La idea de regular las redes sociales, no sólo en México, conlleva una complejidad que muchos no han visto. En primer lugar, se tiene que considerar que se trata de plataformas de comunicación que dependen de empresas privadas, con términos y condiciones establecidas desde el principio con el usuario, y que éstos últimos hacen uso de dichas herramientas desde dispositivos privados y con acceso a Internet que también depende de empresas privadas.

Por lo tanto, se trata de regular una actividad que descansa en el ámbito privado, aunque se diga que es de interés público.

Luego tenemos las motivaciones para regular a las redes. Tanto Twitter como Facebook han suspendido o cancelado cuentas que infringen sus reglas, es algo que se ha sabido siempre, pero desde que las afectadas fueron algunas que apoyan a la 4T surgió la urgencia para regularlas, a la par de las denuncias de la militancia de uno de los directivos de Twitter.

Finalmente, tenemos lo que se ha hecho en medios de comunicación tradicionales, espacio en el que perduran legislaciones del siglo pasado con algunas regulaciones que cambian de acuerdo a la opinión del gobernante en turno –como es el caso de los tiempos oficiales–, por lo que en este caso también podría darse algo semejante y sólo para agradar al presidente y su círculo cercano, quienes se han quejado de la manera en que se les crítica en redes sociales.

Así que sólo queda una pregunta: ¿la crítica que se hace en redes es válida o sólo valen las alabanzas?