Una de las características de las actuales redes sociales, es que amparados en el anonimato que se puede tener para enviar mensajes, es posible mandar textos cargados de odio hacia cualquier persona y bajo cualquier motivo.
Un ejemplo claro es el que tenemos con la doctora Laurie Ann Ximénez-Fyvie, quien luego de critica la estrategia del gobierno federal en cuanto al manejo de la pandemia y publicar un libro al respecto, recibió en su cuenta de Twitter desde amenazas de muerte hasta cualquier tipo de insulto.
Incluso, con el supuesto argumento de que es odontóloga se buscó descalificarla para emitir una opinión científica que sustentaba su critica, pero 200 mil muertos después –y con la sospecha de que pueden ser muchos miles más–, además de la desorganización en el proceso de vacunación parecen darle la razón a sus señalamientos.
Se calcula que fueron poco más de 100 mil cuentas de Twitter las que tomaron parte de la conversación en torno a Laurie Ann Ximénez-Fyvie, muchas de ellas para reconocer su aporte, aunque la mayoría para descalificarla e insultarla.
Este es un lamentable ejemplo de cómo las redes sociales pueden convertirse en un foro que exprese no un diálogo entre personas interesadas en un tema en particular, sino en un moderno patíbulo que, como en la época de la Inquisición, condenaba a alguien sin más pruebas que la palabra de alguien.