En agosto de este año se cumplen quinientos años de la publicación de la obra El arte de la guerra de Nicolás Maquiavelo. Ese hecho es un buen pretexto, que llega a razón, para hablar bien de la obra y mal de su autor. Motivos no faltan para alabar y para censurar.

El año de la publicación es cierto. Hay una carta del cardenal Giovanni Salviati, de fecha 6 de septiembre de 1521, que dirige a Nicolás Maquiavelo, en la que le comenta haber recibido un ejemplar de su libro titulado dell´arte militare (Machiavelli tutte le opere, Sansoni Editore, Firenze 1971, p. 1207). Esa obra, que desde su aparición fue un éxito editorial, es de las pocas que Maquiavelo vio impresas mientras vivió.

En 1512 la familia de los Medicis reasumió el gobierno de la entonces república de Florencia. Desplazó del cargo de gonfalonero, o de primera autoridad, a Piero Soderini; este salió al destierro. Sus seguidores fueron perseguidos.

El 7 de noviembre de 1512, Nicolás Maquiavelo, por haber servido a la república, fue destituido del cargo de canciller y secretario de los Diez. A los cuarenta y tres años se vio pobre, desocupado, confinado, sin poder ocupar cargo público alguno y con una familia a la que mantener. Su situación era complicada. Hubo un momento en que, en su desesperación, pidió que lo pusieran a hacer algo, aunque fuera “estar empujando una piedra.”

Para aprovechar sus tiempos libres, que eran muchos, se puso a escribir. En forma simultánea dio inicio a las dos obras que le dieron fama e inmortalidad: El príncipe o De pincipatibus, como él la tituló, y los Discursos sobre la primera década de Tito Livio. Aquella obra, por ser más breve, la concluyó en 1513. En otra parte he hecho referencia a los detalles de cómo, a través de ella, trató de granjearse, infructuosamente, la gracia de los Medicis, nuevos príncipes de la ciudad de Florencia. También de que Maquiavelo, en vida, no vio publicada esa obra tan cuidadosamente escrita.

Maquiavelo siguió escribiendo y desempeñando las pequeñas encomiendas que le hacían, tanto las autoridades de la ciudad, como particulares. En una colaboración que publiqué el año pasado, hice referencia a que se cumplieron los quinientos años de haber escrito Maquiavelo la única biografía que elaboró: La vita di Castruccio Castracani di Lucca, dedicada a recordar al famoso condotiero de esa ciudad.

Digo que es la única biografía que escribió, por cuanto a que la fábula del Archi diablo Belfegor, no lo es. Y su Istorie fiorentine, aunque contiene muchos datos de personajes de la Edad Media y del Renacimiento, tampoco entra en esa categoría.

Maquiavelo siguió escribiendo y, en el año de 1521, decidió dedicar un tratado específico a un tema que le había preocupado durante mucho tiempo: el de la organización y disciplina de los ejércitos.

Maquiavelo, en El príncipe, de los veintiséis que la componen, dedica los capítulos VI, VII, X, XII a XV, XXIV y XXVI al análisis de las fuerzas armadas y de los peligros que los condotieros o soldados de fortuna tienen para un Estado. Él era de la opinión de que los príncipes deben hacer del manejo de las armas una parte de su formación. Llega a afirmar que no existe comparación entre un príncipe armado y uno desarmado.

Lo mismo pasa con su otra obra: Discursos sobre la primera década de Tito Livio; en esta ella analiza, preferentemente, la organización y funcionamiento de las repúblicas. En esa obra alude de manera reiterada a las fuerzas armadas, de los peligros que representan para el convivir pacífico de la sociedad y de la condición de subordinación en que se deben hallar los militares.

Maquiavelo fue genial; hizo obras señeras respecto de muchas materias ; éstas aún en la actualidad no han sido superadas o son consultadas por ser conceptuosas y originales.

En el ámbito de la historia escribió sus Istorie fiorentine, que rivaliza y supera la de su contemporáneo Francesco Guicciardini, sobre un tema parecido.

Su comedia la Mandragola o Mandrágora puede equipararse en ingenio, viveza y crítica a las comedias de Aristófanes o de Plauto.

El arte de la guerra de Maquiavelo fue el primer tratado teórico sobre la materia. Con anterioridad a él, a nadie se le había ocurrido la idea de que el tema pudiera ser objeto de una obra específica. Quienes antes de él y durante su vida se dedicaban a la profesión de las armas, aprendían el oficio sobre la marcha. De Oliverotto de Fermo, un condotiero, dice que aprendió el oficio militando en la tropa de Paulo Vitelli (De principatibus VIII, 12); de Castruccio Castracani comenta que su maestro fue el condotiero Franceco Guinigui (Vita de Castruccio Castraccani di Lucca). En su tiempo no existían academias o colegios militares. Tampoco, como he dicho, tratados sobre la materia.

Maquiavelo, a pesar de ser civil, tenía alguna idea sobre la guerra y los ejércitos; actuó como comisario de la república de Florencia en el sitio de la ciudad de Piza. Ante la apatía de Paulo Vitelli en tomar la ciudad, a pesar de que había tenido oportunidad para hacerlo, entró en sospechas de que estaba en connivencia con los sitiados; así lo informó a sus superiores; éstos, con el pretexto de requerir unos informes, lo mandaron llamar. Una vez que lo tuvieron en sus manos, lo ejecutaron (Descrizione del modo tenuto da duca Valentino nello ammazzare Vitellozo Vitelli, Oliverotto da Fermo il signor Pagolo e il duca de Gravina Orsini, 29).. También fue comisionado por las autoridades de su república para reconstruir las murallas de la ciudad.

Esa fue toda su experiencia en el ramo de la guerra. A pesar de ello, su genialidad suplió su inexperiencia. Elaboró un auténtico tratado que fue clásico durante mucho tiempo.

Muchos años después vino la obra de Karl von Clausewitz: De la guerra, un militar de carrera que la definió como: “La guerra es un acto de fuerza para imponer nuestra voluntad al adversario.” Ese mismo fue el autor del famoso principio: “… la guerra no es simplemente un acto político, sino un verdadero instrumento político, una continuación de la actividad política, una realización de la misma por otros medios.” Esa obra fue publicada en 1832, con posterioridad a la muerte de su autor.

En alguna parte de su obra, Maquiavelo sostiene que quienes hacen de las armas su oficio, no siempre son los mejores ciudadanos.

Con relación a las fuerzas armadas, las autoridades civiles y la población, de la obra de Maquiavelo se desprenden algunos principios y conceptos que son fundamentales para la organización política de un Estado; de la observancia de ellos depende su la convivencia pacífica y ordenada.:

Las fuerzas armadas siempre deben depender de la autoridad civil y estar bajo su supervisión;

La actividad de los miembros integrantes de las fuerzas armadas debe estar referida a lo que tiene relación con su organización y que no deben comprometérsele en actividades diversas;

Que debe ser la ciudadanía la que, debidamente adiestrada y disciplinada, sea la que integre las fuerzas armadas; que quienes hacen de las armas una profesión sean los menos; y

Que en un estado bien organizado son los ciudadanos los que deben estar armados para seguridad del estado, entre otros.

Refieren algunos autores que en una ocasión Maquiavelo platicaba con el condotiero Juan de Medicis, también conocido como Juan de las Bandas Negras, respecto de temas militares; éste, que sí sabía de la materia, lo escuchaba con atención y hasta con cierta benevolencia o paciencia, pues consideraba que en la materia no eran suficientes los conocimientos teóricos adquiridos, sobre todo, por la lectura de los autores de la antigüedad. Llegó un momento en que, para demostrar su punto, de vista Juan de las Bandas Negras, puso a disposición de Maquiavelo una partida de soldados a fin de que demostrara en la práctica sus conocimientos.

Refieren que Maquiavelo estuvo intentando y luchando, durante algún tiempo, por hacerse obedecer por esa partida de militares; no lo logró. Juan, al observar su fracaso, ordenó a un sargento ignorante que lo hiciera; éste, con unos cuantos gritos, logró formarlos y hacerse obedecer.