El cuerpo de Coyolxauhqui fue rodando hacia abajo,
cayó hecho pedazos…

Mito de Huitzilopochtli

La pasión que provocó en el escritor italomexicano Gutierre Tibón el nombre compuesto de México-Tenochtitlán, le llevó a pergeñar entre códices, crónicas, leyendas y mitos referidos a sendas denominaciones, cuyas notas le permitieron elaborar su enciclopédica “Historia del nombre y de la fundación de México”, publicada en 1975, cuya segunda edición fue prologada por Jacques Soustelle, uno de los más connotados especialistas mesoamericanos, pues su impronta en la concepción y descripción de la vida cotidiana del pueblo azteca sigue siendo un referente obligado para la comprensión de los fundadores de esta ciudad capital.

La acuciosa investigación de Tibón vertebra una exhaustiva integración de mitos y realidades que se reconocen en una cósmica guerra sexual en la que la Luna, Señora de Cascabeles en la Mejilla y regenta de la noche y del ombligo de la laguna, cae desmembrada por su medio hermano el Sol, Huitzilopochtli, cuando esta intenta acabar con la vida de su madre, Coatlicue, preñada por la pluma de un ave celeste.

Esta sideral tragedia se recrea cada 28 noches en cada una de las fases lunares que rigen lo femenino y lo nocturno, lapso en el que el Sol espera su momento para reaparecer refulgente en el horizonte de su pueblo: el azteca.

El antagonismo cósmico reconoce que antes de este parto solar de la madre tierra, eran la luna y los “400 surianos” (las estrellas) los habitantes fundadores de aquel paraje espacial, pues ellos conformaba ese centro (ombligo lunar) que precede el nombre de Tenochtitlán y ello puede y debe dar cabida a la decisión de reagrupar, en este siglo XX1, los miembros destazados de Coyolxauhqui para poder, a través de ello, dar el obligado peso a la igualdad cósmica-terrenal que el nombre de México-Tenochtitlán implica para la historia.

En función a esta provocación reflexiva, el gobierno de la Ciudad decidió abrir al conocimiento y al debate público una serie de actividades cuyo único objetivo es ejercer un derecho a la memoria con perspectiva de género que permita ubicar en los mitos el origen de la violencia en contra de las mujeres y, con base en ese análisis y reconocimiento,  definir un sustento cultural igualitario que garantice el desarrollo armónico de una sociedad a la que hoy más que nunca le resulta vital recomponerse en respeto e igualdad entre seres humanos sin distingo de género, raza o religión.

Con diversas actividades dentro del programa “México-Tenochtitlán; siete siglos de historia”, se auspiciará un proceso de análisis sereno que debe ser fundamento firme para la vital reconfiguración y transformación de una sociedad informada, ilustrada y libre de violencia, en la que brillemos en un firmamento común a todas y todos como habitantes de nuestra Ciudad, en donde las violencias formen parte de los mitos, y no leyendas urbanas que nos denigren.