“El dibujo es la madre de todas las artes” (Miguel Ángel),
“y el que no dibuja no es pintor” (Raúl Anguiano)
El Maestro Raúl Anguiano me honró con su amistad. El 26 de febrero habría cumplido 106 años. Nació el 26 de febrero de 1915 en Guadalajara, Jalisco. ¿Quién no recuerda, de la Generación 1960, la cubierta de los libros de Texto Gratuito, a partir del Segundo Grado (1961)? Lo que muchos no sabemos es que es del Maestro Raúl Anguiano. Su nombre se me quedó en la memoria, por siempre, hasta que, ya adulto, tuve el gusto de conocerlo. La fotografía de su autorretrato, con su admirador al frente, fue tomada en la Sala Raúl Anguiano, del Palacio Nacional, Ciudad de México, por cierto, desmantelada y dispersada por su actual inquilino.
Hace un poquito más de 15 años, el viernes 13 de enero de 2006, murió mi amigo Raúl Anguiano. Como lo hicimos el día que cumplió 90 años, me tomé una copa de tequila, para recordarlo, y dos más, porque él siempre tomaba tequila con José Luis Cuevas y Eulalio Ferrer, los días de sus cumpleaños. Nuevamente, me vienen a la memoria las palabras de Brigita: “Mi vida con Raúl nunca fue aburrida, hasta el último momento”.
Se cuenta que “Emmanuel Palacios describe, en un artículo publicado en la Revista de Occidente, en Guadalajara, Jalisco, en 1946, la visión que tenían de Anguiano, cuando ingresó a Bandera de Provincias: Un buen día apareció a nuestro lado, sin apenas hacerse notar, aquella limpia y mínima vena de agua… Traía una alma sin malicia, virginal, al arte. De aquí que lo llamáramos, como del modo más natural, el Niño Anguiano, quien tenía una vocación: ser pintor”.
A los 15 años, Raúl Anguiano se unió a un grupo de intelectuales y artistas, denominado Bandera de Provincias, integrado por Agustín Yáñez y Emmanuel Palacios, entre otros, después de haber ingresado a la Escuela Libre de Pintura, de Guadalajara (donde tomó clases con el maestro José Vizcarra, discípulo de Santiago Rebull y José Salomé Piña) y de haber organizado, con otros artistas, el grupo Pintores Jóvenes de Jalisco.
Bandera de Provincias “organizó exposiciones colectivas de pintura y escultura. Anguiano participó en la primera exposición, con dos cuadros de pequeño formato, al óleo sobre cartón (porque no tenía dinero para comprar telas) sobre temas de los campesino de Jalisco…”).
Desde que salí de la escuela primaria. Dejando perdidos en el olvido mis libros de texto gratuito, siempre había tenido la impresión de que esa frondosa y bella mujer mexicana, alegoría humanizada de la Patria, sosteniendo la bandera tricolor, con el escudo del Águila devorando una serpiente, imagen inolvidable de la portada de aquellos libros de mi infancia, era una reproducción de una obra de Raúl Anguiano. Hubiera querido, por el resto de mi vida mantener la errónea impresión en la idealizada subjetividad de mi memoria; pero, en honor a la verdad objetiva, “era de Jorge González Camarena, me comentó el Maestro Raúl Anguiano, en la última plática que tuvimos. En honor a la verdad subjetiva que, por su forma de representar el contenido de la verdad objetiva no pertenece al mundo exterior sino que aparece en nuestras mentes, debido al resultado de nuestras acciones, como sujetos de conocimiento, el nombre Raúl Anguiano lo conservaba en mi memoria desde 1961, año en que recibí “mi libro de texto gratuito” de segundo año de primaria. En la portada venían las imágenes de Miguel Hidalgo y Costilla, portando una antorcha, Benito Juárez y Francisco I. Madero, teniendo como fondo la Bandera Nacional. La portada era una reproducción de un óleo sobre tela pintado por él, y se imprimió de 1960 a 1982.
El maestro pintó un mural en Los Ángeles, California, sobre su vida. Aparecen su madre, Abigail Valadez, su padre José Anguiano Peña. Fue hijo primogénito. Hablando de sí mismo, Raúl Anguiano comentó: “Tengo un estilo claro, sencillo y vigoroso, basado en el neoclasicismo, que fue lo primero que vi en la casa de Prisciliana, mi abuela paterna. De niño miré fotografías de los murales de los denominados tres grande (Rivera, Siqueiros y Orozco), gracias a las revistas que llegaban de Guadalajara. Mi primer maestro formal fue Juan “Ixca” (Alfarero) Farías. Nos enseñaban estampas de Miguel Ángel, de Rafael Sanzio, del taller de Bartolomé Esteban Murillo y de Luca Gordiano. Anguiano recuerda que era un niño muy ‘arreglado’. Cuando lo llevaban de vacaciones a Atoyac, iba de traje, chaleco y corbata. A su tías Cuca y Rebeca, primas de su madre, les gustaba retratarlo portando trajes de charro mexicano, marinero y limosnerito. Enojado de tanta chulería les dijo a sus tías: “Pues bien, queridas tías, ahora quiero que me retraten de cabrón…” Se emocionaba cuando, muy pequeño, su madre lo llevaba del vacaciones al mar, porque en las playas de Cuyotlán, veía el espectáculo de las olas verdes. El mar, a la postre, influyó para darle significado a su obra surrealista.
La primera charla que tuve con el Maestro versó sobre tauromaquia y las divas. Me habló sobre su vasta obra tauromáquica, principalmente sobre su dibujo infantil en el que retrató al célebre torero mexicano Rodolfo Gaona y sus 13 monotipos de la Serie Tauromaquia, presentados en el Museo Nacional de la Estampa, el 4 de diciembre de 1992. También me habló de los dibujos que hizo, de niño, de Mary Pickford y las divas Gloria Swanson y Norma Sherer.
Esas charlas me motivaron para empezar a escribir sobre los primeros años de su vida artística, antes de que el Maestro ingresara a la Escuela Libre de Pintura, de Guadalajara. Quizás como idea de un futuro guion, para la televisión. Brigita, me permitió tomar fotos de tres de sus dibujos infantiles. Rodolfo Gaona, Mary Pickford y Gloria Swanson, con los que ilustraría el intento de estudio-homenaje, comparándolas con fotos originales del legendario torero y de las dos estrellas del cine silente norteamericano.
¿Cuántos dibujos, de la época infantil del Maestro se habrán conservado? Habría que hacer un recuento. El primer cuadro del renacimiento neoclásico que el Maestro vio en su vida, en una reproducción en blanco y negro, fue La Sagrada Familia de Rafael Sanzio, en casa de su abuela Priscillina, me comentó y, después, me dijo que se iba a dedicar a realizar Collage, dada su avanzada edad. No saben que entusiasmo me dio cuando me dijo que yo sería su asistente. No fue posible la idea, pues en el inter se le fue la vida.