay que releer Sacerdote y caudillo (sobre Hidalgo) y la segunda parte que no conozco Los Insurgentes, de Juan A. Mateos.

Dos escritoras actuales, Rebeca Orozco (hermana de Regina, una de las Chulas lindas) es autora de una novela que tiene el mejor título que uno puede imaginar: Tres golpes de tacón, en alusión a la manera en que La Corregidora logra avisar a los insurgentes que la conspiración ha sido descubierta. Rosa Beltrán escribe La corte de los ilusos sobre el imperio de Iturbide. Los pasos de López, de Jorge Ibargüengoitia, como sátira que es, no celebra, sino va en detrimento de Hidalgo. Paco Ignacio Taibo II nos cuenta sabrosamente la historia en El cura Hidalgo y sus amigos.

La poesía se dedica a los héroes, sobre todo a Vicente Guerrero, quien fue el sobreviviente de los que lucharon por la Independencia. Manuel Payno y Vicente Riva Palacio denuncian los crímenes de la Inquisición en el escalofriante y novelesco Libro rojo. En el arte se tiran al fuego (por fortuna no todos), los altares barrocos y el gran Manuel Tolsá les da jaque mate con su arquitectura neoclásica en el palacio de Minería.

 

Más aniversarios

Se cumplen 50 años de los Colegios de Ciencias y Humanidades y de la represión del Jueves de Corpus. También son los 50 años de que se funda el teatro Insurgentes con Cantinflas y la obra Yo, Colón. En ese entonces fueron los años de los festejos, (y de su funeral) por los 2300 años del Imperio Persa. El Sha se refugió aquí y luego en Suiza. Se cumple medio siglo de la muerte de Jim Morrison, de Los Doors y del nacimiento del periodista y ciberactivista Julian Assange. Hace también 50 años de que se otorgó el Premio Nobel a Pablo Neruda, y se convirtió en el segundo latinoamericano en recibirlo, después de su maestra la también chilena Gabriela Mistral.

El Seminario de Cultura Mexicana, que siempre me ha simpatizado más que el Colegio Nacional, nos recuerda que se cumplen 700 años de la Fundación de Tenochtitlan y 500, el 13 de agosto, de su caída.

Emilia Pardo Bazán será recordada a 100 años de su muerte por su intento imposible de unir el aguerrido naturalismo, que hizo visible a la clase obrera, con el catolicismo. Es el centenario de la muerte del narrador ruso, Vladimir Korolenko. Sus Cuentos de Ucrania y Siberia han sido traducidos a una veintena de idiomas, pero sin duda es más célebre el Príncipe Kropotkin, creador del anarcocomunismo, sobre todo en este momento que tiene en nuestro país un segundo aire el anarquismo. Como todos los anarquistas, Kropotkin aspiraba a la abolición del Estado, a la unión voluntaria de los trabajadores y sobre todo, al apoyo solidario.

 

Robo en una galería

Aunque hablé con mi querida amiga Giuliana Zolla me olvidé de preguntarle qué había pasado con una noticia del periódico en que se decía que se robaron de una galería obras escultóricas de Jorge y Javier Marín, sus cuñados. Ojalá ya las hayan recuperado.