Esta semana llegó a los aparadores de las librerías mexicanas una obra que seguramente cobrará protagonismo en la agenda pública nacional. Se trata de Quemar el miedo. Un manifiesto, una publicación que, bajo el sello de Planeta, expone de manera clara y estructurada las premisas de la lucha feminista del colectivo LASTESIS, fundado y conformado por Daffne Valdés Vargas, Paula Cometa Stange, Lea Cáceres Díaz y Sibila Sotomayor Van Ryssenghem; todas ellas de origen chileno.

Este grupo de jóvenes mujeres acaparó los reflectores a nivel internacional gracias, principalmente, a la creación del performance Un violador en tu camino, el cual ha sido interpretado en numerosos países del mundo y es un referente de la protesta contra la violencia y la opresión que viven de forma sistemática y cotidiana millones de mujeres en el planeta. Más allá de nacionalidades, contextos y matices, Quemar el miedo. Un manifiesto no pretende ser un texto panfletario, sino esclarecedor, puesto que, sin denostar otro tipo de corrientes dentro del universo feminista, establece nítidamente ideas, conceptos, objetivos y posturas de un tema que sigue siendo desconcertante para individuos, sociedades y estados, cuestionando prácticas y dogmas sumamente arraigados, inseparables, incluso, de la humanidad misma.

Sin embargo, Quemar el miedo. Un manifiesto arriba a tierras mexicanas en medio de una coyuntura especifica y muy contundente respecto a la lucha feminista a nivel nacional. A pesar de que en sus inicios el gobierno de Andrés Manuel López Obrador había dado pasos acertados en cuanto a la paridad de género dentro de las esferas más altas de la administración pública, palatinamente la máscara del “presidente más feminista de la historia” se ha resquebrajado dramáticamente. Desde los recortes los desconsiderados recortes a programas y organismos en defensa o apoyo a la mujer, justificados por la supuesta política de austeridad, hasta lamentables declaraciones, la lucha feminista parece haberse convertido en el talón de Aquiles del ejecutivo federal. Trastabillando constantemente, desorientado y con reacciones de intolerancia y descalificación, AMLO ha demostrado numerosas ocasiones su incapacidad para comprender o dar respuesta a las demandas de justicia que respaldan las mujeres a lo largo y ancho de México. Sobra decir que, en los últimos días, el presidente se ha vuelto a poner jaque frente al tema, pues el encubrimiento que han tenido él y su partido hacia un personaje tan cuestionable como Félix Salgado Macedonio.

Aunque en muchas ocasiones López Obrador ha dejado claro que fuera del discurso, su actuar es lo más alejado del pensamiento liberal, a muchos ciudadanos puede parecerles extraño que un gobierno supuestamente progresista y de izquierda desacredite constantemente la lucha de feminista, acercarse a Quemar el miedo. Un manifiesto es un excelente comienzo para conceptualizar, más no justificar, la postura retrograda e insensible de la presidencia mexicana.

Precisamente, y a lo largo de los siete capítulos que componen la obra, el lector podrá encontrarse con una sentencia clara sobre el simbolismo y la politización trivial del movimiento feminista en el mundo. En uno de los párrafos puede leerse que “el feminismo en esta lucha tiene enemigos en todas partes. Los antitodo, los antiaborto, los provida fetal, la derecha, la izquierda, la iglesia y el sector conservador, peor incluso el progresista, pues en ellos habitan personas que se ven afectadas por las denuncias históricas emanadas desde el feminismo, que les cuestión. Denuncias que les perturban y desencajan de sus posiciones de poder”.

Específicamente, el colectivo LASTESIS desglosa los extremos de las ideologías políticas frente a sus posturas.

“Si nos desplazamos hacia la derecha en las ideologías del mundo, nos encontramos todavía con los discursos de odio y discriminación más oscuros y obsoletos, amparados en viejos modelos cristianos conservadores. Estamos ante la presencia del cliché mujer reproductora de la vida, multimujer, esposa abnegada, que se queda en su casa criando hijos, madre de todos y todas, silenciosa como la virgen, señora de marino que lo atiende y le perdona todo, aval del empresario, lindo rostro para primera dama.

Si movemos la mirada hacia el otro lado, nos enfrentamos a los machitos de izquierda. Esos que durante las asambleas estudiantiles no nos dejaban hablar o hablaban más fuerte para callarnos.  Son los mismos que ahora nos reclaman por irrumpir con un discurso feminista cuando en Chile ocurría una revolución social. Como si ambas cosas estuvieran desligadas. Como si tuviéramos que elegir entre lucha de clases o feminismo”.

Denostadas ridículamente con argumentos falaces como el financiamiento de la Estados Unidos a su movimiento, las autoras resaltan que muchas personas no logran entender la convicción y la autogestión como agente movilizador político, pero además describen a la perfección a diversos personajes coincidentes con la realidad mexicana:

“Tampoco faltaron los Che Guevara… todos esos señores, caudillos, dirigentes, que aparecían en asambleas y cabildos levantando el puño, aunque muchos de ellos estaban funados, cancelados, denunciados por destinas vías porque alguna vez agredieron a una mujer o a una persona de la disidencia. Su discurso antigobierno, antisistema, se lo pueden ir guardando donde quiera, porque esa incoherencia hace mucho tiempo que dejó de ser aceptable. Esa incoherencia, ese doble estándar permanente, no se tolera más. Ya no pueden llenarse la boca de revolución mientras representen, otras formas de opresión”.

Y es que resulta necesario comprender que el feminismo se enlaza, de manera más o menos estrecha, con diversas luchas de carácter social que no sólo son inherentes a Chile, sino a buena cantidad de países en el mundo que se encuentran en contextos de desigualdad económica y de derechos.  Vale decir que uno de los capítulos de Quemar el miedo. Un manifiesto hace referencia esencialmente a la interrupción del embarazo, un tema que se analiza, muchas ocasiones desde el ámbito legislativo nacional, como un tópico de moralidad religiosa y subjetiva, y no como un aspecto primordial de los derechos reproductivos de la mujer. Así pues, resulta también necesario considerar dentro de este ámbito que la brecha de la desigualdad se presenta en una de sus facetas más dolorosas e injustas, pues mientras que a las mujeres con posibilidades económicas les es posible viajar y ejercer este derecho en el extranjero, aquellas que carecen de los medios para imitarlas deben quedarse a ser criminalizadas en su país. No obstante, la injusticia también se encuentra en el eco de las diversas voces:

“Lo peor es que esas mismas personas que legislan, que flamean banderas como sil patriotismo curara cualquier mal que les aterra, tienen un privilegio con el que los demás no cuentan: tienen tribuna. Y esa tribuna está marcada por un discurso de machismo y misoginia. Los medios de comunicación ostentan un rol muy importante frente a la opinión pública sobre temas como el aborto. Sin embargo, la tribuna es siempre para los mismos; los mismos que ya no pueden seguir teniendo la facultad de tomar decisiones cuando están tan ajenos a la realidad de todo. Ellos no saben cómo se vive en una población, literalmente, ellos no cargan con la violencia estatal llenos de hijas, hijes e hijos; menos si no son deseados”.

 

En forma de epígrafes, la protesta contra todos los tipos de violencia que sufre la mujer en el mundo, desde el acoso hasta el feminicidio, parece resaltar de las páginas de la obra como gritos en papel.

“Nosotras hemos sido abusadas”, “Nosotras hemos sido violadas”, “Nosotras hemos criado solas. Estudiado y criado solas. Estudiado, trabajando y criando solas”, “Nosotras elegimos el arte como resistencia”, Nosotras nos cuidamos entre nosotras”.

Quemar el miedo. Un manifiesto no es un volumen que pretenda ser una guía ortodoxa de una revolución, ni un texto que regañe agresivamente a la sociedad. Es, más bien, un llamado a la reflexión y al cuestionamiento de nuestras ideas, acciones, costumbres, tradiciones, modos de vida y perspectivas. La obra abre un frente de análisis, debate e introspección que se ha tratado de evitar desde hace mucho tiempo, pero indudablemente ha alcanzado ya un sitio de primera fila en la conciencia moderna humana.  En sus primeras páginas, el manifiesto expresa lo siguiente:

“Nos acusan de querer destruir todo, pero no entienden que, para nosotras, el feminismo busca la liberación de todas las formas de opresión patriarcales y, por consiguiente, el bien común. Tenemos el firme convencimiento de que, si el mundo fuera feminista, podríamos estar más cerca de un real Estado de bienestar, de amor, de protección, de solidaridad.

No estamos en contra de todos los hombres, pero si de aquellas personas que sostienen, e incluso fomentan, prácticas patriarcales, opresivas, violentas; desde los feminicidas hasta los violadores, abusadores e incluso los papitos corazón, esos que abandonan a sus hijas, hijos e hijes. También estamos en contra del sistema asesino social y político construido de la mano del capitalismo y el patriarcado.  ¿Cómo vamos a encontrar un lugar en un sistema creado exclusivamente desde una perspectiva masculina cisgénero y heterosexual, construido con un cálculo mezquino e indolente, competitivo e inhumano?”

Las palabras de LASTESIS son, en fin, una propuesta que trasciende la confrontación y está comprometida en comenzar a buscar respuestas, soluciones, otros caminos hacia nuestros objetivos como sociedad, algo que en México es urgente hallar.