La mayoría de los candidatos a la gubernatura, alcaldías y diputaciones en NL y los otros estados donde habrá cambio en los poderes de los virreyes sexenales —con excepción del de Bonilla en BCN, que duró apenas dos años— en su búsqueda del hueso mágico, han desatado una lluvia de promesas de campaña que rayan en la más pura distorsión copro encefálica. Les platico: pareciera que sufren de un virus de la más peligrosa variante que existe: la “sepa”.
Sepa el diablo de qué hablan.
Sepa el demonio de dónde van a sacar recursos si el gobierno del Bronco va a dejar a NL más quebrado que PEMEX y la CFUE, que ya es mucho decir.
Sepa la fregada cómo le hacen para hilar tal cantidad de promesas oníricas que ni ellos mismos se creen. Sepa el Dios de Spinoza cómo le van a hacer para que a la gente se le olvide tanta sandez, y si llegan a ganar… Sepa la tiznada qué tendrán qué hacer para que no les restregue la gente en su cara, que son puro pico de perico.
Muy poca tela hay para el análisis de sus alocuciones públicas y privadas.
El trabajo periodístico de estos días se centra en leer, desmenuzar datos, cruzarlos con fuentes de información fidedignas y escribir apreciaciones que dejan muy mal parados a la mayoría de ellos.
Hace unos días leí el borrador de uno de los candidatos a la gubernatura de NL —del sexo masculino, para ser preciso— que me filtró uno de sus más allegados para que le hiciera el favor —así me dijo— de echarle un vistazo, y se lo regresé con un solo comentario: parecen hormiguitas.
Me regresó el supuesto “elogio” con un whatsapp donde se desvivía en agradecimientos por haberle dicho eso. Pero el buen señor que tuvo la osadía de consultarme no captó mi mensaje.
Con “parecen hormiguitas” quise decirle que su candidato y sus asesores tienen cerebro de hormiga. Además quise decirle que como buenas hormigas, se andan matando entre ellos, entre su candidato y los de los otros partidos.
No me entendió. Es evidente que no me entendió. Y eso les pasa a los que tienen la mollera bien abollada.
En sus mensajes a la ciudadanía, pareciera que quieren darle al pueblo “bueno”, atole huachicoleado, esto es, ni el atole es auténtico. Lo rebajan literalmente con verborrea, slogans y publicidad pagada que les cuesta una fortuna y que les cobran unos cabrones bien hechos llamados ellos mismos “asesores de campañas políticas” y que de todos, no se hace uno.
Son “generales” o se dicen que lo son, pero muestran el peor cobre que ni un cabo cuarto de caballería mostraría en su jale.
A estos tipos —y a muchos de los candidatos— les faltan como 30 reencarnaciones para subirse al tren de la vida sin ser descarrilados en la primera curva.
Estos “asesores de campañas políticas” creen que el twitter, las redes sociales y los medios de comunicación son su tlapalería para andar comprando clavos que claven la imagen de sus candidatos en la psique de los votantes. Para ellos —que hoy se andan agarrando a madrazos— los escrúpulos son un juguetito de mesa.
Les hace falta barrio y creen que van a conseguirlo poniéndose a bailar babosamente para que la gente se aprenda no su nombre, sino los pasos de baile que excretan al hacer campaña.
Desde sus cuarteles generales creen dirigir campañas y no se rompen las medias ni se despeinan haciendo el trabajo por el que les pagan y para el cual se ofrecieron como si fueran la última coca en el desierto.
En serio, a esos “asesores” los veo como si fueran un aeropuerto neoliberal cancelado.
A todos ellos con mucho cariño les sugiero hoy: deberían de hacerle como aquella chava que estudió maquillaje para hacerle el makeup a las novias en sus casamientos y que al quedarse sin trabajo, tomaron cursos intensivos de abogacía para tramitarles el divorcio a las mismas novias a quienes maquilló en sus bodas.
A ver cuántos alcanzan a captar mi mensaje al escribirles esto. Dudo que más de uno.
Finalmente, porque ya vienen los días más pesados de Semana Santa y debo medirme porque hay que guardarnos del pecado… les digo:
Sería bueno que los llamados “war room” de los candidatos se olviden de andar detrás de sus contrincantes políticos buscando que estacionen sus carros en zonas prohibidas para exhibirlos y decir que no pagaron la infracción.
Mejor búsquenle por el lado de las facturas que vendió como loco el despacho de los familiares de uno de ellos y que tiene desde que comenzó su campaña en redes —como hace dos años— de, según él, portarse bien, vendiéndose como si fuera químicamente puro.
Mejor búsquenle a otro, más allá de su ya cansada y abortiva relación medinista, por el lado de los 7.5 millones de pesos que le caen en efectivo a su oficina disfrazada de casa habitación en la Colonia Cumbres, cda mes como comisión producto de la pizca de los líderes de los puesteros que asfixian las calles de Monterrey. También a ese mismo búsquenle por el lado de las relaciones que el presidente de su partido tiene con los capos del narcotráfico que controla las calles de Monterrey.
Búsquenle, búsquenle por el lado de los que no han pagado el predial de sus muchas propiedades en San Nicolás y a la otra en Guadalupe.
Búsquenle y cuando encuentren, vuelvan a pedirme su opinión sobre los borradores de los discursos de sus candidatos . Pfff.
CAJÓN DE SASTRE
“Pobre México con estos políticos que se dan unos a otros con la chancla… y amarilla, para acabarla de joder”, dice la irreverente de mi Gaby. Y yo le respondo: y deja que te platique cómo se las gasta la IP, a la que yo llamo Iniciativa Pasiva. Pero de eso me ocuparé en otro artículo, por ahí de la Semana de Pascua, o antes, si se ofrece. ¡Arre!