En estos tiempos en que la computación se encuentra en todas partes –desde nuestros teléfonos celulares hasta refrigeradores y un largo etcétera–, la posibilidad de que alguien intente controlar nuestros dispositivos y obtener información por medio de ellos se ha elevado.

Es lo que se llama hackear, que no es más que la manera en que algún especialista en computo puede controlar de manera remota alguna computadora o sistema que tenga un programa para operar, ya sea con el fin de manipularlo o conseguir información para ciertos fines.

Las alertas que se han emitido van desde la posibilidad de que se secuestre la información que tenemos en nuestros ordenadores personales –desde cuestiones intimas, datos bancarios o de trabajo– para pedir un rescate, el simple robo de información para espionaje industrial o político –como sucedió en la campaña de Hilary Clinton–, hasta la manipulación del dispositivo para que actúe de manera distinta a como está programado.

En esto último, se ha alertado de la posibilidad de que eso suceda con dispositivos médicos –como los marcapasos–, autos, enseres domésticos, televisores y, en una de las más recientes alertas que se ha dado a conocer, juguetes sexuales, de los cuales se puede extraer información privada y sensible como la orientación sexual, videos íntimos y parejas sexuales.

La posibilidad de que este tipo de artefactos se conecten al celular y la información obtenida de sus usuarios se almacene en la nube, abre la opción a que un hacker pueda robarla y darle ciertos usos, lo mismo que con los refrigeradores o con altavoces inteligentes que gracias a sus micrófonos permiten escuchar las conversaciones en casa.