Por los registros de contagios y defunciones por Covid-19, se aprecia país una reducción significativa de la epidemia; sin embargo, las autoridades sanitarias continúan advirtiendo que deben seguirse tomando las medidas de sana distancia, porque puede haber otra ola, como sucede en otras partes del mundo.

Esa ola podría, valga la analogía, hundir al país como el iceberg que el 14 de abril de 1912 hundió al Titanic con enormes pérdidas humanas y económicas, pues existen paralelismos entre el comportamiento de algunos de los pasajeros de ese barco y las actitudes de ciertos líderes de opinión y sectores sociales.

 

Barco y país con clases

En ese barco convivieron pasajeros de primera clase —los menos— que gozaban de los lujos del Titanic; los de segunda clase veían y aspiraban a compartir las comodidades de los de primera; en tanto que los de tercera clase se encontraban muy lejos de esos lujos y sus aspiraciones eran menores. Por su parte, la experimentada tripulación organizaba y dirigía al barco.

En México también contamos con tres o cuatro clases: la alta, la media, la baja y la de pobreza extrema. En los últimos años se han acentuado las diferencias: la opulencia es mayor en un grupo reducido y las carencias aumentan en un amplio sector de la población. Todavía podemos convivir, aunque en determinadas situaciones se perciben distinciones en las que un bien que debería ser común para todos se pretende beneficie solo a un reducido grupo.

Un ejemplo son los intentos de políticos, empresarios y amigos de ciertos funcionarios que han intentado o se han saltado la fila para obtener una vacuna contra el Covid-19, sin esperar su turno.

Asimismo, a propósito de las vacunas, se magnifican las fallas o errores como la desorganización de los primeros días en la Ciudad de México, se ocultan los aciertos como la reducción de contagios, los pronósticos de los organismos financieros internacionales de un mayor crecimiento económico de México. Se inundan las redes con el video de la persona que al parecer no recibió la vacuna y se acallan los nueve millones de vacunados, así como la adquisición de más de 15 millones de vacunas.

De esta forma, se crea temor entre quienes aún dudan en aplicarse la vacuna y hace cundir la desconfianza entre algunos que ya fueron vacunados. El resultado no es solo el supuesto desprestigio de las autoridades sanitarias, sino también la posibilidad de que no se inmunice a una parte de la población y se aumente la probabilidad de ser contagiados, en tanto que haya más personas sin vacunación.

Parece que no importan los supuestos efectos colaterales, lo importante es que haya desconfianza hacia la tripulación (funcionarios de gobierno) aunque el verdadero riesgo es que todos, incluyendo los de primera clase (alta), sigamos expuesto al contagio por covid-19, pues todos estamos en el mismo barco (territorio).

 

Un naufragio buscado

Se entiende que la oposición cumpla con su papel y muestre las deficiencias y debilidades, ciertas o supuestas, del gobierno en el poder, pero no se justifica que traten de acarrear agua a su molino al tiempo que logra que haga agua el barco (se dañe a toda la población).

Como el Titanic que naufragó y que no tuvo los botes salvavidas suficientes para sus pasajeros, el país puede sucumbir por las arremetidas de líderes de opinión (así se dicen) que han presagiado desde hace más de un año el apocalipsis nacional por la pandemia. Pero ni hospitales rebasados ni cuerpos tirados en calles y jardines, ni derrumbe económico ni hambrunas. Por supuesto que sí: desempleo, aumento de la pobreza, exceso de mortalidad y deserción escolar que evidencian todavía más la desigualdad social y económica.

Claro que los de primera clase (alta) suponen que llegado el naufragio tendrán el privilegio de usar los botes salvavidas (salir del país), pero como en el Titanic no hubo para todos. Algunos de esos pasajeros no verán el peligro porque en popa la orquesta tocaba (mejor situación económica) y creían que esos los ponía a salvo de cualquier riesgo.

No son predicciones de desastre, por el contrario, se trata de contribuir a que se tome conciencia que estamos en el mismo barco (país), pues tal parece que los ataques contra la política sanitaria son como un iceberg que poco a poco se forma y puede hundir no a un gobierno sino a todo el país. Estamos a tiempo de evitar el Síndrome Titanic-Covid-19.

 

@RenAnaya2

f/René Anaya Periodista Científico