Imposible saber el número exacto de las personas negras muertas a manos de agentes policiacos blancos en Estados Unidos de América (EUA) por “razones” extra legales, lo mismo que de los emigrantes hispanoamericanos o descendientes de los antiguos habitantes de la Unión Americana, cuando todavía pertenecían a México. Si existe, la lista debe ser inmensa. Lo cierto es que desde 2013 a la fecha, anualmente más de mil afroestadounidenses —y los clasificados como latinos—, han muerto por actos ilegales de agentes de seguridad pública. Cálculos más o menos realistas (decir serio es mucho atrevimiento), los negros representan el 40 por ciento de las personas desarmadas asesinadas por la policía. Un altísimo porcentaje de los responsables son exonerados, por “impunidad” oficiosa. Los blancos protegen a los blancos; los demás que sea rasquen con sus uñas. Dicho de otra manera, los casos de los policías acusados se “negocian” antes de llevarlos a juicio; o los jurados son amenazados. Eso en lenguaje llano se llama impunidad. Por lo mismo, cuando un agente termina por ser declarado “culpable”, eso se celebra casi como una fiesta nacional, o algo parecido por parte de los deudos.

En estas circunstancias resalta el hecho de que un jurado especial —seis personas blancas, cuatro personas negras y dos de otros orígenes—, declarara el martes 20 de abril pasado, culpable de asesinato en segundo y tercer grado, y homicidio en segundo grado, al expolicía Derek Chauvin, de 45 años de edad, del afroestadounidense George Floyd, cuya muerte desató los mayores disturbios raciales en EUA en medio siglo. Incluso en varios países del Viejo y el Nuevo continente hubo protestas multitudinarias por el salvaje homicidio.

Días antes de que el jurado dictara su veredicto, el columnista afroestadounidense del The New York Times, Charles Blow, escribió una cruda reflexión sobre la situación que priva al respecto en la Unión Americana: “Las noticias de estas muertes no son una interrupción de lo normal, sino una manifestación de lo normal…Nuestros sistemas de cumplimiento de ley, justicia criminal y conciencia comunal se han ajustado a un barbarismo banal. Esto ha producido en mí y en muchos otros una furia que no se puede extinguir…Una sociedad que trata tanta muerte de afroestadounidenses a manos del Estado, como daño colateral de una guerra justa contra el crimen, no tiene ningún decoro…esa sociedad es salvaje. Ahora la rabia es el único idioma que tengo”.

El hecho es que el asesinato de George Floyd, en opinión de líderes de derechos civiles y activistas nacionales y extranjeros, dio pie a infinidad de movilizaciones multirraciales, que  colocaron el tema del abuso policiaco contra la comunidad afroestadounidense y latina  en el centro del debate nacional; lo que demuestra que las protestas si logran su propósito, aunque no siempre. El tema nunca se termina.

Por ejemplo, días antes de  escribir esta ISAGOGE, la policía de Elizabeth City, Carolina del Norte, asesinaba a un hombre de raza negra, Andrew Brown Jr., disparándole en la nuca cuando tenía las manos en el volante de su automóvil. El abogado Harry Daniels aseguró que Brown fue baleado por la espalda. Asimismo, otra abogada, Chantel Cherry-Lassiter, que analizó 20 segundos del video tomado por la propia policía en el momento del ataque, dijo que la toma solo muestra la parte del tiroteo, y que contó hasta ocho policías en el incidente, algunos uniformados y otros vestidos de civil. “Le disparaban y al mismo tiempo le exigían que mostrara sus  manos”, aclaró Lassiter. El hecho es que las autoridades —dijeron los abogados—, “intentan esconder algo” al no mostrar el video completo de la detención de la víctima. La policía dice que Andrew intentaba escapar. La muerte de Andrew, inmediatamente provocó protestas y peticiones de sus familiares para que se libere públicamente el video de la cámara corporal de un agente, y que defensores de derechos civiles denuncien que las órdenes de registro no deben llevar a tiroteos mortales. Otro caso de abuso policial contra una persona negra, cuyo desenlace judicial siempre está en suspenso.

Como dijo el genial Julius Henry Marx, mejor conocido como Groucho Marx: “Si esta historia no les gusta, tengo otras”. El domingo 11 de abril pasado, el joven de 20 años de edad, Daunte Wright, murió a manos de la policía muy cerca del lugar —Mineápoolis, Minnesota, EUA—,  donde hace poco más de un año George Floyd fue asfixiado con la rodilla del entonces policía Derek Chauvin, que acaba de ser condenado por asesinato. Crimen que se dio a conocer por todo el mundo gracias a las imágenes de su detención y estrangulamiento que fueron tomadas por un testigo con su teléfono, lo que originó la mayor ola de protestas raciales del último medio siglo en la Unión Americana, con el desenlace de la sentencia de asesinato.

A poca distancia de los tribunales donde se realizaba el juicio contra Chauvin por el asesinato de Floyd, Daunte, obviamente también de raza negra, recibió el balazo que le quitó la vida disparado por otro policía de Mineápolis durante un control rutinario de tráfico en Brooklyn Center, un suburbio situado al norte de la ciudad.

La tragedia de Wright revivió la tensión social en las calles de la tristemente célebre ciudad del estado de Minnesota; la indignación fue in crescendo al conocerse los detalles del desproporcionado incidente con fatal desenlace. La responsable del fallecimiento de Daunte fue una mujer blanca, la agente Kim Porter, detenida y acusada por homicidio involuntario. No era ninguna novata la policía. Porter tiene 26 años de experiencia en las fuerzas del orden por lo que su “defensa” es poco creíble: aseguró haberse confundido con un dispositivo eléctrico el arma con la que disparó al infortunado joven. El uso del tásele permite a los agentes paralizar a los detenidos, pero en ningún caso acabar con su vida, sobre todo si estos no van armados. La familia de Wright no le cree. ¿Usted, querido lector, lo haría?

El caso de Wright no es único. Casi al mismo tiempo, pocas horas antes de conocerse la sentencia contra Chauvin por asesinar a George Floyd, otra tercera víctima mortal de raza negra feneció a manos de la policía. En esta ocasión una adolescente de Ohio, Ma’ Khia Bryant. Los agentes de Columbus aseguraron que la menor de 16 años de edad había amenazado a otras dos personas con un cuchillo. Las imágenes de otro “bendito” video captado con una cámara de seguridad, muestran a un agente acercándose a la entrada de una viviendas donde puede advertirse a un grupo con varias personas que “parecen” estar peleando. La policía justificó que el video a cámara lenta muestra a la menor de edad “tratando de apuñalar” a alguien justo antes de que el agente le disparara en varias ocasiones, hasta cuatro detonaciones se escuchan en la grabación. Nuevas concentraciones de denuncia contra el racismo y el abuso policial se extendieron por las principales ciudades  de Ohio.

Algún día EUA podrá vivir —deseo no siempre expresado por toda la sociedad estadounidense—, sin la cadena ininterrumpida de asesinatos de personas de raza negra a manos de la policía blanca por cualquier motivo. ¡Ojalá! Nunca una palabra de origen árabe ha sido mejor empleada: “¡Dios quiera!”

“SE HIZO JUSTICIA”,  es el sentir popular una vez que el jurado declaró culpable al ex agente Derek Chauvin, acusado de asesinato en segundo grado, penado con hasta 40 años de cárcel; asesinato en tercer grado, con una condena máxima de 25 años, y homicidio en segundo grado, que presupone 10 años de privación de la libertad. La declaración de culpabilidad en los tres cargos fue unánime. En ocho semanas el juez determinará la condena definitiva. Lo relevante del caso, es que pese a la evidencias el acusado Chauvin nunca aceptó ser culpable. Recibió el veredicto popular con expresión inescrutable, la misma que mantuvo durante todo el juicio.

A las puertas del tribunal muchas personas recibieron con beneplácito la decisión del jurado. Aplausos y vítores. El abogado Ben Crump, representante de la familia Floyd, enfatizó en un comunicado: “El veredicto va más allá de esta ciudad y tiene implicaciones significativas para el país e incluso para el mundo”. Además, describió el dramático momento como algo inédito: “la justicia dolorosamente ganada ha llegado finalmente para la familia de George Floyd…Este veredicto  es un punto de inflexión en la historia y envía un mensaje claro sobre la necesidad de responsabilidad de las fuerzas del orden. La justicia para los afroamericanos es la justicia para toda América”.

A su vez, Philonise Floyd, hermano de George, con emocionadas palabras declaró a la prensa que por “fin podía respirar”, aludiendo al grito desesperado “ I can’t breathe! (¡No puedo respirar!) que repitió, una y otra vez, su hermano antes de morir.

El veredicto seguramente repercutirá en el juicio que tendrá lugar el próximo mes de agosto contra otros tres ex policías que tomaron parte en el asesinato de Floyd: Thou Thao, Thomas Lane y Alexander Kueng, acusados de “complicidad en un asesinato”.

 

“NADIE ESTÁ POR ENCIMA DE LA LEY”

En buena medida, frente a la desigualdad que sufre la comunidad negra en los dominios del Tío Sam, la actitud de la Casa Blanca con el nuevo inquilino, Joe Biden, es muy diferente a lo que sucedía con el anterior ejecutivo republicano. El mandatario demócrata llamó personalmente a la familia Floyd minutos después de conocerse el veredicto del jurado. “Al menos, ahora hay algo de justicia”, les dijo Biden. Agregó: “Hemos seguido, con atención, cada segundo del proceso. Estamos todos muy aliviado. Vamos a conseguir hacer más cosas. Este va a ser el primer paso para lidiar con el racismo sistémico. Nadie está por encima de la ley. El veredicto de hoy envía un mensaje, pero no es suficiente. Las fuerzas de seguridad estatales y locales necesitan redoblar esfuerzos su también el gobierno federal”. Y, se refirió, por último, a una posible ley de reforma policial con el nombre de George Floyd.

Last but not least (Al final, pero no el menos importante), el ex presidente Barack Hussein Obama, en un comunicado firmado con su esposa, Michelle, consideró que “pese a que el veredicto es un paso necesario en camino del progreso, está lejos de ser suficiente…Necesitamos seguir avanzando a través de reformas concretas que reducirán y, en última instancia, eliminarán el prejuicio racial en nuestro sistema de justicia criminal”.

Solo el tiempo determinará si la condena de Derek Chauvin es un paso de gigante o no en el camino de la igualdad en la sociedad estadounidense. Es deseable que, de ahora en adelante, sean diferentes las posibilidades de que un asesinato por parte de la policía de EUA no continúe siendo de una en dos mil. VALE.