Nunca en los dos siglos de historia del Museo del Prado en Madrid se ha había visto una obra de esta naturaleza del Arte Novohispano. Una joya pictórica del siglo 17, única en su género que narra por un lado la caída de Tenochtitlán y por el otro retrata la apacible vida cotidiana de la Ciudad de México entre 1675 y 1692, años en los que fue pintado este biombo por un artista desconocido. Se cree que fue un regalo del ayuntamiento de México a un Virrey y con los siglos fue a parar a manos de un coleccionista español, cuyo nombre no fue revelado.

Cuando uno pone un pie en el Museo del Prado, el asombro se apodera de nuestro espíritu ya que solo podemos regocijarnos de estar en el epicentro de una de las Instituciones del Arte más importantes del mundo.

Por primera vez, entre las valiosas colecciones reales, que durante el reinado de Fernando VII dieron origen a esta fabulosa pinacoteca que actualmente cuenta con treinta y cinco mil obras, se puede contemplar el “Biombo de la conquista y de la muy noble y leal Ciudad de México”. Considerada una pieza capital del Virreinato, este biombo es el único en el que entre los trazos de la Ciudad de México, calles, calzadas, casas y 66 emblemáticas construcciones, religiosas y palaciegas, el visitante puede observar minúsculas figuras de la vida cotidiana del siglo 17: Niños volando una cometa, un demente atado con cadenas en el patio de un hospital, frailes dominicos dando un paseo, el toreo de una vaquilla o el Virrey en su carruaje tirado por seis mulas. Destacan el Paseo de la Alameda, el cerro de Chapultepec, el palacio virreinal y decenas de iglesias.

Escenas de paz de una bellísima ciudad pintada a vista de pájaro, que fue el orgullo de la clase criolla, que contrastan con el anverso del biombo donde la toma de Tenochtitlán irrumpe con violencia. El recorrido visual por la conquista de México abarca varios años, que empieza con el recibimiento de Hernán Cortés por Moctezuma, pasando por la “Noche triste”- cuando las tropas españolas fueron derrotadas por Moctezuma – hasta la caída de Tlatelolco, que marcó el fin del Imperio Azteca. Junto a los guerreros águila están escritos los nombres de los Emperadores Cuauhtémoc “Quaugtemoz” y Moctezuma “Motectzoma”.

El biombo era una pieza en torno a la cual transcurrían pláticas en reuniones sociales sobre una variedad de temas, especialmente históricos, que se pusieron de moda en el siglo 17. Originales de Asia, servían inicialmente para dividir espacios en las viviendas y protegían del viento. Este biombo fue restaurado en el museo del Prado, una delicada tarea que duró ocho meses por el mal estado en el que se encontraba. La Fundación “Amigos del Museo del Prado” – que cuenta entre otras personalidades con un grupo de mecenas mexicanos- financió la restauración del biombo pintado en óleo sobre tela de lino y con pan de oro.

Para el director del Museo del Prado Miguel Falomir, esta obra “refleja el ideario de las élites criollas de la Nueva España y visualiza la relación con la monarquía de España, a la que debían fidelidad; pero también refleja el orgullo y la singularidad de una realidad americana que cristalizaría un siglo después en el proceso de Independencia”.

El biombo “La conquista de México y la muy noble y leal ciudad de México” se podrá ver hasta el próximo 26 de septiembre y a partir del 5 de octubre pasará a formar parte de la exposición temporal “Tornaviaje” que abrirá el camino del Museo del Prado al arte Novohispano, poco conocido en España.